Por más que los gobiernos, como el mexicano, trate de establecer fechas para terminar con el periodo de confinamiento y distanciamiento social como estrategia para frenar la propagación del coronavirus, lo único que garantiza el ‘regreso a la normalidad’ es la elaboración de una vacuna.
Sin embargo, la creación de una vacuna lleva tiempo, no se trata de simples y nada dietéticos tamales de chipilín con atole.
La ciencia, para que sea eficaz, necesita cumplir con una serie de rigurosas y detalladas etapas, la aplicación de innumerables pruebas que, ante todo, ofrezcan seguridad al ser humano. Crear una vacuna contra el Covid-19 llevará, lo dicen los especialistas, un año o 18 meses… por lo menos.
Si bien ya existen noticias que alientan el optimismo de la humanidad al revelarse que, por ejemplo, China ya está probando en personas una posible vacuna, en realidad estas primeras pruebas cumplen con los tiempos de la elaboración de una cura.
Los científicos afirman que el diseño de una vacuna se tiene en dos o tres meses. Para ellos, para los especialistas (bioquímicos, epidemiólogos, virólogos, biomédicos) este paso es relativamente sencillo. En los hechos, ya se cumplió.
El gran problema se presenta después: la aplicación de la posible vacuna en seres humanos sin que se presenten consecuencias. Por eso no se puede actuar con precipitación en los laboratorios pese a la emergencia planetaria.
Si hubiera un error, una equivocación que repercutiera en síntomas adversos en las personas vacunadas, las farmacéuticas se expondrían a millonarias demandas penales. Y los litigios en los países de Primer Mundo se libran en el contexto de un implacable sistema legal.
Esas es una de las razones por la cuales impera la duda de la repentina y sorpresiva elaboración de una vacuna en el corto plazo (aunque todos anhelamos amanecer con esa muy buena noticia que, literal, salvaría al mundo).
No obstante, existe plena confianza en la comunidad científica internacional en la elaboración de una vacuna contra el coronavirus en un tiempo récord, es decir, en 12 o 18 meses.
Aquí, una vez que se cuente con la cura, se presenta otro ‘detalle’, un ‘problemita’: la producción masiva de la vacuna. Se necesitará -con urgencia- la fabricación de 7 mil 500 millones de vacunas para inmunizar a toda la población mundial.
Como en todo proceso de producción, se requerirá de muchísimo dinero para esa producción masiva de vacunas. Mucho dinero. Miles de millones de dólares o euros, por supuesto.
Habría, además, otro ‘inconveniente’: el poder y la influencia de los países más ricos del mundo. Como se sabe, Estados Unidos y China libran, desde la década pasada, una batalla por ejercer la hegemonía económica. No es, como algunos la califican con franca exageración, una ‘tercera guerra mundial’, pero sí pelean, definitivamente, la delantera por el control tecnológico y, por tanto, económico.
Esos dos países también compiten por la creación de la vacuna. Quien la elabore primero, habrá dado ‘un golpe sobre la mesa’ en la economía y el liderazgo global del siglo 21.
Más allá de esa despiadada competencia por la hegemonía global entre gringos y chinos, una vez que se creara y se produjera la vacuna a nivel masivo, se presentaría un ‘detalle’ más: la distribución.
En esa etapa, los países ricos, las naciones del Primer Mundo, tratarán, por todos los medios, de ‘llevar mano’. Además, contarían con un argumento imposible de rebatir: han sido los más afectados en la primera ‘oleada’ de la pandemia del coronavirus.
En ese contexto, Bill Gates, uno de los hombres más ricos del mundo, escribió en días recientes en un artículo que para combatir el coronavirus se necesita una ‘estrategia mundial’. El eje central de su planteamiento: el virus no respeta fronteras.
Con visión, humanidad e inteligencia, opinó: ‘Cualquier vacuna contra la Covid-19 deberá ser considerada ‘bien público mundial’ y ser asequible y accesible para todos’.
Así es: la vacuna que se elabore, se produzca y se distribuya en contra del coronavirus, deberá ser un ‘bien público mundial’, no una mercancía.
Aunque es evidente la carencia de liderazgos en el escenario mundial (el caso de Donald Trump es patético y vergonzoso), el deseo es que las naciones más ricas del planeta no olviden a los países pobres una vez que se elabore la vacuna contra el coronavirus, pandemia que ha puesto en jaque a todo el planeta.
Y PARA CERRAR…
EL KIOSKO del pasado primero de abril llevó por título ‘En mayo no habrá regreso a clases’.
Así sucedió: la cuarentena, que conlleva la ausencia de maestros y alumnos en las escuelas, se prolongará hasta el 30 de mayo.
Si bien las autoridades federales no lo quieren reconocer, el retorno escolar tampoco se dará en junio, al menos en las principales zonas metropolitanas de México (como sería el caso de Tampico, Ciudad Madero y Altamira).
La contingencia sanitaria, se reitera, va para largo. Y es lo mejor -quedarse en casa- para evitar que el virus se propague.