Confirma la OMS que el 60 por ciento de las muertes por Covid 19, son hombres. Y aunque a ciencia cierta no se tiene la respuesta, se presume que ellos tienen más predisposición genética para contraer ciertas enfermedades, y el panorama les empeora porque culturalmente no se les cría para cuidar, ni para cuidarse, lo dicen los galenos.
Hombres y mujeres somos biológicamente distintos y la respuesta inmunitaria también es distinta, refieren los especialistas, que también hacen notar que la mujer al ser madre es garantizadora de la especie humana.
La nueva realidad revalida esta regla, en las historias que cuentan los medios sobre esta pandemia, vemos a más varones que a mujeres hospitalizadas, y en el recuento de los datos diarios, con las cifras que se mueven incesantemente, se confirma el contagio en más hombres que en mujeres.
Sin embargo, en la otra crisis, la económica la mano de obra femenina es la que registra las primeras pérdidas, ha aumentado el desempleo, la pobreza y la desigualdad, y por tanto son las mujeres quienes por la inequidad social, se verán más afectados en corto plazo. Ante esto la ONU recomienda sustentar una economía más igualitaria y que las naciones preparen planes emergentes para las más vulnerables.
En el más reciente informe de políticas sobre el Impacto del Coronavirus en América Latina y el Caribe, se alerta de la mayor contracción económica en un siglo, por lo que dice Antonio Guterres que se deben establecer provisiones que toreen la crisis, y aprovechar el momento para impulsar una política de crecimiento equitativo para toda la población, colocando a las mujeres como sujeto de recuperación.
En el apartado económico se remarca que la mayor afectación es para las mujeres, que representan más del 60 por ciento de la mano de obra de sectores de servicio, como hotelería y alimentación, y más del 72 por ciento de la fuerza laboral en el sector de atención a la salud, también el sector informal se verá más contraído y es ahí donde las mujeres se emplean más.
Al nuevo corte de caja, las estadísticas que documentan el paso eternizado de la pandemia, se corrobora que las mujeres están teniendo más presión familiar, son las cuidadoras de los enfermos (en su mayoría hombres) y están soportando en el confinamiento más niveles de estrés, por la caótica situación de salud y economía.
No excluye este análisis, el aumento de los feminicidios, especialmente en nuestra región y las otras violencias contra la mujer que se han recrudecido en el confinamiento. Las cifras emergentes, documentan que la violencia doméstica va a la alza, en una circunstancia multifactorial, por las presiones de salud, seguridad y economía, la parálisis social y la reducción de apoyos especiales para la emergencia.
Al cierre de muchos negocios, las mujeres se han quedado en casa, muchas sin salario, lo que les complica más la convivencia familiar, y por el distanciamiento físico están aisladas de familiares, amistades y redes de apoyo, quedan a merced de su agresor.
La ONU está preocupada y esperanzada a que las naciones tomen cartas en el asunto, reiteradamente les envía alertas, pero en países como el nuestro, no se las toman en serio. Las sobrevivientes al Covid 19, no sólo serán las que logren evitar el contagio, sino las que alcancen a salir del encierro sin secuelas físicas, emocionales y económicas.