Está de moda el uso de la bicicleta o siempre lo ha estado desde su invención.
Entre nosotros, la aparición de ese extraordinario personaje debió causar asombro y envidia entre los sucedáneos de entonces.
Está por demás decir que con esta moderna máquina de dos llantas, descansaron algunos animales. Por primera vez supieron lo que es ir bien recio los que siempre anduvieron a pata. O a raíz andando, como dicen.
Quien la ve no la olvida hasta que se trepa a una y cae varias veces. Cuenta las veces que ha caído para asegurar que fue una sola. Aunque todos lo hayan visto. Durante el manejo en total equilibrio tú llevas el poder. Con un poco de práctica podrás alzar las manos en señal de triunfo y sin caerte a media cuadra entre las piedras.
En cambio con una mano puedes saludar a las muchachas que pasen. Puedes llevar una bolsa con dos conchas y un bisquete e ir pensando en ellas. Con la mano libre te acomodas los lentes, con la otra en los manubrios diriges la orquesta del pueblo
y silbas cualquier cosa ridícula en calles por donde vas pasando.
En el trayecto al jale surgen verdaderas retas, pedaleas y aprietas el paso, entre tantos hay raza que lleva a su morra en ancas, seres de otros planetas en la orilla del pavimento mordiendo el monte, las banquetas, los postes, la tierra que sueltan los micros.
A lo lejos no se nota si un ciclista va o viene o si no existe, sería fácil engañar a la gente. Es posible que dé vuelta de repente. Uno arriba de la bici se arrepiente muchas veces. Da muchas vueltas a una manzana. Poco a poco se ve que es un ciclista y no el de una moto. Por el tipo de silencio el ciclista es un gato sigiloso. Nadie sin embargo le enseña a bajar de la bicicleta: salta, se arrastra, se hace bolas, dos piruetas y cae a tierra firme, donde se detuvo el suelo.
Las llantas narran el kilometraje y su paso por las espinas. Entonces muy temprano te colocas el disfraz con casco y sales airoso de la recamara. Sin dar el cuartazo la libras, subes a la baica, avanzas por la calle como un caballo, pedaleas con fe ante una bajada, ni modo que la hayan quitado, y es lo único que sabes. No se supo cómo fue que regresaste.
De cada mil bicicletas que se adquieren, 800 son olvidadas a
su suerte. Durante el alud las bicis pasan por diversas partes de la casa y del patio. Pasan por dos o tres veces que se acuerdan de ellas y le echan aire a las llantas que después muerde el perro.
Finalmente alguien pasa, nun-
ca se sabe quién, y se lleva lo que queda, el cuadro retorcido y los rines oxidados. Otras veces las bicicletas salen de sus casas y no vuelven. Nunca las han encontrado. Hay bicis que desaparecieron en un parpadeo en lo que compras unos cacahuates. Hay bicicletas que no se sabe qué hacen en el techo de las casas, junto a los cables y agua estancada al tope de zancudos del dengue.
Si subes a una bici vas drenando agua, si tuvieras un recipiente lo llenarías en cada vuelta. Sudas parejo, ignoras por dónde empieza. Al poco rato ya eres una sudadera que lleva puesta una licra.
Hay bicicletas muy pesadas y mal pensadas, sus dueños no le han calado, tal vez les convenga andar a pata. Otras en favor casi le dan solas como las de carreras con cuernos de borrego. Si no frenas, el aire se las lleva.
Un ciclista cualquiera que este fuere tiene una especialidad, así como su manera de subir a la bicicleta y andar tranquilamente como si no la debiera.
Cuando un ciclista cae, todo mundo piensa lo peor y van a verlo: “no, ya en serio, no te pasó nada carnal”. Quieren que te haya pasado algo e insisten. Hasta que te subes de nuevo a la bicicleta y desapareces de su vida para siempre, en la recta final, a dos cuadras de la meta.
Una bicicleta es fiel hasta que alguien a escondidas la agarra y
se echa una vuelta en ella. Cuando vuelva, si vuelve, ya no será la misma, como una pareja descompuesta. Traerá un no sé qué, que antes no traía.
Pero bueno. Como su propietario sacas la bici del cuarto donde la guardas y sales según tú. Esta vez perfilas la baica, contemplas el pedal donde pondrás el pie izquierdo. Te fijas que no venga nadie como todos los días. Ahi está ya el vato con el que juegas carreras. Quieres probar si está vez le ganas, eso piensas, antes de darle buen recio a tu bicicleta estacionaria, desde donde controlas el tráfico aéreo de la ventana.
HASTA PRONTO.