Si alguien pudiera ilustrar el papel determinante del ejército en el combate al crimen organizado en su variante de narcotráfico desde 2006, las cifras hablan por sí mismas: el 80% de los capos están arrestados, extraditados o muertos y el resto vive a salto de mata.
En este sentido, la estridencia estadunidense en el arresto del general Salvador Cienfuegos Zepeda –divisionario en activo porque los exsecretarios de la Defensa Nacional nunca pasan a retiro-debe también leerse en función de los intereses reales de la estrategia de los EE. UU. contra el narco: no terminarlo porque entonces los 30 millones de adictos y los quizá 90 millones de consumidores se quedarían sin droga y la violencia estallaría en las calles; controlar el flujo, los precios y sobre todo el lavado de dinero que mantiene en operación a miles de bancos americanos; y centralizar el mando de fuerzas armadas de otros países en lucha anti cárteles.
Por ello, el caso Cienfuegos debe leerse en función del estilo perverso de la justicia estadunidense que busca sólo el control
y no el fin del narcotráfico mexicano, sobre todo ahora que la venta al menudeo de droga en más de tres mil ciudades estadunidenses está controlada por entre siete y nueve cárteles mexicanos, desplazando a las bandas locales de hispanos y afroamericanos siempre controlados por las policías.
Ahí es donde salta uno de los datos más extraños del caso: acusan al exsecretario de la Defensa de asociarse con el grupo H-2, que no llegó nunca a ser un verdadero cártel, que no aparece en el radar de las evaluaciones anuales de la propia DEA y que conformaba quizá una banda pequeña de traficantes, cuyo líder H-2 fue abatido en una operación con helicóptero y armas de alto poder que no se han usado contra otros capos.
Para saber más del asunto, entonces habría que revisar las razones del ataque de la Marina contra el H-2, sobre todo en momentos en que la alianza ejército-Marina era más que sobresaliente.
Pero el tema central radica en el hecho de que el ejército en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto descabezó los principales cárteles y no deshizo a los grupos criminales porque esa era tarea de la policía federal, de la Secretaría calderonista de Seguridad y de la Secretaría peñista de Gobernación.
Por CARLOS RAMÍREZ