Desde hace días las tareas escolares se pusieron de moda son el top ten de las ocupaciones ciudadanas. Es una novedad hacer una tarea escolar en una pantalla por sencilla, por claridosa y a colores que la pongan. Te sacas de onda hasta que te adaptas a las materias así disueltas en la atmósfera de una tecla. Y todo esto con tal de apoyar a la educación oficial ante la pandemia y a la obligada ausencia de maestros en las miles de preguntas, con su variedad infinita de respuestas, que puede haber en una escuela sencilla de educación básica.
Las tareas ahora son consentidas, cuando antes eran apremiadas hasta sus últimas horas donde te esperaba la madrugada. Hasta del coco te olvidabas. En aquella soledad a veces recurrías a tus padres, a un pariente cercano que supiera de aguacates, pero por lo general todos eran Generales. Eras el último soldado raso y tú te las arreglabas. Así eran los tiempos y no se puede hacer nada.
No tardaban los adultos en preguntarte si ya habías hecho la tarea. Nunca faltaba uno de esos depravados que lo descubrían a uno apenas saliendo de la puerta para salir al patio y desaparecer para siempre, buscando la gloria deportiva con el Correcaminos, pero te detenía una voz que decía: ¡hey, tú!, ¿ya hiciste la tarea?, te veo muy campante. Eras hombre al agua si al volver a la casa no entendías la tarea. Al
día siguiente esperabas que el maestro comenzara a revisar los trabajos encargados y comenzabas a ver cómo había conciliábulos, excelentes escolapios, niños aplicados que llegaban con excelentes maquetas. Querías estar en la última fila y empezaban por esa. Querías llamarte de otra manera, volverte un hilo de aguja, hacer otra vida en el patio, salir de este texto un minuto antes de este tiempo en que lo digo. De aquella generación surgió esta que somos y la que hoy cursa la escuela virtual.
Era de hombres soportar la lista del salón cuando revisaban la tarea al azar y no la habías llevado o la llevabas totalmente equivocada. En eso escuchabas tu nombre y te ponías de pie a esperar a que el tiempo pasara y tuvieras chance de publicarlo en un diario cuando pasaran los años, y pasaron. Ahí mismo corregías. Pedías la tarea y la terminabas en el tiempo récord que alguien debió haber registrado.
No llevabas la tarea justo el día en que el profe que nunca la revisa la revisaba exhaustivamente hasta el último delincuente que se escondiera en los “cuartitos” donde estaban los baños. No llevabas la tarea
y a ti era al único que se la preguntaban, tampoco estudiabas el día en que por error no te avisaron que expondrían clase frente al grupo en un día en que todo se juntaba, pero ahí estabas, soportando estoicamente tus días aquellos. Grandes y bellos. Qué bueno que no te cambiaste el nombre.
Llevabas la tarea y no la revisaban. Ese día el profe no iba, estaba enfermo y ponían a una maestra que empezaba otra fiesta. Llevabas la tarea pero esa no era, no era el libro, te acordabas ya tarde en el cadalso que tú ni libro tenías, lo habías dejado en algún descuido de la casa, en los cepillados rincones del trapeador donde jugabas. En algún pasado debió de haber quedado.
Las tareas eran y siguen siendo el coco no oficial de los niños en su conjunto. Hubieras preferido que fuera un juego, que se hubiese tratado de ir al parque a contar mariposas o que la maestra joven que llegó no encargara tarea porque así es ella. Pero ya es tarde para decirle. Apenas voy en la primera página y sé que la tarea de hoy se ha vuelto la clase misma.
Las tareas representan las jornadas con que un proceso avanza hasta cumplir los objetivos en la vida. Un conjunto de tareas hacen un hecho irrefutable, aun cuando no hacerlas también lo hace con resultados contrarios. Tarea es práctica, inventiva, curiosidad, investigación y trabajo. Todo junto si lo hace el alumno solo. Y sí, para qué los va uno a balconear, pero es ahora cuando uno reconoce la eficiencia de los reglazos cuando no llevabas la tarea. No se lo contabas a tus padres. No querías que lo supieran. Pero el único día que te castigaron y te pusieron de puntitas de pie frente al grupo, viste que llegaron tus padres con el cuaderno donde habías hecho la tarea por única vez… con letra muy bonita, con tantas ganas que ni se parecía a la que tú escribes hasta la fecha. HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA