CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- La violencia contra la mujer no se ha erradicado en la zona rural de Tamaulipas, donde anualmente se atienden a 4 mil mujeres que son víctimas de algún tipo de violencia ya sea física, sexual, psicológica o de otro tipo, reseñan estudios realizados por el Instituto de la Mujer Tamaulipeca (IMT).
Y son corroboradas por investigaciones realizadas por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT).
Según el IMT, los 4 mil casos que atienden son el 70 por ciento del total que se registran en el sector rural, luego que se estima que el 30 por ciento de las mujeres que son víctimas callan por temor.
El organismo detalla que la gran mayoría de mujeres en el sector rural sufren maltrato psicológico por parte de sus esposos; pero también son víctimas de otros abusos por personas en su alrededor.
En los cinco centros de atención itinerantes que tiene en el IMT, al año se atiende a un promedio de 4 mil mujeres que son víctimas de algún abuso, a las cuales se brinda atención especializada.
Dijo que la mayoría de ellas sufren o ha enfrentado algún maltrato psicológico, por lo que el Instituto realizó una serie de pláticas y talleres enfocados a la familia, con lo cual se busca conciencia sobre ese tema a esposos, hijos y hermanos varones principalmente.
El instituto tiene cinco centros de atención itinerantes en los municipios de Reynosa, San Fernando, Victoria, Tula y Altamira, que visitan las comunidades rurales.
La meta principal es dar las mujeres beneficiarias los factores de protección a través de intervenciones integrales y coordinadas de carácter preventivo que favorezcan la igualdad entre hombres y mujeres, así como su derecho a una vida sin violencia.
Los Centros de Atención Itinerante permiten el acercamiento de atención legal, psicológica y de trabajo social a zonas y comunidades más marginadas.
Mujeres jornaleras las que más sufren por la violencia
Estudios realizados por la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), revelan que son las mujeres migrantes que se emplean de jornaleras en campos citrícolas y de producción de hortalizas son las que más sufren violencia.
El estudio llamado “Mujeres Migrantes, Trabajo Agrario y Acoso Sexual en Tamaulipas”, con investigaciones realizadas en la región citrícola de Güemez, Padilla, Hidalgo, Llera y Victoria, revela que utilizando una metodología cualitativa basada en entrevistas a profundidad a 20 mujeres migrantes, que venían del estado de Veracruz, arrojaron información sobre como las mujeres eran víctimas.
Los resultados detallan que las mujeres sufrieron de trata laboral y acoso sexual en el trabajo agrícola, debido a que la cantidad de trabajo realizado no es proporcional al salario que reciben, y a que su situación subordinada en el mercado laboral las hace vulnerables al acoso y violencia sexual.
La trata laboral se mostró entrelazada con la violencia sexual y de género.
Indica el estudio que las mujeres migrantes que no hallan trabajo se enfrentan a un problema grave, porque además de no poder enviar dinero a sus hijos, no podían pagar la renta de cuartos donde viven, ni tenían dinero para comer.
Su desesperación hace que sean frecuentes los enfrentamientos entre ellas para luchar por las pocas oportunidades que tienen de ser empleadas. Eso conduce a un aislamiento de jornaleras migratorias.
Sexo por trabajo
Por ello, cuando llegan a Tamaulipas, estar desempleadas no es una opción, deben encontrar trabajo a toda costa. En ocasiones, las mujeres tienen que aceptar tener relaciones sexuales con jefes de cuadrilla para obtener empleo, detalla el estudio.
Adicionalmente, las mujeres solteras más jóvenes son quienes sufren una situación más marcada de acoso sexual: “hay algunos jornaleros que siempre te están acosando, y pues, no se crea, es difícil una como mujer trabajar con hombres”, afirmó una jornalera soltera de 28 años entrevistada en la zona citrícola del Carmen.
“Siento mucho acoso con jefes de cuadrilla, y pues, una vez uno me amenazó de muerte si no aceptaba a tener relaciones con él, y como saben que vengo sola, que estoy joven, pues más se aprovechan de mí y de otras compañeras”, dijo otra joven de apenas 22 años.
“Yo una vez me tuve que acostar con un jefe de cuadrilla, y pues, lo hice por pura necesidad; venía mi hija conmigo, y pues, teníamos que pagar la renta, y pues, no me quedó de otra más que aceptar”, afirmó otra mujer jornalera de apenas 28 años, entrevistada en la zona del Barretal, municipio de Padilla.
Si bien, la primera intención de las mujeres es trabajar en las actividades de la naranja, en ocasiones algunas terminan trabajando en otra cosa, por la falta de oportunidades o la presión existente en el entorno: “aquí hay muchachitas que (…) vienen con una intención de trabajar de contadoras de naranja y al final terminan, pues, prostituyéndose”, afirma una jornalera viuda, entrevistada en el Barretal.
Por Antonio de la Cruz