CIUDAD VICTORIA.-En la esquina de las calles Océano Pacífico con Mar Ártico, a un costado del Seguro en San Luisito, todos los días se puede encontrar a un hombre tejiendo sillones con palma.
Él es Don Marco Antonio, originario de el ejido Santa Juana, municipio de Padilla, quién día a día hace su lucha por salir adelante, luego de que tuvo que cerrar su carretón de tacos a raíz de la pandemia, pues dice que el horario en el que puede abrir no le conviene.
Así que todas las mañanas sale muy temprano de su casa en bicicleta para cortar madera en la sierra y conseguir la palma para elaborar sus productos.
El hombre de 66 años cuenta que antes se dedicaba a la gastronomía, inició en 1982 trabajando en El Granero, estuvo en restaurantes de los hoteles más reconocidos de aquella época en la capital tamaulipeca, como son el Everest y el Panorámico.
También laboró en la Villa Náutica, en la presa Vicente Guerrero, pero al terminarse el trabajo, empezó vender tacos por su cuenta.
En 2010 se instaló en San Luisito, uno de los vecinos le regaló el carretón de tacos, pero Don Marco Antonio siempre buscando la forma de hacer algo más, recordó que él aprendió a tejer la palma y en sus ratos libres empezó a dedicarse a la elaboración de sillones.
Comenta que fue durante 1977 cuando estuvo en prisión y fue ahí donde se enseñó a tejer el cogollo de palma, con el que elabora sillas, sillones, periqueras y sillas para comedor.
En este año, al llegar el recorte de horarios para restauranteros por la emergencia sanitaria del Covid-19, decidió dejar de vender tacos pues ya no le convenía y se dedicó únicamente al arte de la elaboración de estos muebles, sin embargo señala que espera volver a abrir el próximo año.
Por ahora el carretón lo usa sólo para hacerse de comer, pues él esta en esa esquina todos los días de 9 de la mañana a 8 de la noche, excepto el domingo que llega un poco más tarde.
Don Marco Antonio señala que con la elaboración de sillones saca para comer y para sus gastos, un hombre que a pesar de las adversidades nunca se deja caer y que le dice a la gente “que no se agüiten, que se pongan a hacer algo, hay muchas cosas que hacer y de dónde ganar dinero, pero muchos prefieren pasarla acostados en la casa”.
Al finalizar el día, se monta en su bicicleta y se va para su casa en la colonia Nacozari, dónde vive solo pues sus hijos ya están casados, su única compañía son unos conejos de castilla, que él cría porque le gustan y los tiene de mascotas.
Por Jorge Castillo