Gobernó a Tamaulipas
El 16 de marzo de 1862, el hombre fuerte del noreste mexicano, Santiago Vidaurri, nombró como gobernador y comandante militar de Tamaulipas al ex presidente de México Ignacio Comonfort, quien había recibido la protección y el apoyo del caudillo norteño a pesar del enojo de don Benito Juárez, quien
aún no olvidaba el autogolpe de Estado que se había dado y que trajo como consecuencia la Guerra de Reforma.
Para el mes de abril de 1862, Ignacio Comonfort dirigió su primer a proclama a los soldados tamaulipecos bajo sus órdenes, pidiéndoles la más estricta disciplina, pues no permitiría ninguna murmuración en contra del gobierno.
En caso de romperse el sitio en Puebla y tomar la capital de la república, Tamaulipas y otras entidades del norte, entrarían en el mapa de operaciones del ejército francés.
Frente a ese peligro inminente, el gobernador tamaulipeco Ignacio Comonfort integró un fuerte ejército, que saldría al centro del país a combatir a los franceses.
Pero antes de partir, sintió temor que la guerra civil volviera a resurgir en la entidad por la llegada reciente de De la Serna a Tamaulipas, por lo que le sugirió a su amigo Vidaurri que su sustituto fuera el general Juan Bautista Traconis, “recomendándole no lo abandonara en sus consejos”.
En julio de 1862, Comonfort estuvo en Tampico, y de ahí salió el día 12 rumbo a Tula. Se sabe que el 1 de agosto estuvo en Victoria; plaza de dónde salió nuevamente para Tula el 3 de agosto.
Fue muy amigo
del cura Lozano
El 4 de agosto de 1862, el presbítero liberal Ramón Lozano le escribió al gobernador Comonfort desde Santa Bárbara:
“Doy gracias para sus bondades para con este vecindario y su pobre párroco, asegurándole: que sus voluntarios en favor de la causa nacional [se están escogiendo muy bien] para que fuesen útiles y patrióticos, [por ello se] ha demorado su marcha, mientras los pocos artesanos que hay en la localidad recomponen las armas de propiedad particular en su mayor parte, y hacían las cartucheras y demás cosas sin las cuales no hay soldado. Aunque no bien; sin embargo, hoy marcha el escuadrón con un numero de más de ciento treinta plazas, sin incluir a los oficiales, bien montados, igualmente armados y medianamente vestidos, todo a esfuerzo del vecindario y al muy patriota y digno comandante [Antonio] Catillo, quien ha dejado perder con el mayor contento una siembra de caña, arroz y maíz [con tal de cumplir con su deber patriótico].”
Ramón Lozano le dijo al gobernador tamaulipeco que sentía mucho que se retirara de Tamaulipas por la guerra extranjera, ya que haría falta su experiencia y providencia conciliadora, pero sabía que su partida era necesaria para la patria, expresándole lo siguiente:
“[…] Señor general, que su ida al interior no sea para hacer un papel secundario, sino uno de los primeros en política, pues usted va a representar la paz de los mexicanos, bajo su inteligencia, y por la confianza que se le ha tenido, le ruego por mí, por mis feligreses y amigos del sur de Tamaulipas, en fin, por todo el gran partido liberal reformista”.
Lozano tenía razón, la gubernatura del ex presidente de México se caracterizó por su política reconciliadora, y los vecinos de los dos Morelos lo pudieron constatar, luego que em breve lapso que gobernó a los tamaulipecos, el conflicto entre habitantes de la villa de Morelos, surgido por el cambio de poderes a nueva villa, se pudo resolver con la división del municipio en dos, fue así como surgieron; Antiguo y Nuevo Morelos.
Por último, le decía, que no se olvidara que en Santa Bárbara dejaba un pueblo que le apreciaba, y confiaba en sus esfuerzos, así como su pobre sacerdote evangélico, que pedía a Dios le guardase muchos años.
La comunicación era constante entre ambos personajes, y el 5 de agosto de 1862, Lozano le hizo saber a Comonfort que el día anterior no había podido salir el escuadrón Castillo, por más esfuerzos que había hecho su comandante, pues se presentaron mil circunstancias que lo impidieron.
Lozano pedía que la comunicación entre ambos continuara, desde Tula, San Luis Potosí o demás pueblos donde la Providencia les pusiera, pues como mexicano liberal progresista, era de su interés saber noticias de la División, despidiéndose de esta manera:
“[…] para nuestro consuelo, en ratitos perdidos, por el interés que en ello tengo, me urge a suplicarle solo así, el hecho de haber tirado el guante en mí mis éxitos al clero romano y al fanatismo.
Comonfort y su
ejército sale
de Tamaulipas
El 10 de agosto, desde Tula, don Ignacio Comonfort le informaría al padre Lozano, que el 8 de agosto se les había unido el comandante Castillo con 130 hombres montados y armados, cosa que le había dado mucho gusto, porque no se lo esperaba, y porque tenía el mayor interés que el pueblo de Santa Bárbara fuese uno de los que representara a Tamaulipas en la próxima guerra contra los injustos invasores.
“[…] muy apreciable amigo y señor… en lo poco que he tenido el gusto de tratarle, veo que su carácter es franco y [de] una vocación que estimo mucho en los hombres de temple y recibo con gratitud, sus sentimientos para mí”.
Ese mismo día, Ignacio Comonfort y la División a su mando, salían de Tula con rumbo a la ciudad de San Luis Potosí.
A su salida de Tamaulipas, Comonfort llevaba una flamante División integrada por 4,190 hombres, de los cuales la fuerza móvil era 2,271 efectivos, pues el resto quedaba de reserva en Matamoros y en Tampico con el batallón Huejutla.
Estaba integrado por un Estado Mayor, un secretario de campaña, 60 exploradores de la frontera, un comandante general de artillería, y dos brigadas: la primera estaba integrada por el 1° y 2° batallón de Nuevo León y Coahuila; mientras que la segunda la integraba el 1° batallón de Tamaulipas, batallón del centro y el batallón guarda costas.
La tropa le tenía
desconfianza
Desde su arribo a Tamaulipas, los esfuerzos de Comonfort se concretaron a disciplinar y adiestrar a sus bisoños soldados.
Eso, de por sí, presentaba problema para cualquier jefe de tropa, y en el caso de él doblemente, pues entre sus subordinados por muy ignorantes que fuesen, no estaba oculta su actitud política del año 1857.
Según el oficial Manuel Balbontín, entre la gente de Tamaulipas, el señor Comonfort no tenía mucha simpatía; y muchas veces le dijeron los oficiales de artillería bajo su mando, que solamente en su obsequio trabajaban para pasar el material por la sierra, persuadiéndolos que no se trataba del señor Comonfort, sino de la nación, en cuyo obsequió trabajaban todos.
Su presencia en México fue muy discutida, se le tenía desconfianza, algunos periódicos lo hostilizaban y, por lo tanto, su labor se veía entorpecida por el ambiente que en su contra se había formado.
Comonfort y su ejército de tamaulipecos llega al valle de México
Al aproximarse los franceses a la capital, el gobierno elaboró un plan de ataque dónde el Ejército de Oriente, más próximo al enemigo, debería ser auxiliad o por un ejército llamado del Centro, cuya jefatura fue dada a Comonfort.
Este cargo le fue conferido en octubre de 1862, mientras el Ejército de Oriente resistía penosamente el avance francés.
Un periódico de Tampico, llamado LA SOMBRA DE ZARAGOZA seguiría muy de cerca las noticias acontecidas, en el peregrinar de la división tamaulipeca a la capital de la república.
“Esta brillante división al mando del ciudadano Ignacio Comonfort, entró el 2 noviembre a la capital.
Fue muy bien recibida y el general vitoreado.
Después de haber pasado por el frente del Palacio Nacional, y recorrido varias de las principales calles de esta ciudad, se volvió a Tacubaya, donde tienen sus cuarteles”.
González Ortega se fortaleció con la presencia de Comonfort y los tamaulipecos, y aunque obligado por las circunstancias, colaboraron juntos en la defensa de Puebla, sufriendo juntos la precaria situación de sus tropas y la crítica de la opinión pública. Naturalmente, esto fue momentáneo, pues González Ortega, después de haber capitulado la ciudad en mayo de 1863, aunque honrosamente, señaló que la plaza se había perdido por la ineficacia del Ejército del Centro al mando del ex gobernador de Tamaulipas.
Su inesperada muerte
El 8 de mayo de 1863, el Ejército del Centro fue derrotado por el francés en la Batalla de San Lorenzo, población del estado de Puebla, obligando a sus divisiones a replegarse hacia Tlaxcala.
Esta derrota trajo consigo un mar de críticas para el ex presidente de México, pues se dejó a los defensores de Puebla sin víveres, ya que todos los que conducía Comonfort hacia esa ciudad, fueron tomados como botín de guerra por el ejército de Francia.
Los periódicos desataron sus antiguas predicciones acerca del comportamiento de Comonfort, pero a pesar de esto Juárez lo apoyó decididamente.
Ante sus fracasos, se apresuró a renunciar al cargo de Jefe del Ejército del Centro, renuncia que le fue aceptada por Juárez, felicitándolo por el valor y empeño.
Después de una breve licencia, Comonfort fue nombrado Ministro de Guerra del gobierno republicano y se le encomendó proteger Santiago de Querétaro, pero el 13 de noviembre de 1863, de camino a Celaya, fue sorprendido por hombres al mando de los hermanos Troncoso que, aunque militaron bajo las órdenes del general conservador Tomás Mejía, saqueaban y robaban por su cuenta, y precioso botín debió parecerles el ministro al que atacaron, partiéndole la cabeza de un machetazo.
El personaje que pacificó Tamaulipas en 1862 de los conflictos postelectorales entre rojos y crinolinos, murió mientras era trasladado a Celaya.
POR: Marvin Osiris Huerta Márquez
EXPRESO-LA RAZON
FOTO:Archivo/Expreso-La Razón




