5 diciembre, 2025

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Patria, quiero hacerte el amor

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

¿Dónde quedaría el amor a todo esto, en qué lugar de un cuarto oscuro y en el profundo rincón reacciona tembloroso al universo?
El amor siendo un árbol, de pronto es una hoja que resbala del otoño. El amor es una reacción en lugar de una ampliación sencilla y tierna de la mente y el cuerpo. El amor aún existe en las palabras, pero su esfuezo por existir perece en alas sueltas de mariposa, en humo, líquido viscoso de la senda errónea.
El amor existe sí, pero en la tarde llorando abajo del pueblo. Porque el amor es a veces toda la hipocresía. Y es amor, imposible de reconocer en los seres humanos como seres pensantes en medio de la niebla, ciegos y sin facultades para tocarnos el alma ante la fragilidad del mundo y del cuerpo.
Hipócrita amor, nos van a lapidar en tu nombre, mas nos enterrarán juntos y al mismo tiempo. Cada uno llacerá para sí con su borroso nombre.
La vida sigue, dicen, y las estaciones dan vuelta al invierno entre el infierno y la gloria. El purgatorio es una despedida continua al regreso, es circular en esta sociedad desprevenida de autodefensas.
El llanto, canto de lluvia inútil en un cuerpo árido, es un charco donde bebemos cuando el río está seco. Y comenzamos tardíamente a vernos las caras, los ojos, el cuerpo seco aunque sexi y solidario entre miles de solidarios consigo mismos.
El amor antes, no hace mucho, era el amor que con amor no se cobraba, por eso nadie llevaba la cuenta. Amor, te volviste- si de eso trata- deuda impagable. Somos amor. Estamos hechos de amor y le reaccionamos violentos para que despierte a las once de la mañana. Y el amor es arte, Dios escondido, luego comedia, ligera sonrisa, y se habla de él como un gato, paso sigiloso hacia otro y los otros.
Estamos llenos de amor y lo ignoramos. Pobrecito. Le hablaban al amor y ahí te encargo la respuesta en un sueño, pues se habla de amor mientras estamos dormidos. Faltaría que el amor nos dijese cómo ama, cómo se pudre el uno por el otro sin ambagajes, no para salvar al “yo” sino porque salvando a otros se salva uno.
Amor: quiero ir a esa patria extranjera de la que tanto hablan, ser ahí un extravagante plástico, ángel móvil, eterno como el gran libro de todos los tiempos. Como letra impresa en la gran pirámide que tocando el cielo, en pleno vuelo pudiese vernos.
Amor, no me debes nada, yo en cambio te dejo las cartas que no escribí por falta de tiempo, por la calle larga y empinada, por la ciudad enredada en el tráfico vehicular, por los rostros de momentos duros sin todos unidos, sin la compañía humana que nos toque el hombro.
Quiero ir a esa patria de la que hablan luego del flujo de los días callados, capitalizados por unos cuantos. Sin menoscabo amor quiero hacerte el amor patria eterna, a cielo abierto donde todos nos vean. Suscribo mi derecho de réplica, mi derecho a nacer y vivir, a soñar y ser en todas partes. Suscribo mi derecho a caminar pensando libre por las calles, a no ser un bulto ni un número, ni el busto de mi cuerpo en una foto. Suscribo mi derecho a ser un ser humano.
Por tanto, no me despido con la presente pues el futuro me espía afuera de la casa, en las redes, entre los jóvenes y los viejos, entre los contratados y los olvidados, entre quienes pintan y depintan las escaleras que suben y bajan sin descancillos.
Aquí en el peldaño de la vida que es mi pié izquierdo que nació junto al derecho, quiero ir a tu encuentro y cambiar contigo. Quiero, si es que puedes amor, que vengas para decirte unas palabras inesperadas ya, entre miles que se hayan dicho. Es todo. Dejo huella de mi lucha, del sudor de mi cuerpo escurridizo en el lodo amable. Me anuncio en lo alto de mi naturaleza, en el color y el sabor de mi pueblo fuerte y orgulloso. Con el corazón latiendo con fuerza en la trinchera liquida de mi sangre. En el nombre de la patria que es el nombre propio y único, escribo esto.
HASTA PRONTO.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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