Parece inquebrantable, pero no lo es y ha dividido más a la nación, pues algunos opinan que la valla que blinda Palacio Nacional es necesaria para detener la furia de las mujeres, muchas más ven el muro como una retórica simbólica del distanciamiento insano del presidente con las mujeres.
Y les quedo chica la valla, las feministas en una intervención pacífica, convirtieron el muro en un lienzo gigantesco para apuntar el nombre de muchas víctimas de feminicidio, como un recordatorio para la conciencia
de todos y en memoria de quienes no han recibido justicia, y faltó espacio para nombrarlas a todas.
Así llegamos puntuales a la cita del 8M, pero el gobierno no quiere oír más reclamos. Las mujeres no deberían estar ahí intentando hablar con una pared, pero no hay otra forma de hacerse escuchar y la protesta que, como cada año, desde hace cien, tiene su origen en el reclamo justo por el respeto al derecho de las humanas, el presidente la convertirá en “politiquería”.
La relación del presidente con las mexicanas, está rota, no hay vuelta atrás, lo que sigue es el divorcio, sin mediación, han sido dos años de maltratos verbales y psicológicos, de aplicarnos la ley del hielo,
de dudar de las capacidades de las colectivas organizadas y no creer en las víctimas, él está decidido a no romper el pacto patriarcal y montado en su macho nos sigue viendo como “tóxicas” e “histéricas” y propicia que sus seguidores reafirmen la conducta misógina
y machista que nos oprime. El presidente, niega su machismo y asegura que el muro no es un asunto de temor: “no les tengo miedo a las mujeres, es precaución”, pero debe saber que en este país las mujeres vivimos todo
el tiempo con miedo y ante eso, no existe estrategia de prevención.
Criminalizar la protesta, no es la respuesta y lo que suceda hoy es de pronósticos reservados, las redes ya advierten que habrá infiltradas tratando de desestabilizar el movimiento, ojalá que no haya más tragedias que lamentar y que el “muro de la paz” como lo ve presidencia, no se convierta en un “mural ensangrentado”.
La fecha también es para reflexionar entre nosotras y en entornos cercanos, no es un día de celebración, ni para felicitarnos, ni para recibir apapachos hipócritas, es para “encabronarnos” más por los 3 mil asesinos de mujeres que no reciben castigo; por los acosadores que como Roemer o Salgado son protegidos por sus pares; por los abusivos patrones y compañeros que se niegan a trabajar en espacios libres de violencia hacia la mujer; por los hombres que en las calles nos asustan desde niñas; por los monstros que aún tenemos en el closet; por los agresores que habitan el mismo techo que sus víctimas. Porque no logramos romper
el techo de cristal, ni soltarnos del piso pegajoso. Porque el pacto patriarcal también está entre nosotras.
Hoy es un buen día para reconocernos como violentadas, nombrar a nuestros agresores y tirar las vallas mentales que nublan la visión, mirar la realidad con cristales violetas para entender que nosotras no somos transgresoras, como lo quieren hacer ver los misóginos, estamos en resistencia porque el sistema de ellos, nos ha orillado a esto. Debemos tirar las vallas machistas que no dan cabida a la igualdad y no callar más nada, gritar todo hasta que no haya una violentada más. El muro erguido para salvaguardar el patrimonio histórico que ha cimentado el patriarcado, es sólo un recordatorio más de todas las barreras que aún tenemos que derribar.
Una investigación del El País, revela
que en México el 68 por ciento de los encuestados considera que la violencia de género ha ido en aumento, que el 62 por ciento desaprueba la conducta del presidente en este tema, que más de un cuarto de la población no sabe que se conmemora el 8M y que el 86 por ciento de las mujeres nunca ha participado de una manifestación pública.
Como en los deportes domingueros, hay más estrategas y opinantes desde la comodidad y el privilegio de un sillón que, en el campo abierto de la lucha desigual de géneros.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE