23 diciembre, 2025

23 diciembre, 2025

Poema entre un montón de piedras

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

MÉXICO.- La vida es un amplio poema escrito por las personas a lo largo de su existencia. Alguien lo lee y avanza hacia otro poema escrito por el tumulto de la gente, avanza por las calles en el misterio del destino y la fuerza inexplorada por otros.

Lo que más emociona de la poesía, son los momentos en el arte en los cuales la poesía se hace presente. En pintura, por ejemplo, en las mismas artesanías, en la novela de Dostoievski o de Emilio Zola, en los cuentos de Guy de Maupusant.

Si no hay poema es difícil que el arte exista realmente, podría ser una farsa y las hay. Hay poemas truculentos. No creo que todos estemos obligados a consumir literatura, menos a producirla; que lo hagan quienes lo necesitan por amor, por favor, por lo que sea.

Soy un evadido de los cuerpos tendidos y regados por el suelo. Mi voz alcanzó ecos de cañón en hondos precipicios. Retumbo ahora en paredes pintadas con grafitos, con bombas de letras estrafalarias que nadie traduce. Voy arrastrando la mirada, queriendo en la bruma una veta de amor repentina en la mía.

En lo general hago algo de distancia, recorro 2 o 3 kilómetros hasta donde alcance la mirada, en lo particular desfibro las venas con las cuales he parido dos textos rebeldes por los muertos de otros y los míos.

De lo que he dicho quedan estas palabras. De todo lo que llovió quedó el aire frío, frívolo en la anunciada tierra. Dos pancartas gritaron la vieja consigna y muchos de a pie salieron a las calles aquella tarde y fuimos reprimidos por alarde, con una ligera muestra de la fuerza.

En el patio el balón inmóvil dejó su profecía de goles, foules en la cancha de un partido perdido. Queda este estadio vacío como el alma, roto en las gradas y en el tartán de corredores solitarios sin rumbo. He practicado otros deportes impensables por la fanaticada local.

Mi vista apenas alcanza la colina y descansa en oscuros árboles, se disemina en la sombra pintada por el filtro de una fotografía digital que nada aporta.

Mas he visto los cuerpos silenciosos que se fueron hace rato en la cultura de morir como si nada, de repente, asomado en la ventana, mirando la calle.

Cuando salga de la tarde habrá poca corriente de viento estival, será fácil que me superen, para entonces sólo querré soñar.

Las noches será el escaparate, la cortina para encontrar otro cuerpo en mi cuerpo tatemado por mi poema. Lúcido, pero encabronado y viejo. Las mujeres dirán que fui el hombre que habitó la casa abandonada. El mismo que vieron juntar piedras enfrente de la hoguera.

Sólo entonces dirán que fueron ciertas todas las mentiras que de mi dijeron. Y la única verdad, si la hubiere, será pervertida por una mujer del vecindario.

En lo que las piedras sirvan al recuerdo, con ellas en el suelo un niño sabrá qué hacer para romper un vidrio, partir la nuez, tirarle a un perro manso, como arma de malviviente en una manera de defender el barrio bravo que fui, que aún soy, mientras veo cómo merma el montón de piedras. HASTA PRONTO.

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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