Todavía con los ecos de los discursos gubernamentales vanos, ante los problemas de las mujeres, los datos nos confirman porque la lucha feminista debe seguir más allá de un 8 de marzo. Sigamos alertas para no bajar el tema de la agenda mediática, con la esperanza de que algo cambie.
Por la efeméride, la OMS y ONU Mujeres presentaron un nuevo diagnóstico sobre la violencia de género, “un lastre generalizado que las mujeres empiezan a sufrir a edades muy tempranas y que se agudizó en el confinamiento debido a la pandemia”, actualmente 1 de cada 3 mujeres sufre violencia de pareja o de personas cercanas. Los datos revelan que este problema lejos de disminuir va en aumento y está presente en todas las culturas. Y no hay vacunas para eso.
Para el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus el panorama de la violencia hacia las mujeres es alarmante y acepta, que no se dispone de vacunas para ponerle freno, por ello apuesta a que los gobiernos y sus comunidades cambien las actitudes perjudiciales y fomenten relaciones saludables y de respeto mutuo.
Además, reconoce que los datos de violencia de género son parciales, ya que se sabe que muchas víctimas no denuncian por temor a la estigmatización, a que no les crean y a que el abuso contra ellas se incremente.
Las cifras que se dieron a conocer esta semana son de un estudio titulado “Estimaciones mundiales, regionales y nacionales de la prevalencia de la violencia de pareja contra la mujer y estimaciones mundiales y regionales de la prevalencia de la violencia sexual fuera de la pareja contra la mujer”, es el mayor análisis que se ha presentado hasta ahora sobre este tema y se hizo antes de incluir el impacto de la pandemia, en el periodo del 2000 al 2018 cuando aún no se cancelaban apoyos a víctimas, se cerraban centros asistenciales y se obligaba al confinamiento.
Estos datos revelan que las mujeres de países de renta baja y media padecen más violencias; que en algunos países una de cada dos mujeres ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida; que en América Latina los índices de violencia de género superan el 25 por ciento y de este lastre las jóvenes entre 15 y 24 años, son el grupo etario con mayores tasas de violencia.
Como otros estudios de género, con este se sustenta que además de la física, la violencia contra la mujer deteriora su salud mental y el bienestar de la familia. Los daños son graves y variados, van desde lesiones físicas a depresión, ansiedad, enfermedades sexuales transmisibles y embarazos no deseados que afectan a la víctima y su entorno, y es reflejo de nuestra sociedad. Una mujer golpeada, a veces soporta la agresión durante toda su vida y los saben los hijos, familiares o vecinos, pero también callan, quizás por miedo o falta de información para buscar atención al respecto.
Lo propuesta que acompaña al análisis global para eliminar estas violencias, es combatir urgentemente las desigualdades económicas y sociales, mejor el acceso de la mujer a la educación y más servicios de salud, además de fomentar empleos seguros para ellas, para esto se necesita cambiar las reglas sociales y normas institucionales que siguen discriminando a las mujeres.
La exigencia entonces es que los gobiernos adopten políticas con visión de género, más leyes por la igualdad, fortalecer los sistemas de salud para que la mujer tenga acceso a la asistencia básica, que las sociedades cuestionen las costumbres y creencias discriminatorias para erradicarlas, que se impulsen estrategias de prevención reales y eficaces y se continúe documentando este flagelo para atender las distintas formas de violencia que aquejan a las mujeres.
El diagnóstico es certero, la solución está en romper las estructuras del sistema patriarcal, entender y atender el reclamo urgente de las mujeres, más allá de una pose política a la que obliga el calendario. En serio, rompan el pacto ya.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE




