7 diciembre, 2025

7 diciembre, 2025

El destino turístico más importante

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

De puño y letra me confieso culpable. No ante Dios, pues supongo que él todo lo sabe y sino lo investiga. Mucha gente sabe más de mí que yo. Habrán dicho lo que fuí y lo que no. Entonces ahí les va el complemento. Lo que han pensado de mí es verdad. Lo es frente al espejo frío y cotidiano.
Con mucho no he sido un hombre bueno. Pero esos no existen, aún y cuando haya quienes pongan todo su esmero. No soy
de esos. Ni siquiera soy el que acude a las conversaciones de buenos samaritanos.
En términos generales no soy buena persona y en términos particulares tampoco aprendí a ser muy malo, y desconozco por completo ese género clásico.
De este año no sé cuál día o semana fue la peor, cada segundo fue diferente, fue grato cada instante, cada paso, cada pulso de aire, cada respiración encontrada.
Ignoro si equiparé bien la cosa nostra esa que cargamos por dentro, pero otras veces eso de tomar fotografías y jugar futbol me dio una analogía. Por ejemplo: jugué futbol alguna vez y no fui mal jugador mientras me la rifé jugándome el pellejo. En un extremo me adelantaba a la jugada, la intuía, sabía por dónde venía la jugada y el centro al borde del área donde nacen los goles; en el futbol aprendí que hay qué adelantarse a la hora de tomar una foto, nunca hay que caer en un fuera de lugar. Y así es la vida, llena de analogías. Se aprende practicando y echando a perder se aprende. Habrá que ir a todas aunque te caigas y te levantes fingiendo que no pasa nada. Yo siempre cargo una piedra en la mano.
Con eso confirmo mi mea culpa y trato de no confundir. Por ello no he callado lo que pienso. Hay a quienes por ejemplo les caigo gordo y con mucha razón. Eso digo. Sé reconocer lo de mi peculio, es decir que me conozco desde niño y no existe mucho mérito en reconocerlo. Y aquí estoy frente a la gente mirándose sin los ojos y yo haciéndoles reír sin un chiste, como siempre.
Dios sabe que he pecado muchas veces y le pido perdón aunque no permiso. Posiblemente no me alcance. De nada me arrepiento, aunque no creo que eso por si mismo haga daño a alguien. Antes digan que aquí ando.
Absorbo con esto el resto de mis culpas y mis cloacas. Los eventuales tropezones que me llevaron al suelo patrio y al suelo ajeno, al patio y al sitio más profano. Asumo mi condición de local en una ciudad linda como esta con toda su ropa, que me ha visto caminar por sus calles sin menoscabo. No soy profeta en mi tierra ni deseo serlo. Soy lo que soy, pero no soy nada. Como Pessoa, no puedo aspirar a ser nada, pues qué es nada.
Vivo solo adrede, buscando por dentro y no quiero ocupar otros espacios para que la gente tenga dónde sentarse, no deseo ganarle el turno a nadie. Nada más aspiro a ser lo que soy y el resto Dios lo sabe.
HASTA PRONTO.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS