MÉXICO.- Escucho pasos y no sé si vayan o vengan; hay cierta diferencia entre ambas cosas siendo la misma distancia incluso la misma persona y la rapidez con que se hacen.
A esta hora no sé si acaba el día o empieza otro, por tanto ignoro si se trata de un reclamo de quien venga o de una promesa de quien vaya. Quizás los pasos que escucho pasen de largo sin detenerse. Por algo son pasos.
Tal vez no sean pasos y mi mente engañada por la noche elabora esto. Espero el sonido de otro paso para saber más: investigar si vienen acompañados, si pesan o son ligeros, si hay otros ruidos que amplíen mi criterio imaginario.
No sabría cómo actuar si los pasos aceleran y se aproximan corriendo. Me abstraigo de otros ruidos más o menos fuertes, más o menos interesantes, con tal de escuchar con claridad.
Y claro pasa un vehículo, raro a esta hora, y lo entiendo antes de preguntarme qué hace a esta hora. Voy por los pasos que escucho en la penumbra de mi supuesto silencio. En vez de ser pasos pudiera ser un hombre que clava una tabla.
Un golpeteo de dedos que tamborilean en la casa de junto. En todo momento es importante por mi seguridad saber qué es aquel sonido acompazado que se oye o que sólo yo escucho. Los pasos parecen que alguien toca con insistencia a mi puerta.
Pero dudo que una persona lo haga- y menos en mi condición de hermitaño-, que nudillos tímidos teman lastimarse o lastimar el amparo de la callada noche con el monótono ruido, pero cosas como esa las descarto.
Mi experiencia aclara el pasado solitario de mi puerta y su madera intocable. Quizás alguien viene a buscarme y le abriría a ese ser extraño que se atreve a llamar donde nadie lo hace.
Por la noche no hay chiquillos traviesos de los que tocan y huyen corriendo. Escucho los pasos iguales, acaso con una imperceptible diferencia, un zapato más cómodo que otro. Suele ocurrir. Una suela desgastada y la otra íntegra y silenciosa.
Un pie herido por el cansancio y el otro a rastras. Qué podría saber yo de eso. Por el momento aprendo a distinguir las pisadas, cargan su historia trágica de corretizas, de pies inchados por el cansancio, engarrotados por los calambres, con sabor a banquetas, a pavimento mojado, a tierra, a lodo y a estiercol, por lo cual sé de los pasos sean de quien sean.
Uno tras otro desfilan como en la escuela con el paso marcial sin errores. Seguro de un momento a otro despertaré y el carpintero recogerá su herramienta de viejos y rencorosos martillos. Los vecinos dejarán de tamborilear con los dedos endurecidos. Y entonces los pasos con su huella de eco desaparecerán de este texto.
De manera intempestiva los pasos avanzan- creo que aún no despierto- se acercan con su misterio, los oigo casi en mi cuerpo y se detienen.
Estoy cansado. Nadie me ha visto, nadie escuchó los pasos que escucho, debe ser bueno eso para creer que no estoy loco ni neurótico, o algo que me tipifique un psicólogo.
Confirmo mi soledad en la pequeña aldea de mi mundo. Sin llamar se abre la puerta. En el umbral de la realidad que ahora construyo escucho los dos últimos pasos.
Aterrorizado abrazo la almohada y por el cansancio me quedo completamente dormido. Entonces por fin luego de un largo día dejo de escucharlos.
Mañana yo, el mismísimo Juan Pérez, me pondré los tenis desgarrados que tengo y a lo mejor le pongo tacones nuevos a mis botas escandalosas.
HASTA PRONTO.
CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA
????????-Si aún no recibes las noticias de @ExpresoPress en tu #WhatsApp, envía un mensaje al número 834 247 75 53 y comienza a recibir de forma gratuita nuestra información. #Tamaulipas #EXPRESO pic.twitter.com/hWQlmIHnzn
— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021




