5 diciembre, 2025

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Vivimos en el pensamiento

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

El pensamiento es un ave pasajera que de pronto por otro es sustituida. Es vapor del cerebro ansioso que busca la puerta y sale como sea. En su huída el pensamiento atrapa el breve momento, la sabia del alma en juego y el espacio de la memoria.
Si no existiese el pensamiento viviríamos de todas maneras. Tal vez fuésemos más felices a nuestra manera. Actuariamos por instinto; cosa que hoy en día por efectos de la supuesta inteligencia natural y artificial poco hacemos.
El raciocinio, hijo del pensamiento, ese hipócrita y traidor padre del ego, tampoco existiera. Si no pensaramos tampoco armariamos una estrategia para ser más poderosos que el prójimo. Cada uno lo sería para si mismo sin agobios.
Hay en la naturaleza la tranquilidad suficiente. Baste alargar la mano y tocarla sin pensarla. Suavemente nos devuelve la caricia como una hoja en su rama o como una sinfonía de aves, si de ir más lejos se tratase.
Pensando es como echamos a perder todo. En el amor puro por ejemplo no hay pensamientos.
El beso sincero es espontáneo. Es el abrazo al borde de la pregunta del por qué lloramos, y la apretamos. Realmente un abrazo sincero duele, es un gran espacio en el momento que lo cubre todo, incluídos retóricay pensamiento.
Sin pensar se escribe uno. No son palabras si no las pienso; son palabras si solo las escribo. Adentro no son letras, ni ideas, ni
un objeto que se parezca a una imagen de la imaginación absurda; adentro el amor lleva sus valores en un barco. Va a un puerto del paraíso, y bastaría con verlo cómo ocurre en la bruma de una mañana, en el tráfico citadino que riega el destino de la ciudad.
Y todavía los pensamientos chocan entre sí, se mezclan en los andamios, sueltan migajas de su dura pelea. Ojalá fuese uno sólo el pensamiento en lugar de muchos, y lo son porque el ser humano, en su mecanismo de defensa, busca complacer a todo el mundo.
Sin embargo el pensamiento se las ve con el automatismo de nuestro instinto, que también tiene que ver con el desarrollo del intelecto. Las cosas y movimientos que hacemos por impulso tienen medida en nuestra capacidad de respuesta.
Por ello es que todos sin excepción pensamos distinto, y sin embargo el sistema dominante nos educa y forma para que pensemos iguales y con ello debilita el instinto, tal vez la única rama mediante la cual hacemos conexión con el planeta.
La denominación de Kierkegaard para dudar de todo, los razonamientos propios y ajenos, prevalecen sobre la naturaleza y sin embargo tal vez por ello cortamos un árbol. Hacemos del océano un depósito de Pet compartido. Esquivamos un tramo cortando la tierra en tajos.
La palabra proscrita sale automáticamente y no se repite. Cuando la palabra se dice, otra cosa dice. Los movimientos constantes son autónomos, si los pensamos buscamos no hacerlos. En eso consiste, dicen los que piensan. Tal vez sea cierto.
Vivimos en el pensamiento porque es inquietante y aporta. El pensamiento al borde de un ataque de celos, loco y desenfrenado. Siendo bonito el pensamiento salva como cuando lejos de quien amas la piensas y es como si la llamaras y te llama.
Sobrevivimos al pensamiento y poco por instinto. Frente a los animales que operan por instinto nada tendríamos que hacer ante la corretiza de uno de ellos. Y ese falso contacto que hacemos con la naturaleza, nos vuelve unos refugiados en nuestra propia casa, para uso exclusivo del pensamiento. Ignoro si sea malo o sea bueno.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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