Desde hace 97 años, en México cada 30 de abril es día del niño, pero hace apenas unos diez años que se incluye en la celebración a las niñas y esto es gracias a las feministas, disculpen las molestias, pero debemos recordar cada logro que se registra desde la colectividad ciudadana de las mujeres, ya sabemos que lo que no se nombra no existe y en el léxico público no se nombraba a las niñas, ahora ya se hace.
Las feministas que defienden los derechos de todas las mujeres, han colocado un mensaje en redes y en nuestras conciencias: “Con las niñas, no” y se refieren desde luego a las agresiones, violaciones, desapariciones y muertes de infantes, su condición de vulnerabilidad y la falta de estrategias de seguridad, salud y educación que les provean una vida digna.
El INEGI nos cuenta en sus últimos datos del censo del 2020, que se tiene un registro de 31.8 millones de niñas y niños de 0 a 14 años de edad, lo que representa el 25.3 por ciento de la población total nacional, de estos el 87.9 por ciento disponen de drenaje, energía eléctrica, agua entubada (no dice potable) y piso firme en sus viviendas, pero este porcentaje es menor en hogares indígenas, 61 por ciento.
De lo que cuenta el INEGI destaca el matrimonio y el trabajo infantil que aumentaron en la última década, en este siglo 21, actualmente 6 de cada mil niñas de 12 a 14 años han sido casadas y 122 de cada mil infantes trabajan en México.
Hoy también las colectivas insisten en su llamado a la protección de las mujeres desde la infancia, para que las niñas de hoy no tengan que lidiar con los recuerdos dolorosos con los que lidiamos casi todas en la adultez, a consecuencia de una educación patriarcal donde la familia fraterna, que se quiere perpetuar, ubica a las niñas y mujeres sin derechos ni protección.
Aunque nos cueste trabajo, es tiempo de desterrar las prácticas misóginas que se fomentan desde casa a través de la palabra, las acciones cotidianas y las conductas inducidas por la propia familia: las niñas barren, trapean, hacen de comer, lavan platos y cuidan bebes, los niños juegan afuera, rebotan la pelota en el zaguán, van al río, al parque y llegan tarde, justo a cenar, con la mesa puesta por la madre y hermanas.
Las niñas se sientan bien y deben vestir mejor para no provocar, pero a la vez tienen que ser femeninas, lucir siempre bonitas y hablar bajito. Los niños pueden andar revolcados, decir palabrotas y hablar fuerte, son formados para ser empoderados.
Las niñas deben elegir una educación acorde al “sexo débil” y desde el preescolar se les predispone para ello, también para que no dejen el hogar pronto en busca de su sueño, si con que estudien algo “mientras se casan” sería suficiente. La sociedad basada en el sistema patriarcal sigue arrinconando a las niñas y cerrándoles el paso a un mejor futuro, son escasos los ejemplos de quienes reciben trato igualitario en su hogar para alcanzar las metas planteadas.
Las actividades familiares, educativas, religiosas y sociales van marcando el rumbo de las menores de tal forma que cuando llegan a la adultez se han convertido en eso, que con tesón fueron tejido para ellas los hombres y mujeres cercanas. “Posees una inteligencia insuperable, lástima que seas mujer” le decía su padre a Simone de Beauvoir, según narran algunas citas que refieren el contexto en que se desarrolló la filósofa y humanista francesa, pionera en el pensamiento reflexivo feminista que luchó hasta su muerte por derribar esas connotaciones, sí la existencia humana la define nuestro cuerpo como mujer, la significancia social que nos atribuyen condicionará siempre nuestra existencia, inscribía.
Por ello es importante erradicar los estereotipos de género desde la infancia, involucrar más a las niñas en los movimientos feministas, sin temor a convertirlas en combatientes sin sentido, todo tiene importancia para ellas si en vez de vestirlas de rosa, brillitos y princesas, les acercamos los elementos que harán potenciar su libre pensamiento. Debemos motivarlas a defender sus derechos como humanas, no se trata de hacerlas peleoneras o egoístas, pero sí fuertes y empoderadas para una vida plena.
Cambiemos su formación, con un trato igualitario entre niñas y niños. Ni más, ni menos. Igualdad desde la infancia.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE