Como es habitual en todos los partidos políticos, los adversarios del Presidente Andrés Manuel López Obrador y en particular los de la alianza Va por México conformada por el PAN, PRI y PRD, han criticado fuertemente la militarización del país impuesta por el jefe del ejecutivo federal y Morena, olvidan, lamentablemente, que ellos hicieron lo mismo cuando estaban en el poder. ¿Quién inició la militarización?, el gobierno del Presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Cuando el primer mandatario resolvió emprender la guerrita contra el narcotráfico sacó al ejército de los cuarteles y los envió a patrullar las calles, a sabiendas de que se trataba de una disposición ilegal.
El gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto mantuvo también a los soldados en el combate a la delincuencia organizada.
A pesar de que el uso de los efectivos militares no ha logrado frenar las balaceras ni el número de muertos, tampoco pudo regresar a los soldados a los cuarteles.
Pero parece que a unos y a otros se les ha olvidado. Representantes tanto del tricolor como Acción Nacional arremeten con cualquier pretexto y recriminan al actual gobierno la militarización, el más reciente, la iniciativa presidencial para que la Guardia Nacional, que actualmente depende de la Secretaría de Seguridad Pública, pase a formar parte de la Secretaría de la Defensa.
La realidad, en el fondo, no es que se opongan a la estrategia a la que en su momento ellos recurrieron por las mismas razones que el mandatario en turno, sino que tratan de sacarle raja política al tema.
Saben que en tanto no se cuente con una policía con capacidad para poner un alto a la violencia del crimen organizado, el ejército y los marinos seguirán velando por la seguridad de la población.
La 4T tampoco es ajena a esa actitud, cuando López Obrador era oposición también criticó la militarización impuesta por Calderón y Peña Nieto, hecho que pone de relieve que cuando los partidos políticos son oposición opinan una cosa y otra muy distinta cuando son gobierno.
Hablando de otras cosas, mientras tanto, el anuncio de Felipe Garza Narváez de que buscará la candidatura de Morena a gobernador el año que viene, le metió mucho ruido a la sucesión política estatal, al mismo tiempo sacudió a los interesados en la postulación, saben que el ex diputado es un político experimentado y ampliamente conocido en todos los rincones de Tamaulipas.
Roberto González Barba pide a los morenistas que no se hagan bolas, que de los aludidos, los verdaderos amigos del Presidente son Rodolfo González Valderrama y Héctor Garza González.
Parece que el priista olvida que ya pasaron los tiempos del amiguismo y el compadrazgo en la selección de candidatos, que bajo las nuevas reglas del juego del poder lo que realmente cuenta no es la amistad sino la experiencia y los resultados en término de votos, cargos de elección ciudadana que han desempeñado a lo largo de su carrera política, renglones en los que Garza Narváez supera con amplia ventaja a la mayoría de los contrincantes.
¿En cuántas campañas electorales han participado, por ejemplo, Américo Villarreal, el Guasón y González Valderrama? ¿En cuántos municipios del Estado al que aspiran a gobernar han sido delegados del CDE?
¿Qué puestos de elección popular han desempeñado? ¿Cuál fue la cantidad de votos que lograron sin el nombre de AMLO en las boletas?, esos son los números que valen y que todo indica que la Cuarta Transformación tomará como criterio para elegir al candidato a sucesor de Francisco García Cabeza de Vaca.
Después de varias semanas de mantener bajos niveles de contagios del Covid 19, por otra parte, Tamaulipas regresó al semáforo epidemiológico naranja, esto como consecuencia de la elevación de la transmisión del patógeno que, como ocurría meses atrás, ha expuesto otra vez la salud de los tamaulipecos a riesgos mayores de contraer la enfermedad.
Las autoridades de salud no han dicho cuáles fueron las causas de los rebrotes, pero se deduce que tuvieron mucho que ver los actos multitudinarios de las campañas electorales, así como el relajamiento de las restricciones sanitarias.
Gran parte de la población se resiste aún a aceptar que la pandemia está muy lejos de terminar, como hace suponer a miles la aplicación de las vacunas, lo mismo que hacerse a la idea de que el letal virus respiratorio llegó para quedarse, como el de la influenza, y que pasaran años antes de que volvamos a la vieja normalidad que perdimos en febrero de 2020.
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