El sur de Tamaulipas, podría vivir uno de los momentos de mayor resplandor en su vida sociopolítica. La reelección de dos de sus alcaldes –Chucho Nader en Tampico y Adrián Oseguera, en Madero– y la elección de Armando Martínez en Altamira, hacen avizorar un futuro inmediato agradable y plácido para sus ciudadanías.
La eficacia del alcalde tampiqueño, está fuera de toda duda: ha sido ubicado por varios sondeos como el mejor alcalde del país; e igualmente Oseguera: se le ha mencionado como uno de los jefes edilicios con mayores consensos del país. Uno y otro, han dejado muy atrás a sus compañeros de partido –Chucho a los del PAN; Oseguera a los de MORENA– que gobiernan Ayuntamientos a lo largo y ancho de México.
De Armando el altamirense, se presume que hará un buen gobierno, en función de los largos años que acarició el sueño de gobernar su pueblo: varias ocasiones intentó ser candidato a la alcaldía por el PRI, y por MORENA fue tres veces aspirante, hasta que la tercera fue la vencida.
El electo alcalde de la tierra de Cuco Sánchez, no es un improvisado en la administración pública. Ha sido diputado local y ocupó algunos cargos en administraciones municipales.
Se le reconoce como un político honorable.
Un ingrediente que enriquece e ilumina los caminos administrativos de Oseguera y Chucho, es la apuesta a sus trabajos para que sus respectivos partidos les den boleto para otras tareas político-electorales.
Es decir: uno y otro, esperan el aval de sus buenas administraciones para meterse a la final del 2022 tamaulipeco.
Esa circunstancia, mandata a Chucho y a Oseguera, a ser leales a su partido y ejercer sus responsabilidades con atingencia y sensatez. En otras palabras: están más que obligados, a exhibir frutos para seguir en la lista de mejores alcaldes del país.
Martínez, es quien tiene el desafío más sencillo: todas las administraciones que le antecedieron, fueron un rotundo fracaso: el pueblo vive uno de sus más penosos momentos en infraestructura urbana y en la prestación de servicios. Con un presupuesto, incluso mayor que el de Madero, Altamira pudo ser ejemplo de desarrollo social y de urbanismo; pero la ambición vulgar de sus últimos diez alcaldes –los más voraces– pudrieron los anhelos de una ciudadanía que los botó el pasado junio.
Hoy Altamira, y los altamirenses –y su nuevo gobierno– están ante la expectativa de ser ejemplo estatal.
Recursos, hay.
Gobierno, lo va a haber.
La tríada del sur, dará mucho de qué hablar en los próximos meses…
Por José Ángel Solorio Martínez




