11 diciembre, 2025

11 diciembre, 2025

El soliloquio del popular

LA FERIA / SALVADOR CAMARENA

Lo que yo de verdad quería, lo que la verdad deseaba, es ser popular. Sí, pero popular lo que se dice popular. Que en las
calles de las ciudades, que en las brechas y en los pueblos la gente me reconociera, me saludara. Hago política para que me quieran, carajo, parafraseando al Gabo. Y vean, ya soy el más querido del mundo mundial.
Yo, el hijo de un pueblo. El hijo de un pueblo que vive en el Palacio. Como Benito. No está mal, ¿no? Se los digo aunque se enojen. Pido disculpas. Pero cómo no voy a estar contento. Feliz, feliz, feliz. A ver, ¿quién lee en el mundo los periódicos mexicanos? ¿En qué concurso salen hasta a mero arriba Raymundo, Aguilar o Krauze? Me los chingo, con el perdón de la investidura. A mí me quieren los mexicanos; a ellos y a otros como ellos, ¿quién?
Debo confesar que quiero que me quieran desde hace mucho, pero muuucho. Y que al principio pensé que me iban a querer pero no por la política, no no, eso llegó después. Al mero principio creí que iba a ser querido como ídolo del deporte mexicano. No se rían. Así como el pueblo quería al Ratón Macías, pero a mí por toletear. Igual que al Tibio Muñoz, pero aquí a su seguro servidor por mis atrapadas en el diamante. Querido como eran idolatrados Héctor Espino o Aurelio Rodríguez, mis leyendas del beis. No no, como Valenzuela no porque, tremendo pitcher sin duda pero cuando él fue quien fue pues yo ya andaba en otra cosa. Pero sí, como él pues. Imagínense. Campeón de Serie Mundial.
Es que ustedes no entienden lo que es macanear aunque sea de tarde en tarde. No se imaginan siquiera la cosa irrepetible que es cazar una pelota que viaja quemando el aire y conectarla bien, sentir el golpe limpio, sin que el bat vibre ni lastime las manos; no hace falta mirar lo que sucederá: uno corre las bases y sin ver ya sabe, por el rugir en las gradas, que la bola se va se va… Por ésta que no hay nada nada como eso. Nada. Bueno, sí, que te voten 30 millones es casi lo mismo.
No pude ser eso. No se puede todo. Así que en vez de robarme las bases me puse a recorrer los pueblos. A decirles que los quiero para que ellos me quieran. Que yo veo por ellos para que ellos siempre vean por mí. Que no me pertenezco porque mis dueños son el clamor del mitin, las manos extendidas hacia mí al filo de las carreteras, las miradas de esos que creen que creo en ellos. Oírlos corear: es un honooor estar con… O aquello otro de Obrador Obrador. Qué duro fue cuando no pudimos llegar en 2006 y las plazas se vaciaron, y mi nombre ya no ocupaba la radio ni la tele ni para increparme.
Cómo no quieren que me levante con gusto cada madrugada si lo que yo quería es que hablaran de mí y hoy nada más de eso hablan mañana, tarde y noche. Mi gratitud incluso a nuestros adversarios. Su odio para mí es amor, espero me crean.
Yo lo que en realidad quería era abrir
el balcón y escuchar a la muchedumbre pronunciar mi nombre. Que gobiernen otros. Que administren los burócratas. Pero a mí,
a ver Jesús, ponme de nuevo la pantalla esa, que me dejen en paz ver cómo me quieren más que a Macron. Si me vieran en el pueblo, ¡ay mamá!

POR SALVADOR CAMARENA

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