El Caminante pisó los pedales del freno y clutch de su viejo Nissan Sentra al toparse con una enorme fila de autos en la carretera.
Una estela de bombillas rojas se iluminaron frente a él al detenerse tras la larga línea de trailers, coches, camionetas y autobuses de pasajeros que poco a poco disminuían la velocidad en ese tramo en curva.
Algunos conductores, queriéndose pasar de ‘vivillos’ se pasaron al carril contrario para tratar de adelantarse a los vehículos que estáticos esperaban que el tráfico se pusiera de nuevo en marcha.
Después de un lapso de 45 minutos, finalmente se empezó a ver un poco de movimiento. Casi a vuelta de rueda la fila de automotores recorría el asfalto. El Caminante oprimió el embrague y avanzó lentamente en la caravana.
Cuando finalmente agradecía a Dios por permitir reiniciar su recorrido hacia la vecina república cañera de El Mante, ocurrió algo que lo dejó helado: observó cómo dos vehículos habían quedado reducidos a chatarra en un encontronazo frontal.
Uno de los coches, de tipo compacto, literalmente le fue desprendido el capatece como una lata de sardinas. En el respaldo del asiento del conductor se apreciaba una enorme mancha de sangre aún fresca.
La otra unidad, una camioneta tipo panel, tenía el frente literalmente desintegrado y en el parabrisas había un enorme hoyo también manchado de sangre y lo que parecía ser pequeños trozos de masa encefálica.
Un escalofrío recorrió la espalda del vago reportero, que, a pesar de que en décadas pasadas le tocó cubrir la nota policiaca, aún le resultaba estremecedor ser testigo de escenas como ésta.
El flujo vehicular se normalizó medio kilómetro adelante.
Este accidente es uno de los muchos que ocurren en este tramo, de la carretera 83, mejor conocida como “La carretera a Zaragoza” que comprende desde el entronque con la 85 en esta ciudad capital y la 81 que conecta con la que va a Xicoténcatl.
Casi desde su construcción, esta larga vía asfáltica, ha sido testigo de muchísimos, tal vez cientos de accidentes en casi todos sus puntos.
Decenas de cruces, altares y capillitas levantadas a un costado de la larga franja gris de pavimento son mudos testigos de las tragedias y fatalidades que en algún momento llenaron de luto y pena a alguna familia viajera.
“El pedo es que aquí siempre le meten pata a lo desgraciado” cuenta Fermín, un veterano despachador de gasolina que aprovechó para ‘echar la concha’ con el Caminante.
– ¿Y seguido pasan accidentes en este tramo ‘mai’? – le pregunta el pata de perro.
– ¡Uy amigo, si le contara! si nomas vea cómo está lleno de cruces toda esta carretera, y como cosa hecha adrede, es en diciembre y días cercanos a la semana santa cuando las capillitas se ven todas nuevamente llenas de flores y veladoras, porque es el aniversario de los muertitos – relata Don Fermín.
Aunque a simple vista, esta vía pareciera ser peligrosa por la gran cantidad de trailers que la recorren, el Caminante comprobó por cuenta propia que, muchos vehículos particulares y principalmente tripulados con familias, son los que con mayor frecuencia realizan maniobras de alto riesgo como rebasar en áreas prohibidas como tramos con línea continua, curvas y lomas, además de ser testigo de cómo estas mismas unidades circulan a exceso de velocidad.
Es cierto, en muchos de los accidentes se ven involucradas enormes unidades de carga, pero en honor a la verdad, el Caminante notó que la mayoría de los trailers con los que se topó, circulaban sobre el carril derecho y permitían ser rebasados.
Sin embargo los accidentes ocurren por infinidad de razones, desde fallas mecánicas, mala señalización, pavimento mojado, etc además de factores como el exceso de velocidad, conducir cansado o bajo el efecto del alcohol o alguna sustancia tóxica.
Lo que no se puede negar es que esta carretera puede llegar a intimidar a más de uno, no solo por la gran cantidad de cruces y el intenso tráfico de unidades de carga, sino por la monotonía de su recta. Un gran acierto al darle mantenimiento fue agregarle una banda rugosa que al pisarla hace vibrar a los neumáticos y actuar como señal de advertencia acústica para alertar a los conductores que se están ‘cargando’ hacia la derecha.
La conciencia colectiva de muchos victorenses cree que la carretera a Zaragoza es peligrosa, sin embargo, quienes realmente pueden representar un peligro son las personas que circulan por ella.
Si el lector va a tomar esta carretera para viajar al sur del estado, ya sea en plan vacacional o por cuestión de negocios, tome todas las precauciones pertinentes y evite convertirse en parte de las estadísticas.
Por Jorge Zamora