Apocalípticas noticias, peor que una cruda etílica posterior a las vacaciones veraniegas, y se tensa de nuevo el ánimo colectivo ante la aparición de nuevas cepas del Covid19, más contagiosas y letales; otra alerta mundial por el medio ambiente, nos dice que es la última llamada, se nos acabó el tiempo y nos acabamos este planeta; y en este contexto en México se planea un regreso a las aulas que coloca en mayor riesgo a los infantes, los no vacunados aún.
El caminito de la escuela es sinuoso, con todo y el decálogo presentado ayer por la maestra Delfina Gómez, que apela más a la colaboración de las madres que a la conciencia social, justo cuando se registra el mayor pico de contagios del virus se debe volver a las aulas y nadie está preparado para eso.
La educación es una actividad esencial, que nunca debió cerrar sus aulas, aunque el ciclo lectivo no se detuvo y como se pudo se sacó adelante el curso, aquí vale reconocer que fueron las madres
de familia, las que se convirtieron en guías de la educación a distancia, las que dejaron sus trabajos para quedarse en casa, las que debieron invertir en equipo tecnológico y las que acomodaron espacios en el hogar, para que la sala, cuarto o patio se convirtiera en aula virtual. El magisterio no estaba preparado, pero también improvisó y se cumplió la meta.
Ahora viene otro reto y de nuevo la exigencia federal preocupa a las madres, se les habla a ellas, se les responsabiliza a ellas de lo que pueda pasar y se les hará firmar una carta responsiva.
En este país de la familia fraterna,
en la escuela tradicional, quien va a las juntas de la escuela es la madre o abuela, quienes venden tacos para colaborar con la cooperativa son ellas, quienes lidian con las cuotas son ellas, quienes forran libros, preparan los uniformes, lonches y peinan a los alumnos, son ellas. Ya en el confinamiento son ellas las que armaron grupos de WhatsApp con los docentes para dar seguimiento a las clases. Ahora serán ellas quienes mayormente se integren a los comités participativos
que propone la SEP para el nuevo orden escolar y estamparán su firma para que la autoridad se deslinde de los problemas sanitarios que se van acrecentar a partir del 30 de agosto.
El decálogo, trae más tarea para las madres, el primer punto es integrarse el comité de padres (madres), el segundo que sean el primer filtro en casa, que tomen temperatura y preparen al infante para salir; que se aseguren que el chamaco porte bien el cubre bocas, se lave las manos frecuente y óptimamente.
Ya en el plantel, se tratará que los educandos mantengan la distancia, algo utópico cuando lo salones son pequeños y tienen poca ventilación, instarán entonces al uso de espacios abiertos,
en dado caso que la endeble escuela los tenga; se suspenden las ceremonias de aglomeración, como honores y horas de recreo; los maestros deberán tener un filtro covid para toma de temperatura
y dotar de gel a toda la comunidad escolar, deberán reportar los casos de contagio que detecten y tomar clases (opcionales) para atender problemas socioemocionales que presenten los niños, que habrá muchos con secuelas por el confinamiento.
Todos como sociedad y junto con la autoridad, hemos perdido tiempo valioso en esta emergencia sanitaria, así como en la angustia climática que creíamos que nunca nos iba a alcanzar, que el calentamiento global era una catástrofe que se veía solo en las películas, que la naturaleza nos aguantaría todo y que el cuidar el medio ambiente era una materia ociosa. Ahora tenemos dos problemas mayúsculos que atender. Ambos importantes y urgentes.
Es desde luego muy conveniente el regreso a las aulas, ojalá que no se politice más y se logre armonizar un modelo educativo híbrido, si algunos niños tienen el privilegio de continuar sus estudios a distancia, que así sigan, si otros no tienen los materiales tecnológicos deben estar en el aula, los aprendizajes también deben innovar y priorizar la salud, mental y física, de los educandos y sus familias
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE