TAMAULIPAS.- La Batalla por Tenochtitlan, el nuevo aporte historiográfico de Pedro Salmerón, se debe leer desde tres de las atalayas más claras y potentes sobre el estudio del conocimiento del hombre -una de la reflexión, otra del mundo real que aconteció en el pasado y la disciplina que explica por qué y cómo se agrupa y actúa en sociedad-: la Historia la Filosofía y la Sociología.
En estricto apego al método histórico, acopia las más relevantes fuentes primarias y secundarias y debate con ellas, para construir sus aportes: la Conquista, fue una representación ideológica para la dominación de las comunidades originarias de lo que hoy es México; los pueblos indígenas, han permanecido en constante rebelión desde 1521 hasta nuestros días y la invasión española tuvo más impulsos y motivos económicos que civilizatorios y modernizantes.
Salmerón demuestra y explica, cómo se fue construyendo esa narrativa hegemónica que fue capaz de cruzar transversalmente la historia de México, desde la caída de Tenochtitlan hasta la oscura era del neoliberalismo.
El nuevo libro del académico veracruzano y tamaulipeco, -así se asume- con su implacable búsqueda, resquebraja las viejas tesis de académicos que delinearon sus historias con fuentes discutibles por haber sido manufacturadas por testigos de la irrupción española en la porción más importante de Mesoamérica -Hernán Cortés y Bernal Díaz de Castillo y sus emblemáticas obras: Cartas de Relación y la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España-; y como se sabe: todo testigo tiende a exponer opiniones personales, que no siempre están cubiertas de imparcialidad y de juicios ponderados.
“La Visión de los Vencidos, no existe”, concluye el historiador. Ello lo explica, exhibiendo, luego de años de indagación, que las fuentes primarias son casi inexistentes en México y en el mundo. Ese es el error de origen de los historiadores con los cuales confronta Salmerón: hicieron historia, sus historias, tomando como quien lee el catecismo sin sopesarlo.
Con toda esa carga de conocimiento nuevo, La Batalla por Tenochtitlan, es el cuestionamiento más documentado y científico sobre el mito genial de la Conquista, -que a decir de Salmerón nunca existió-.
Su carta de navegación en las procelosas aguas de la Filosofía, pasa desde el grupo Hipeirónprecursores de lo mexicano asociado a lo irracional y lo pasivo-, hasta llegar a Emilio Uranga y Octavo Paz que perfeccionaron esa forma de contemplar el mundo y refinaron ese legado a tal grado de llevarlo por décadas -creo que hasta hoy, por eso lo saludable, lo oportuno y lo necesario de este libro- a la mexicanidad, como prototipo de la indolencia y contumaz perdedora en las luchas sociales; es decir: la categoría ontológica -es decir, del Ser mexicano- de hijo de la chingada, de la humillada, de la violada. Salmerón cuestiona esa filosofía ahistórica, racista, supremacista peninsular, y desliza a mucho orgullo que no somos hijos de la chingada… …somos, eso sí: hijos de los chingones.
La Batalla por Tenochtitlan, es un libro disruptor. Enseña, diferencia de los promotores de la aniquilación india, que la sociedad indígena en los llanos y montes de Mesoamérica, no fue del todo derrotada por unos cuatro centenares de soldados, unas docenas de armas de fuego, y algunas veintenas de caballos. Prueba, que resistió por siglos con su milenaria cultura y sus armas de madera y piedra; a pesar, de las enormes diferencias entre las múltiples naciones originarias.
Esa comunidad sustentada en lo colectivo, sobreviviría con variantes menores o mayores, como una tajada oblicua que por ósmosis, cruzó los cuerpos de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución y de la peste neoliberal.
En lo personal me quedo, con la Nueva Historiografía que hoy inaugura Salmerón con su reciente obra. Justo lo que ahora requerimos: una historia, que reemplace a la historiografía tradicional que ha soslayado en sus páginas a las minorías -indios, obreros, estudiantes, afromexicanos, homosexuales, lesbianas, etc- y a los actores colectivos.
Es decir: para la añeja historiografía, y para quienes promueven la máxima ontológica de hijos de la chingada, el mexicano por esa razón no puede ni tiene capacidad de organizarse.
Mas claro: las minorías -ahí donde anidan los pobres y los pobres de los más pobres- no son sujetos históricos; no pueden ni tienen potencia para impulsar cambios en su Ser, en los Seres que lo rodean y en la sociedad a la que pertenecen.
En otras palabras: los desposeídos, son convidados inorgánicos en los procesos históricos. Carlos Monsiváis, afirmaba que en México “la derecha nunca ha ganado una batalla cultural.” No era, ni es, del todo cierto.
La derecha, desde el grupo Hipeirón, pasando por Emilio Uranga, Octavio Paz y los intelectuales orgánicos de Vuelta y Nexos, -claro: aliados con Televisa y los medios impresos reaccionarios- siguen festinando las victorias que el Estado pos-revolucionario les otorgó y que tantas monedas les retribuyó en la larga noche neoliberal.
Otro acierto del libro de Salmerón: es la primera crítica, desde la Academia -y con sus herramientas- al discurso adormecedor, enajenarte de la ideología mexicana antipopular cincelada por el Estado pos-revolucionario y sus conservadores socios. Léalo. Le cambiará la percepción de la Historia de la mal llamada Conquista. Compártalo: es un documento de alto valor cultural.
Disfrútelo: es de los pocos documentos académicos, con una prosa totalmente digerible, que utiliza el pasado para explicar el presente mexicano.
Se lo aseguro: al final de la lectura, amará más a AMLO… … o lo odiará, muchísimo más. Según sea, la posición de su corazón. (Presentación del libro, viernes 20 de agosto 18.00 horas, en Tampico, Tamaulipas. En Salón de eventos El Manglar; Avenida Hidalgo 5388. Sábado en Altamira).
EL FOGÓN / JOSÉ ÁNGEL SOLORIO MARTÍNEZ
????????-Si aún no recibes las noticias de @ExpresoPress en tu #WhatsApp, envía un mensaje al número 834 247 75 53 y comienza a recibir de forma gratuita nuestra información. #Tamaulipas #EXPRESO pic.twitter.com/hWQlmIHnzn
— Expreso (@ExpresoPress) January 5, 2021