16 diciembre, 2025

16 diciembre, 2025

Ya ve usted cómo es Victoria

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Gracias por el aire que respiro, por el silencio repentino cuando más lo requiero, gracias por el suelo y el cielo, por este piso de en medio donde vivo. Gracias al amor que existo y con ello tengo éxito. Y no es todo.
Envuelto en la maraña matutina abro los ojos y voy despertando. El ruido se cuela por las rendijas de las construcciones que me cubren de las miradas. A lo lejos se escucha la ciudad con los ariles confundida entre los carros. Las voces habían y hablan y son reemplazadas.
Sujeto la puerta por el viento que pasa y la golpea. Estoy en el frente en el timón de un barco de concreto, inmóvil veo hacia todos lados. Sostengo mis manos y los dedos ágiles se acomodan para decir algo en su lenguaje extraño de las plazas y los pasamanos resbalando.
Puedo ver mi cuerpo gigantesco empequeñecer en el cosmos de los granos de arena, puedo ser una estrella que no se entera a qué hora es la fiesta y cuándo juega el equipo de casa. Abro los ojos amanecidos de nuevo para leer la historia que escribo. Frente a las letras soy un falso rey y al mismo tiempo, en el mismo lugar, sin pena ni glorias inmerecidas, soy un pordiosero a la puerta de los leprosos escribiendo.
Aún quedan vendedores ambulantes en la legión de honor, llevan naranjas, macetas, tortillas, aguas, elotes y precipicios para las ventanas. Miles de sombras imitan a sus propietarios escondidos a esta hora. El tiempo se mueve al compás de quien espera.
Sin parpadear pasa el día y se lleva parejo. Hay gente sonriendo sin motivo y hay los tristes que pasan despacio desapercibidos de los carnavales. Una señora lava la ventana de su casa por donde la vida se refleja y ella se asoma. Ya métase señora. Es una locura la vida si tratas de entenderla. Adelante no hay freno, sin reversa los regresos son idas de nuevo, ideas distintas a lo que ya fueron. Y pasan los días y de pronto son muchos.
Las palabras tienen un fin cuando concluyen, se acomodan en la momoria y poco a poco se olvidan. Escribo y olvido. Rindo homenaje a las palabras que no fueron lo que pudieron ser pero aquí están porque yo quiero. Están los nombres completos y las imágenes descritas en los cuadernos de sexto. Estoy hojeando el pasado con un corazón emborronado. He vuelto a ser niño.
En las escoriaciones de las paredes hay sol en la sarna, el día talla la sombra del sombrero de ala ancha, pasa un chavo en una vaika, se filtra el hedor del drenaje, y el paisaje se mueve del cuadro para buscar las calles. Dibujaré el agua mientras llueve. Habrá dos puentes sobre el río sin agua y un cocodrilo para exorcizar
el aburrimiento de la raza de bronce. Un baile amenizará la tarde nublada que en peligro llueva. Ya ve usted cómo es Ciudad Victoria.
Cuando crezca escribiré un texto parecido a este que escribo y que alguien por descuido lo escribe hoy con mi nombre. Estoy confundido. La memoria es de otros. Mis recuerdos, los pocos, tienen que ver con que me mordió un perro y perdí un billete de 20 pesos ¿Qué hago?
Pido tiempo, un minuto de silencio, un receso para beber agua y vengo. Faltan quince minutos con semáforos. La espera se escucha como quien corre por la banqueta y tropieza, no hay tiempo para ver fijamente, todo es un raudal de objetos que van pasando rumbo a su pasado remoto.
He llegado un día antes y no sucede esto ni lo otro. Sucedió nada y todo en ciudad Victoria. Sostengo la puerta que se abre con el aire. Disculpe usted : ¿en qué día estamos?
HASTA PRONTO.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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