MÉXICO.- Una vez que empieza a hacer frío, la gente solo habla de dos cosas: comer y dormir. Todos lo demás queda en segundo plano y nuestra energía se enfoca en pan de dulce y cafecito hasta que el sol regrese y devuelva la vitamina D a nuestras almas frágiles y congeladas por el invierno. Pero ¿por qué tenemos tanta hambre a medida que cambian las estaciones?
Resulta que no todo está en tu cabeza, y está lejos de estarlo. De acuerdo con un estudio realizado por el cardiólogo Ira Ockene de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts, aparentemente en la antigüedad, solo los más aptos sobrevivieron aumentando su ingesta de calorías a medida que los días se hacían más cortos y fríos. Así es, todo parece ser un reflejo de nuestro instinto primitivo.
“La respuesta es el instinto de supervivencia, el cuerpo nos pide alimentos ricos en carbohidratos y azúcares, porque antes si la gente subía de peso en invierno, eso les ayudaba a mantenerse calientes y sobrevivir a las bajas temperaturas, los que no lograban subir de peso morían. Y aunque ahora gracias a los avances tecnológicos podemos protegernos de muchas formas, seguimos con el mismo chip que se activa cuando inicia la época de invierno”, comentó en entrevista con VANGUARDIA Marcela Vargas, nutrióloga egresada de la Universidad Americana del Noreste.
De acuerdo con la nutriologa, el IMC (Índice de Masa Corporal) aumenta en algunos pacientes a medida que el verano cambia al otoño, pero no todo tiene que ver con el instinto de supervivencia, al parecer también la ausencia del sol en esta época puede provocar cambios en nuestro organismo.
“A veces no lo entendemos, comienza a llover y automáticamente agarramos nuestra cobija y sacamos el pan de dulce, y tiene que ver mucho con el área de la psiconutrición. Hay estudios que demuestran que en el eje intestino-cerebro por la falta de exposición al sol en invierno, nos ocasiona una baja producción de serotonina, una hormona que obtenemos a través del sol y que nos da felicidad, así que si nos falta, podemos llegar a tener cuadros de depresión que están muy ligados al hambre emocional”, señaló Marcela.
Entonces, no hay que ser adivino para descifrar que en cuanto la neblina cubre Saltillo, quizás se nos antoje devorarnos una pizza entera y bebernos una botella de vino acompañados de una buena película. “Si tenemos baja nuestra hormona de la felicidad, nuestro cuerpo nos va a pedir algún alimento reconfortante para que el organismo libere químicos que nos hagan sentir felices y plenos”, afirmó la nutrióloga que actualmente se especializa en salud gastrointestinal.
DISFRUTAR SIN ABUSAR
Más allá del frío, nuestra hambre también puede ser provocada por las fuertes asociaciones que tenemos con determinados alimentos y la llegada de la temporada navideña. Ya sea que se trate de un pastel, galletas o nuestro platillo favorito de Navidad, estas delicias a menudo están ligadas a buenos recuerdos. Y las asociaciones que tenemos, los recuerdos vinculados a los alimentos, pueden hacer que los deseemos aún más.
“Nos da más hambre y todavía nos inclinamos más por las comidas dulces o las conocidas como ‘comfort food’ o comida reconfortante, este tipo de alimentos que nos causan nostalgia o que son nuestros platillos favoritos y que nos traen buenos recuerdos, y en esta época es aún más notorio, son muchas emociones y hay personas que se desbordan de alegría y otras que pueden entristecerse más”, apuntó la especialista.
No hace falta ser un científico para darse cuenta que este patrón de alimentación es una receta para aumentar de peso. Sin embargo, ya sea que nuestros instintos, los buenos recuerdos o simplemente los antojos nos impulsen a comer más, debe haber una manera de minimizar el daño, ¿verdad?
“Muchas veces somos muy duros con nosotros mismos, en enero y febrero es cuando todos nos planteamos llevar una vida más saludable, y creo que está bien, no importa cuándo llegue la motivación, hay que agarrarnos de eso. Tampoco hay que sentirnos mal si en esta época queremos disfrutar con nuestra familia y amigos, siempre y cuando utilicemos la alimentación intuitiva, identificar cuándo es hambre emocional y cuándo hambre física, no hay que tener tanto miedo a subir poquito de peso, una cifra no nos define”, aseguró.
Por último, Marcela Vargas comentó que es muy importante asegurar nuestro consumo de frutas y verduras equilibrado, las cuales en esta época podemos incluir en sopas y licuados, además de limitar bebidas alcohólicas, ya que son calorías vacías y que podemos sustituir con bebidas ligeramente gasificadas. “Algo que sucede mucho en invierno es que no nos damos cuenta que estamos deshidratados, consumimos café que es diurético y perdemos todavía más agua, así que es muy importante tomar agua constantemente”, finalizó la nutrióloga.
CON INFORMACIÓN DE VANGUARDIA