Qué tristeza –dijo con pesadumbre– llegar al 2024 y darnos cuenta del tiempo que perdió México. Su expresión me sorprendió. Siempre ha sido optimista y, de hecho, en la conversación lo fue, pero… y el tiempo perdido.
Hacía meses que no charlábamos así, largo y sabroso. No es un hombre de partido, tampoco se fascina con la política. Pero como puma de hueso azul y grana, siempre está inmerso en la política, en los cambios del mundo y, por supuesto, en la tecnología, su pasión. Lo suyo ha sido la ingeniería, es un empresario feliz de serlo. Comenzamos hablando de las energías renovables, había aparecido la nota de la gigantesca planta de energía solar que se construye en Chile. Le comenté haber visitado una similar cerca de Sevilla. Reflejan o refractan luz solar, afirmé con duda, refractan, me dijo. Una torre central rodeada en 360o por espejos que se ajustan. Arriba hay un depósito de agua que calientan para mover una turbina. Fantástico.
Brincamos a los autos híbridos y eléctricos, del anuncio de varias de las mayores plantas automotrices que se comprometieron a metas de fabricación de autos limpios muy elevadas y en el corto plazo. Llegaron mucho antes de lo esperado, qué gusto. Los híbridos están caros todavía, pero mi próximo vehículo será limpio. Después comentamos de las dificultades para garantizar el abasto eléctrico en nuestro país, el tamaño, las distancias, la orografía. Y soltó una carcajada: y nosotros construyendo refinerías y quemando combustóleo. Quién va a ganar –se preguntó–, el sentido común o el dogma. Pemex y CFE deberían seguir a BP, Repsol, Total o Shell, que ya se comprometieron a cero emisiones en 2050. A poco creen que los gringos y los canadienses van a aceptar que México camine para atrás. Otra vez llegaremos, pero tarde.
Su optimismo resurgió con sarcasmo, la consulta sobre expresidentes fue un fracaso, el Tribunal Electoral ya les dio un manotazo, con la Corte ya no pudo, los que él mismo postuló ya cobraron distancia. En Banxico va a ganar la sensatez y el realismo, no él. Ridículo dijo de la caída de Herrera. Sabes qué, me dice, mis exportaciones a EU se están recuperando y rápido, ensambla filtros metálicos. Qué darían otros países por tener nuestra cercanía. Vamos a salir adelante a pesar de la testarudez. Por cierto, ingeniero químico de origen, pero lee poesía, algo muy extraño.
Tanta palabrería ya cansó a la gente y le faltan tres años. Para qué se pelea con los laboratorios y los distribuidores de medicinas, no dudo que haya habido chanchullos, pero quedarte sin medicinas es algo que merece pensarse muy en serio. El vino ayudó a amansar la tarde. Comenzó hablando de reelección, pero si bien le va, termina su periodo y se larga. Qué tal la foto junto a Biden y Trudeau con todo y cubrebocas. ¡Qué obediente se veía! No sé si gane la oposición, ojalá y se mantengan unidos, pero los propios de Morena tendrían que ser distintos, suicidas no son. Las traiciones se van a poner a la orden del día y todo por abrir la sucesión tan temprano, ni siquiera eso aprendió bien del priismo.
Pero las risas desaparecieron cuando hablamos de la violencia, de la militarización, del decretazo, de los narcos metiéndose a las elecciones. Mis nietos, me dijo, ellos son los que me preocupan. Qué México les vamos a dejar, porque vamos a volver a crecer, las clases medias, las “aspiracionistas”, agrega con sorna, también, ya están por todo el país. Has ido a Mérida, está galopando. Qué decir de Querétaro o Guanajuato y otros. A México nadie lo para, se dice a sí mismo para alentarse. Para qué pelearse con los científicos, con la UNAM, con los empresarios. Quién se va primero, la empresa o él, y le brotó cierto enojo.
A la corta seremos más pobres y más injustos, pero nos recuperaremos. Ya sin humor, dijo, tengo 76 años, no me va a tocar verlo. Cómo hemos perdido el tiempo y… para qué.
POR FEDERICO REYES HEROLES