TAMAULIPAS.- Autoriza a mi nombre el tango que traigo en la bolsa, deja pasar a la gente ausente que abre la puerta de la olvidada noche y de los barcos. Desde un minuto cuento los segundos y no soy eterno, pero el tiempo es plástico.
Por esa debes saber lo que no sabes y luego ignorarlo todo por lo mismo. Por la pared trepa un disparate con la música. La cuadra está leída y nada absuelve el sol que se desparrama por los poros. Entre las alondra del pensamiento cruza un ave genial como a estas alturas, en pleno círculo. Doy vueltas sobre mí mientras sonrío. Debes saberlo. Con todas las costuras las cicatrices contienen los datos duros de las heridas que llevan al mar. Eso puede llevarte a mi isla.
En otra parte de la ciudad se dan de aplausos. Se llevan así cada cumpleaños, cada que se extrañan y lloran juntos el único tango. Desde una paloma baja esa rola de Gardel que lo consume todo. Estoy en el bar y alguien, nunca se sabrá quien, hace énfasis en un corte para seguir bailando y lo escribo. En los espejos te distingues entre la gente y eso puede llevarme a ti.
No podrías prevenir una tarde de esas que, aunque la prohibieras, estaría ahí con su crepusculario. La noche arde y es necesario volver a la tarde de los leños sobre el agua y el aire en el cabello como olas atrapadas en tus dedos. Deja que pase por calle eso que dije, a alguien puede servirle. Luego de la noche se sabrá si era de noche o de día la comedia que se creía tragedia. Autorizame las palabras de un libro leído en la biblioteca en lo que pensaba esto que digo.
Diré la realidad que hay entre la tierra y el olvido, deja que diga lo que encontré debajo de la alfombra y en el viejo armario de la abuela. Por lo pronto permite esta tarde en el mar y la hoja de lata. En la lámina del techo, donde hubo gatos y hoy pasa el tiempo. Traigo un tango cantado por un espectador, uno de nosotros canta por dentro, se canta en voz baja para que lo escuche una paloma entre el taconeo de los zapatos desgastados.
Por mientras, en las partes donde no ocurrió nada, inventa la calle y las casas que se esfumaron. Permite el tango en la garganta en el primer trago de la nada y que pase la noche lenta por la espalda o por la otra noche. En cada ciudad debe haber un sitio como este cantado desde una bolsa, un tango suelto como un cigarrillo. En las partes oscuras bebe sombra la calle, la luna consume el vital líquido que la hace laguna, imaginación encantadora en los cuentos de hadas.
Desde luego escucha los pájaros nuevos del inventario, desde el oído planea su vuelo de gaviota sin puerto. Con el último tango en la terraza enciendo una luna. Está estre las posibilidades que impidas tu ausencia en este espacio que es devorado por el cielo. El tiempo es plástico y se alarga. El ego es triste si no estás.
Es como un espacio y otro sin párrafo. Una hoja en blanco a la vista de todos. Desde tu mirada se ha de ver mejor que desde mis ojos, ve lo que puedas y platícalo para que el mundo lo sueñe y regrese a tierra firme. En la misma película que cuentas se dibujan tus rasgos, no es extraño que uno se parezca a los hechos.
Es la hoja de todos, inscritos en el mismo sitio, con la misma suerte, con el mismo ejército indefenso. Escribe en una hoja desprevenida, que no se de cuenta nadie , cuando duerma el silencio y no haya nadie en la calle, escribe como el segundo verso del tango que va narrando, como el que guardo en la bolsa, que con haberlo leído es el más lindo. HASTA PRONTO.
CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA