Llegamos a la cita familiar de más tradición, la impuesta por la iglesia católica y bien arraigada por el confort machista, para que todo lo hagan ellas. La abuela, la madre, la hermana, hija o esposa están ya mismo, por imposición social, sacando el recetario y haciendo la compra de insumos especiales para la noche de Navidad.
Esta semana de vacaciones para los trabajadores, de gozo para muchos y de reencuentro entre amigos o familiares, el estrés se apodera de las mujeres, no están locas, están a contra reloj resolviendo el evento más importante del año, depende solo de ellas que todo salga bien, unas imitando los platillos de sus antecesoras, otras más independizadas, contratando otras manos, también femeninas, para que se encarguen del pavo, pierna, tamales y ensalada de manzana.
Pero, no solo es la cena, es también vestir la mesa, sacar la vajilla, que no se usa en ninguna otra época del año, preparar los villancicos, colgar la piñata y envolver los regalos de los infantes, toda la navidad posa sobre ellas. Antes debieron desempolvar el arbolito, pelearse con las extensiones de foquitos, organizar el intercambio y buscar ofertas para encontrar a tiempo y esconder en el closet los juguetes más pedidos.
A pesar de los pesares que nos ha traído la pandemia, superando pérdidas y lutos, la navidad la hacen ellas, que ponen todo el empeño por mantener la familia fraterna y contenta que les mandata la religión, creyentes o no, aceptan el rol que les toca jugar en esta época de fiesta, de amor y paz.
Aunque la violencia intrafamiliar se disparó por el confinamiento, muchas proponen una tregua, serán capaces de compartir el pan y la sal con su agresor, de prepararle los platillos especiales, dedicar más tiempo del habitual para lavar la loza y hacer dormir a los niños para que esperen al Santa Clos, mientras su monstruo practica el “pre copeo”, propone el brindis y se queda para el “after”.
Otras familias con mejor suerte estarán sentados a la mesa consumiendo las ricas viandas, cocinadas por las mujeres de la casa, la sobre mesa la harán ellos y el lavado de la vajilla les tocará a ellas.
Este cíclico momento que se espera todo el año tiene una fuerte carga de violencia doméstica, sutil y hasta imperceptible, no son golpes físicos, aunque el cansancio físico por las labores domésticas aumenta, son golpes al corazón, es claramente una agresión a las emociones, mucha presión para que todo salga bien, para que nadie pelee con nadie y todos estén alegres. Un esfuerzo titánico cuando todos estamos aún alterados o presionados por la sombra del Covid19. ¿A ti quien te hace la navidad? Los recuerdos nos traen a la mente a la abuela o madre abnegada, son ellas las que han entretejido esta historia, pero ya va siendo hora cambiarla los estereotipos, los nuevos tiempos nos llaman a ser una humanidad. Que tal si empezamos por ser más colaborativos con el huateque que
nos gusta a todos, que cada uno elabore un platillo y que cada uno lave su plato, para tener una celebración igualitaria, donde no se abuse más de la amabilidad y paciencia de las mujeres.
Que solo ellas carguen con la navidad no es tradición, es el abuso del patriarcado.
POR GUADALUPE ESCOBEDO CONDE