Quiere llover y las ventanas se cierran solas, el portazo de las puertas anuncia el principio de las hostilidades, el inicio del agua que moja, que inunda y se seca descalza.
En una nube se adivina el pequeño apocalipsis de las aves, el fin del día así como lo habíamos visto. Pero la ciudad encalla como es costumbre cerca de la montaña y por eso no se la lleva el agua.
Está lloviznando, pelusea, cae un chipi chipi intermitente, es de la que moja, dice la gente, espérate hasta que se quite y como quiera te quedarías a comer aunque se quitara.
Ya llovió, dice el decir, aunque lo único que haya pasado es el tiempo y las plantas se estén secando. Écheles agua señora. Llueve y pisas un charco, se te revienta una chancla en el centro y te vuelves con una sandalia en la mano.
Bajo el ala de un sombrero, en las orillas de la calle, en los altercados de las esquinas que se encuentran, sobre una bombilla eléctrica de luz baja, quiere llover. Por eso hubo hormigas que pican, se alborota la gente en el centro con el bochorno. Los meteorólogos infalibles anuncian tempestades.
La mercancía arriba del camión aún no hay quien la baje, comienza a ventear del Norte, luego el Golfo trae el aire húmedo que se siente en los ojos y comienza a nublarse.
Aquí hay gente que quiere que llueva el domingo después del vaciado, otros llevan su impermeable, el paraguas negro, la prisa, la estrategia perfecta para escapar de la lluvia.
Quiere llover y las ventanas se cierran solas, el portazo de las puertas anuncia el principio de las hostilidades, el inicio del agua que moja, que inunda y se seca descalza.
Nadie olvida la última vez que llovió en Ciudad Victoria y se metió el agua a la casa, quisieron sacarla pero alcanzó el nivel de la calle, pasó por la puerta y se extendió en el patio inundado la casa del perro.
Si llueve habrá después zancudos, pollos remojados, tejados escurriendo su pelo de agua, su cascada improvisada en la escalera. Si llueve nos mojamos adrede. Si llueve se ocupa una cubeta más que la tierra para que caiga el agua, si el agua se filtra queremos que no caiga del cielo, que pase entubada.
Llueve de repente y nadie lo anda anunciando por las calles, a veces aunque lo divulguen el agua se calma a unos kilómetros antes, no la espanten, no digan que va a llover o que el cielo se está nublando, no le echen mosca al agua.
Llueve y pasa el agua que no has de beber por las calles, se burla de la gente. Al rato desaparece y la olvidas porque todos los aguaceros son parecidos como si los hubiera parido la misma nube.
Nadie desea que llueva el día de su boda y como quiera llueve sin que la inviten, la lluvia cristaliza, el aire se hace pedazos en un gran charco. Hay sitios exprofesos para el caso, lagos, ríos, baches sobre el pavimento, el mismo hueco de la mano.
Parece que va a llover y no llueve y si querían probar sus habilidades para sortear la tempestad, ir al centro en el barco de la ruta 12 x 16, chapotear, escurrir, poner a secar la ropa no pueden.
En las paredes, en lo que oscurece por una gran nube negra, una silueta pasa y pasa otra, después una tormenta de personas y pisadas ocupan la banqueta. Comienza a llenarse la marquesina del cine Avenida y las tiendas de ropa en lo que se quita. La gente se acomoda y platica a sus anchas.
En las esquinas donde las calles conversan o se hacen las enojadas, los cables se amarran. Los árboles comienzan su danza que no es un baile, es un llamado al agua que algunas veces cae y otras veces sólo pasa por encima de la plaza.
HASTA PRONTO.
Por Rigoberto Hernández Guevara