De todas las luchas que enfrenta el feminismo una de las más fuertes es la de llamar las cosas por su nombre, lo que no se nombre se invisibiliza, de ahí la importancia de dejar bien claro que al presunto acosador sexual Pedro Salmerón no lo quisieron de embajador en Panamá, y no se puede dimitir a un cargo que nunca le fue otorgado.
Tampoco se puede presumir, como lo propuso la legisladora Mícher, que el gobierno mexicano entró en razón y escuchó a las víctimas, que reculó por “conciencia feminista” y qué ya se dialoga y avanza en la garantía de los derechos de las mexicanas, al contrario el presidente renegó de las víctimas que “linchan” a su amigo, de la diplomática panameña que le denegó al entrada al mexicano en aquella tierra, pero eso sí, fiel al pacto patriarcal hasta exculpó a su homólogo de todo brete internacional causado por la mala conducta del historiador.
Esto es en sí otro hecho histórico y de gran mérito para el movimiento feminista latinoamericano, las redes de apoyo entre las mujeres, tumbaron la candidatura de Salmerón al puesto diplomático. No dimitió, lo rechazaron.
Esto fue un tiro certero, bien coordinado y con la fuerza suficiente para no claudicar en el intento, lo destacable es en primer lugar el valor de las víctimas para denunciar, luego el trabajo periodístico de muchas feministas para colar el asunto en todos los medios, llegando a oídos sororos en Panamá y finalmente, desde allá llega la negativa a la osada propuesta del presidente mexicano.
Salmerón no se hizo a un lado, lo empujaron las mujeres, lo tiraron ellas y le seguirán a donde vaya porqué no puede, aunque quiera escribir de nuevas masculinidades, deshacerse de su pasado y debería saber bien, su historia lo juzga.
Aunque algunos medios tradicionales, algunas cuentas en redes sociales y muchos hombres no lo quieran ver, las mujeres juntas no les darán más la comodidad del silencio.
La historia juzgará estos hechos, pero por lo pronto es un acto de justicia en medio de tanta impunidad en delitos contra las mujeres.
Es además una demostración de que no se puede ya jugar con las mujeres y andar por la vida sin consecuencias, no más un acosador al poder, nunca más de brazos cruzados ante tanta violencia machista y misógina. A Andrés Roemer, ex diplomático mexicano también le llegó su hora.
Por Guadalupe Escobedo Conde