Conservadurismo se usa como adjetivo porque como concepto los politólogos no han definido su naturaleza y fines, y a quienes se ostentan como conservadores se les endilga inmediatamente el epíteto “de derecha”, lo que conlleva a confusión pues ser de derecha implica la posición de un grupo de tribunos en un distante parlamento francés oponiéndose a darle continuidad a la monarquía vigente todavía en el siglo XVI, lo cuál vemos muy lejos de nuestras circunstancias.
Vamos pues a discurrir limitada y brevemente alrededor del conservadurismo como adjetivo y en oposición a progresismo, en el contexto de algunas realidades del Tamaulipas actual.
Si entendemos pues como progresismo el afán de un individuo, un colectivo ciudadano o un partido político de cambiar la realidad política, social y económica prevalentes en un país, estado o municipio, hacia estadios superiores de seguridad pública, bienestar económico, justicia y ejercicio pleno de los derechos humamos, entonces podremos trasladar y aplicar el adjetivo a la disputa por el gobierno del estado de Tamaulipas que protagonizan el conservador PAN y sus aliados, y el progresista MORENA y sus partidos coligados.
Cómo ser conservador en un Estado donde de sus aproximadamente 3 millones y medio de habitantes: 48% tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza; 4% vive en la pobreza extrema; 21% es vulnerable por carencias sociales; solo el 31% es no pobre y no vulnerable. El rezago educativo es del 15%; solo 20% tiene acceso a los servicios de salud y 40% a la seguridad social; y lo inusitado, solo el 14% tiene acceso a una alimentación nutritiva y de calidad.
Como no ser progresista en un Tamaulipas donde: su aportación al avance tecnológico y a la generación de conocimiento socialmente pertinente es un misterio, no obstante contar con más de 200 académicos reconocidos por el Sistema Nacional de Investigadores; la inspección y vigilancia en sus áreas naturales protegidas se ejercen solo en el articulado de la ley respectiva; existen casos documentados de apropiación ilegal de suelo ejidal en áreas de conservación ecológica; se tiene en el total abandono científico a las cabeceras de cuenca, cabeceras donde nacen corrientes que nutren presas y embalses, fuente de agua potable para la población, de contacto y de riego; es mínimo el valor agregado a productos del sector primario; no se tiene claro en qué contribuye al desarrollo industrial poseer parte de la geografía de la Cuenca de Burgos. Y un etcétera de situaciones lamentables en seguridad pública, de ética en el servicio público, de violaciones flagrantes a la autonomía municipal y a la división de poderes…
Finalmente, como mantenerse al margen y no votar el próximo mes de junio por el partido que claramente tiene el candidato progresista, en contraposición al que confusamente se declara ideológicamente multicolor, a menos que la capirotada (que en lo personal detesto no obstante mi querida abuela materna nos la preparaba con arte y amor) sepa mejor que sus ingredientes separados.
Por Felipe San Martín