Hay eventos que parecieran ser de mero trámite pero tienen un trasfondo mucho más importante de lo que parece. Más allá de las declaraciones conjuntas y los comunicados oficiales, la segunda reunión del embajador norteamericano Ken Salazar con los gobernadores de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila amerita lecturas con diversos enfoques.
Tal vez uno de los temas más presentes en la agenda de los mandatarios fronterizos y del gobierno norteamericano es la controversia generada por la reforma eléctrica impulsada por el actual Gobierno Federal.
Salazar sabe que es un asunto que está en la piel de un importante sector de la cúpula del poder de su país y que en México ha generado un encendido debate, pues la explotación de las energías limpias que empezó a expandirse hace casi una década, ha entrado en una etapa de crisis por el empeño presidencial en cambiar las reglas del juego, y la oposición que ha encontrado la reforma en un amplio sector de la sociedad mexicana.
Tan clara tiene definida su posición el vecino país que apenas el 9 de febrero Salazar afirmó que la reforma eléctrica promovería el uso de tecnologías más sucias, anticuadas y caras sobre alternativas renovables y eficientes. Lo mismo que piensan sus interlocutores de ayer.
Pero la complicada vecindad tiene una agenda con asuntos tal vez más trascendentes, por el costo social que generan: el problema de inseguridad que ha golpeado a toda la frontera mexicana pero de manera particular a Tamaulipas, y el problema migratorio que parece estar atrapado en un callejón sin salida.
Por la composición de los espacios de poder en México, los gobernadores juegan un papel importante en la solución de este problema y Ken Salazar, sentado en el tablero de un ajedrez complicado, sabe que tiene que desplegar una estrategia que facilite los acuerdos necesarios.
Después de todo Salazar es un gran conocedor de la trama fronteriza, en uno y otro lado del Río Bravo. Algo debió aprender en sus 67 años y más de 40 en la vida pública gringa , sobre todo después de haber sido Secretario del Interior en el gobierno de Barack Obama y mucho antes, uno de los primeros hispanos en llegar al congreso del vecino país.
El embajador y los gobernadores saben muy bien que la prioridad para ambas fronteras es contener y resolver los problemas de la narcoviolencia y de una migración que está fuera de control.
Por lo pronto, el embajador norteamericano se sintió en su ambiente, celebró las coincidencias, se enfundó en una cuera tamaulipeca y el encuentro terminó como una reunión de cuates.
Debe ser difícil representar al país más poderoso del planeta en un lugar donde la polarización política está en su momento más álgido.
Rumores de cambios
Los días de Rodolfo González Valderrama al frente de la Delegación de Programas del Desarrollo en Tamaulipas podrían estar contados. Una versión que circula con insistencia en la Ciudad de México, apunta a que muy pronto sería removido de ese cargo.
La razón está a la vista: luego de su derrota en el proceso interno de Morena para la selección del candidato a la gubernatura, quien debiera ser el omnipotente representante del Gobierno Federal, está más ausente que nunca. De sus constantes apariciones en redes sociales, y sus recorridos por la entidad, pasó al silencio absoluto.
El problema es que en este momento, a unos meses de iniciar la campaña constitucional, desde Palacio Nacional advierten que Tamaulipas necesita otro tipo de delegado.
Pero lo que más ha molestado en la cúpula de la 4T del errante comportamiento del sociólogo tampiqueño es su completo desentendimiento del proceso electoral, en el cual debería jugar un papel primordial como amo y señor de los programas sociales en el estado.
A Rodolfo, nos cuentan, le han dado tiempo y espacio para que se sacuda el polvo y se cure las heridas pero su actitud no ha cambiado; salvo un video mal actuado en el que garantizaba su apoyo a Américo Villarreal, todas las señales que ha enviado han sido contrarias al proyecto electoral que emprenderá Morena.
Si a eso se suma el evidente rompimiento de su líder político, Ricardo Monreal, con el presidente, y el show que ha montado en Tamaulipas su coequipero, Alejandro Rojas Díaz Durán, queda claro que cada vez hay menos argumentos para que González Valderrama permanezca donde está.
LA ÚLTIMA
No es un buen recuerdo pero en las efemérides del terror, dentro de seis días, el 23 de febrero, se cumplirán doce años del estallido de la guerra entre los cárteles delincuenciales en Tamaulipas. Muchos muertos y desaparecidos y una larga temporada de terror donde las ciudades por largo tiempo se volvieron inhabitables, el campo era tierra de nadie y transitar los caminos era una pesadilla.