MATAMOROS, TAMAULIPAS.- Los pequeños comercios de la frontera se rigen bajo la máxima de “más vale pedir perdón que pedir permiso”. Así lo hacen los minisúpers y las tiendas de abarrotes que no venden alcohol. La sede local de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Canaco) admite que, ante el cúmulo de trámites y pagos que se tienen que realizar para abrir un negocio, los propietarios prefieren primero abrir y después cumplir los requisitos que marca la normativa.
El peregrinar por las dependencias buscando un permiso para operar su negocio, sólo es el primero, pero no el más serio de sus problemas. El más grande de sus obstáculos es la delincuencia, que hasta hace unos 10 años se centraba en controlar únicamente los llamados “giros negros”, pero desde entonces a la fecha extendió sus intereses a negocios establecidos donde “se hace cargo” de mercancías como las bebidas alcohólicas, cigarros y el carbón vegetal que se produce en la entidad, afectando así a miles de micronegocios que antes no tenían nada que ver con el crimen organizado.
Hasta antes de 2010, quienes deseaban abrir desde un minisúper hasta un centro nocturno, tramitaban los permisos directamente con la Dirección de Alcoholes y la Oficina Fiscal del estado. Su operación dependía de esas autoridades, quienes constantemente inspeccionaban para vigilar los horarios y que se cumplieran los días de ley seca. Aunque siempre era posible tener una “extensión de horarios”, pagando cuotas que no ingresaban a las arcas municipales o estatales, revelan empresarios del ramo.
A pesar de este ambiente, hay indicios que sugieren que el número de micronegocios creció desde 2019, cuando Matamoros vivió una crisis laboral que dejó sin trabajo a más de 5,000 obreros. Esto, aunado a las consecuencias de la pandemia, hizo que la búsqueda de nuevas opciones de subsistencia a través del pequeño comercio se incrementara. Choferes, ex obreros, mecánicos y operarios diversos que fueron liquidados comenzaron sus negocios incluso desde sus viviendas, según refiere Lauro Peña García, uno de los más importantes mayoristas de la ciudad, quien menciona que “algunos decidieron utilizar el dinero de su bono y su liquidación para adecuar en su vivienda un área para iniciar con una tienda de abarrotes”.
Pero esos nuevos emprendedores en Matamoros, cuando se animan a entrar a la formalidad enfrentan en principio un inconveniente: el tiempo que deben invertir para ello. Según la Canaco, el tiempo desde comenzar con los trámites hasta la apertura del negocio es de aproximadamente seis meses. La Secretaría de Fomento Económico y del Empleo del Municipio de Matamoros dice que el plazo no va más allá de dos meses, a pesar de que Matamoros cuenta con Sistema de Apertura Rápida de Empresas (SARE).
A Sara Sánchez, propietaria de Abarrotes El Fénix, el periodo para ponerse en orden le llevó más de tres meses, siempre a la espera de algún inspector. El suyo es uno de los 461 comercios de este tipo que tiene registrado el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas del Inegi en Matamoros.
Sánchez, con muchas ganas y pocos recursos abrió El Fénix, sin embargo, no está interesada en vender alcohol. Eso al menos le ahorró pedir carta anuencia del ayuntamiento para tramitar tal licencia y los problemas relacionados con el crimen.
Julián Garza Hernández, quien fue secretario de Fomento Económico y del Empleo en Matamoros, recuerda que al iniciar la administración municipal 2018-2021, emanada del partido Morena, hicieron un análisis de los tiempos para obtener una licencia de funcionamiento, y arrojó un periodo de alrededor de dos meses. Se enfocaron en desarrollar la mejora regulatoria y se creó la ventanilla del Sistema de Apertura Rápida de Empresas (SARE).
En esta ventanilla, ubicada en la Presidencia Municipal, se atiende a los negocios de bajo riesgo –alrededor de 268 rubros–, con trámites municipales que en teoría son cubiertos en tres días. La falta de promoción de la apertura rápida apenas permitió que escasas microempresas se formalizaran bajo esta modalidad. Por la pandemia sólo cuatro negocios se acercaron al módulo SARE, revela Garza Hernández, hoy secretario técnico del Ayuntamiento. Fueron una zapatería, otro de venta de blancos y dos más de comercio en general.
Lo anterior evidencia que quienes pretenden iniciar un comercio en Matamoros prefieren abrir las puertas y esperar a las autoridades para ir cumpliendo paulatinamente con la tramitología. En algunos casos, los emprendedores deciden trabajar en la informalidad, tratando de no llamar mucho la atención tanto de autoridades como de bandas expertas en extorsión.
Así se va configurando el entorno del micro y pequeño negocio en Matamoros, en donde los emprendedores abren sus comercios para la venta al menudeo entre sus vecinos para defenderse de la crisis dejada por la pandemia y los despidos, con la zozobra de saber que, en caso de pretender ofrecer mercancías como bebidas alcohólicas, podría significar la intromisión de la delincuencia organizada y el consabido cobro de piso, algo que ya dejó de ser un secreto a voces en esta tierra fronteriza.
Por Staff
Expreso-La Razón
*Este reportaje forma parte de la serie “La odisea de abrir un micronegocio en México”, coordinada por Ethos Laboratorio de Políticas Públicas.