TAMAULIPAS.- Alejandro Rojas Durán, está con el agua al cuello. Sus quejas, no han permeado en la militancia y sus denuncias jurídicas, no prosperaron. Ante esos escenarios, le queda poco tiempo de protagonismo -al menos que de una vez por todas, se eche abiertamente en brazos del PAN- en las filas de MORENA-PV-PT.
Los alegatos de Rojas Durán, son cada vez más anodinos.
En unos días ya no habrá fisura jurídica por la cual pueda filtrarse ni un ápice de una narrativa que pretende ser democrática, pero que daña a su partido y a su candidato.
(¿Qué militante sensato y justo, puede desear el resquebrajamiento de su partido? ¿Qué ciudadano, puede desear el debilitamiento de su candidato en un escenario tan importante, por lo histórico, en Tamaulipas? ¿Quién puede estar interesado en deslegitimar una elección interna que se ajustó a una Convocatoria y se apegó a los derechos de los participantes en ese proceso? ¿Qué pensamiento democrático, siéndolo, aspira a fortalecer al candidato opositor al suyo?).
La propuesta más consistente, hoy, de él, es:
“Américo está cayendo en las encuestas”.
Como dijera la famosísima cantante:
-¿Y..?
La coalición MORENA-PV-PT ya decidió.
“Américo, es el candidato a la gubernatura de Tamaulipas”, establecieron.
Pide Alejandro, reemplazar al candidato.
¿Bajo qué criterio?
¿Porque a su juicio, puede perder la elección?
Descabellado razonamiento.
En principio, en todo proceso electoral, justo, imparcial, equitativo, cualquier candidato puede perder o puede ganar.
Luego lo esencialmente democrático: fue electo por sus instancias partidistas que le aportaron legalidad y legitimidad a su candidatura.
La estrategia de Rojas Durán, lleva tufo de sospecha; primero torpedea la candidatura de Villarreal Anaya, para mancharla, disminuirla, para pedir en seguida, se cambie de candidato a mitad del proceso electoral, porque “puede perder”.
Ningunos comicios, en la historia de Tamaulipas, habían tenido chispas tan oscuras como aviesas, semejantes a los de la actualidad. Ni siquiera aquel lejano año de 1932 en que Portes Gil y el portesgilismo fueron arrasados por el huracán nacional que era el PNR.
No se puede remover al candidato, por estas razones:
1.- Vulneraría los derechos partidistas de Villarreal Anaya. Fue nominado a través de proceso partidista, legalmente articulado. Con un simple escrito al TRIFE, recuperaría -en ese remotísimo caso- su estatus de candidato.
2.- La oposición de Rojas Durán, a Américo, se transformó en una estruendosa postura mediática. Insiste en litigar en los medios, sus inconformidades y no ante las autoridades electorales.
3.- El inconforme, cada día se ve más famélico en sus soportes. Se ganó la ovación de la fanaticada, cuando se opuso al gobierno estatal; ahora, cada día se ve más cerca y fraterno de los enemigos de la IV T y más lejos del proyecto de MORENA para Tamaulipas.
¿Y Américo?
Sigue en lo suyo: preparándose para la jornada electoral constitucional.
Bien lo decía, Reyes Heroles:
-Lo que se opone, apoya…
Un 10 de abril, diferente
Desde mis días de preparatoriano, he visto el 10 de abril como una fecha oscura, amarga. La muerte de Emiliano Zapata, en ese día, era aciago para la sociedad rural y urbana más desprotegidas. Al pasar de los años, apareció un libro que alumbró las penumbras que tenía sobre el Caudillo del Sur –los fifís, dirán como lo han dicho siempre: el Atila del Sur–: Zapata, del historiador norteamericano, John Womack.
La prosa del gringo, sorprendió a todos: historiadores y profanos de la ciencia que estudia al hombre en el tiempo.
Es ya un clásico en la bibliografía que aborda la revolución mexicana.
Tuvieron que pasar décadas, para que la propuesta de ese texto genial, fuera superado por un historiador mexicano: Felipe Ávila. En Los orígenes del zapatismo, debate con Womack y desde el uso de fuentes primarias, el análisis de textos y la ponderación de interpretaciones, confronta al norteamericano: los campesinos del estado de Morelos, no fueron conservadores –“es la historia de unos campesinos, que hicieron una revolución para no cambiar…”, fue su tesis central–; operaron conscientemente, una revolución social en su entidad y en varios estados vecinos.
Si tuviéramos como telón de fondo, el escenario presente, diríamos: Womack, fue un intenso fifí, que escribió en forma brillante sobre la revolución agraria más relevante en la historia de México y de su líder en jefe.
Ávila, no sólo supera la vieja visión de Zapata que Womack, había hegemonizado por su enorme peso académico y lo espectacular de su trabajo; exhibe, también, el gran esfuerzo social de campesinos de Guerrero, la ciudad de México, estado de México, Hidalgo, Puebla, Veracruz, Michoacán y Oaxaca, en la grande jornada de imprimir un vuelco a la propiedad de la tierra y abonar en la toma de conciencia de la sociedad rural.
En similar tenor –si estuviéramos inmersos en la intensa lucha ideológica, de AMLO vs conservadores–, diríamos que Ávila, es un fiel representante de los historiadores de la IV Transformación.
Sin duda.
Desde la Academia se ven más claros los fenómenos histórico-políticos del país; los del pasado y los del presente.
A la perspectiva de Felipe, se ha sumado Pedro Salmerón. En su reciente libro, La Batalla por Tenochtitlan, demuestra que el zapatismo es la condensación de movimientos indígenas –desde la mal llamada Conquista–, las luchas de campesinos durante la Colonia, las jornadas épicas de hombres de campo en la Reforma, para coronar su más alta expresión revolucionaria en la convulsa época de 1910-1917.
Para Salmerón, el zapatismo, ha sido una energía social permanente en el México de hoy y el de ayer: sustenta esa tesis, con un dato irrefutable: la movilización del zapatismo del comandante Marcos, da continuidad y permanencia a las jornadas rebeldes de las comunidades indias y campesinas mexicanas.
Por su trayectoria y la forma de morir –traicionado, cobardemente asesinado–, los 10 de abril me entristecen y sueño deseando que la historia no hubiera sido como fue.
Afortunadamente, la conmemoración del asesinato de Zapata, este año será diferente.
Tendrá un ingrediente esperanzador: votaré para que un presidente –AMLO–, siga siendo presidente.
Escribir historia, es un hecho envidiable…
… hacer historia, es un acto dichosamente ciudadano.