TAMAULIPAS.- LO CLARO. Daríamos por descontado que las instituciones tienen un lenguaje común que les permite intercambiar ideas y aplicabilidades. Y no es así.
Para que existan condiciones de lenguajes similares para realizar trámites –por ejemplo- entre federación y estados, deben existir convenios marcos.
De tal forma se ajustan los cauces legales para que los trámites entre dependencias no sólo tengan validez, sino fluyan inclusive en sus presupuestos.
Así operan todas las instituciones. El interés de la autoridad en materia electoral, es distinta de la autoridad que suministra electricidad a las comunidades (a manera de ejemplo). Y para que exista entendimiento, deben formalizar su interacción.
Hoy la Universidad Autónoma de Tamaulipas abre sus puertas para establecer ese tipo de diálogos y acuerdos. Además de atender a su población estudiantil -su primer mandato- se relaciona con las comunidades a las que pertenece.
Recién firma un convenio colaborativo con el municipio de Aldama.
Los beneficios que reditúan sobre todo a la comunidad, son perceptibles de inmediato.
Las redes a distancia para acercar el conocimiento a quienes se impiden por movilidad el acudir presencialmente a los campus; el poner a disposición de la comuna investigación, docencia, desarrollo tecnológico, conocimiento en aplicabilidad para desarrollo turístico, medioambiental y toda la gama de sapiencia que la institución dispone, favorece el desarrollo integral.
Que muchos tomen el ejemplo.
LO MUY OSCURO. Lo vimos como un filme de Hollywood obtuso, con pocas posibilidades de que tuviera parecido a la realidad.
Y los productores no hicieron caso a la crítica. Antes bien, hicieron seis filmes exitosos partiendo de la icónica “Mad Max” de 1979 con Mel Gibson hasta la “Furia en el Camino”, con Charlize Theron.
Y mientras el mundo nos inventamos luchas invisibles por el control de cohetes nucleares, el poderío del oro, los hidrocarburos, la posesión de Las Malvinas, el control de la CFE en el Congreso y ‘el litio para los mexicanos’… la verdadera guerra tiene muchos años en ciernes y no le habríamos dado su real estatura.
La posesión del agua.
México –territorio- es acumulador del 1% del agua potable del mundo. Esto, mediante el regalo divino de 1.5 mil millones de metros cúbicos que por precipitaciones pluviales cada año nos reabastecen los mantos freáticos, cuerpos de agua y manantiales.
Más de la mitad se evapora y el resto ya lo hemos estudiado en este mismo espacio, donde la resultante les permite a los mexicanos disponer del 10% para consumo humano. En aquella ocasión tocamos el tema del Día Cero, o la cercana posibilidad de enfrentar el momento crítico de no tener agua para vivir.
Pero más allá del oscuro panorama de disponibilidad hídrica, tratamos el tema con visión digamos… de surrealismo político.
Sabemos bien que ese 1% del total de agua dulce que capta nuestro territorio, beneficia logísticamente a siete estados del país donde concentra su afluencia. Tabasco, Quintana Roo, Chiapas, Campeche, Yucatán, Veracruz y Oaxaca con el 50% de esos pluviales.
Lo chistoso –ahorita- es lo impensable.
El director de la dependencia ha puesto a disposición de la autoridad competente y cesado de sus funciones al menos a 150 empleados de alto nivel de la plantilla de 12 mil 500 empleados federales (CONAGUA) que administran el recurso hídrico. Corrupción es la sentencia.
¿El modus operandi? Mediante contratos y convenios con los usuarios, por ‘módicas sumas’ se declaran menos volumen del vital elemento utilizado, evadiendo de esta forma la contribución al erario público. Pagando cantidades irrisorias por el beneficio obtenido en contubernios.
Y de esta manera, da comienzo la guerra del agua –no sabemos en realidad desde cuando pudieron existir estas ‘fugas’- y la corrupción indica que cambia de sentido el hasta hace poco muy entronizado robo de combustibles “Huachicol”.
COLOFÓN: INEGI certifica que, en base a la disponibilidad, Chiapas es el estado que no sólo presenta la mayor cantidad de fugas de agua en su sistema de tuberías de suministro, sino el más rico en potencialidad y disponibilidad en todas sus ciudades habitadas.
Ojalá sea una falacia la guerra del agua. La corrupción no lo es.