TAMAULIPAS.- El PRI vive la última etapa de una larga agonía que inició con la imposición de Carlos Salinas de Gortari por parte de Miguel de la Madrid en la Presidencia de México en el 88, situación agravada por el crimen de Luis Donaldo Colosio y el posterior arribo de Ernesto Zedillo a la primera magistratura que solo sirvió para complementar la entrega de importantes bienes y servicios públicos al capital privado nacional y extranjero.
Desde entonces el tricolor rodó cuesta abajo con las derrotas de Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo Pintado a manos de la reacción panista ésta, que, faltando al compromiso democratizador creó desconfianza suficiente para el retorno de un PRI que mostró, además del encanto televisivo de la pareja Peña Nieto-Angélica Rivera, su gran capacidad de corrupción e inmoralidad política y administrativa. Fue dicho sexenio el de mayor saqueo, comparable quizá al de CSG no solo en lo material sino en alto grado de traición a la patria.
De manera que el PRI agoniza en medio de alianzas antinatura que convierten sus ideales y principios “revolucionarios” en basura demagógica. Lo más condenable es desde luego, “hacer equipo” con el PAN en el afán de colmar ambiciones personales. En este caso las del actual dirigente Alejandro Moreno Cárdenas cuyo capricho de convertirse en candidato presidencial lo lleva a desafiar a los más distinguidos próceres que, por distinta forma y manera, exigen su retiro como primer paso para salvar su partido.
Usted dirá que eso de “salvarlo” resulta imposible considerando que el daño es irreversible y materia de rechazo popular después de que gracias a la información oficial los mexicas nos enteramos, ¡hasta ahora!, de que a los gobiernos neoliberales poco les faltó para acabar con el país.
Lo que sucede al interior del PRI es más que una crisis y no resulta exagerado decir que está en vías de desaparecer abandonado por la militancia y enredado en diferencias entre algunos personajes que parecen dispuestos a dar el último estirón sin escatimar escándalos, es decir, ignorando la prudencia y disciplina características de los buenos tiempos de la organización. Y es que la pérdida de su registro es cosa juzgada en varios estados, incluyendo a Tamaulipas donde una ociosa burocracia se aferra con dientes y uñas para seguir cobrando.
En este sentido el columnista opina que el intento salvador llega tarde. Debió iniciar cuando menos, desde que Peña Nieto entregó la dirigencia partidista a Enrique Ochoa Reza y la candidatura presidencial a José Antonio Meade Kuribreña cuando se imponía la participación de alguien con mayor peso político, Miguel Ángel Osorio Chong por ejemplo, quien ahora está entre los “históricos” que exigen la renuncia de Alejandro Moreno, el mentado “Alito”.
El PRI entonces, ya no asusta a nadie y lo triste es que con “Alito” se convirtió en apéndice del PAN. ¡Quién lo diría!.
LO QUE UN DIA FUE
Por voz de algunos testigos, la gira del excandidato panista a la gubernatura más que de agradecimiento es de reclamo, lo cual es razón para que “no prenda” como se esperaba. Y es que los resultados condicionan actitudes donde la resignación pesa más que el llamado “a velar armas” cuando el combate terminó. Sea que la paisanada está consciente que “la grilla” pertenece al pasado y hay que embestir al presente. Es más, ni siquiera el futuro importa, sabiendo que es asunto de los pocos que han realizar tareas que a lo mejor ni esperaban.
La confrontación electoral ya no existe, al menos entre los votantes, por tanto, la provocación no funciona.
SUCEDE QUE
“Y aluego vino un remolino y nos alevantó”.
Y hasta la próxima.