El tiempo se quedó en el tiempo. Dicen. La tarde aún está en los canales y en las fotografías recientes. Debemos sacudir un poco de polvo y negociar unas vacaciones en la playa. Con poco nos alcanza. Es cosa de pensarlas.
Apenas inició y siento que me persigue el verano . Debo enfrentarlo y no he olvidado cómo. Por las banquetas quiebro la rutina de pisar raya en la rayuela. En las esquinas se vislumbra si viene cerca un automóvil. Debo luchar con esa imagen si quiero existir realmente.
La otra es cuerpo a cuerpo reconocer que la ciudad tiene siempre un sitio exacto. Un lugar donde perfectamente encajamos como el último clavo. O como el último esclavo.
Voy diciendo lo que voy pudiendo. Al rato me calla el silencio como cuando la luz se apaga. Así es el cuarto en este pedazo de mundo. Así son estos días sin filosofías. Alguien de esta república robó la agenda y nos hemos levantado sin fiestas. Disfrazados de humanoides.
Las fotografías son inútiles repeticiones. No sabemos qué hacer con tantas caras ni con los espejos que nos imitan. Ni con las utilidades. Parpadeamos para descargar cada centímetro pensado. Dormimos para remojar los remordimientos.
Ha pasado el millonario tiempo por este aire que da vuelta y hemos construido una cáscara de naranja, hicimos un gran charco con una cascada. Luego un barco varado afuera de una concurrencia creyó que era el océano. Estoy afuera de una barberia. Recordé que no uso bigote. Puedo besarte.
Antes de que oscurezca dame la risa que vuela. La palabra vendrá después en un pequeño camión del destino. Aquí espero esos ojos que me vieron. Espero tolerar las personas que me verán y encenderán su fuego. En la esquina espero salgas como el sol, como el lucero eléctrico.
En el poste de la esquina había un apagador sin lámpara, invicto. Lo soñé pero un día cuando pasé contigo comprobé que fue cierto. Fuimos ciertos nosotros por cierto. La noche era oscura y tú iluminaste aquel recuerdo que recuerdo.
Debo creer estas palabras o no tendré nada qué ofrecerte, se han hecho un poco tarde estas ganas de abrazarte si me esperas, y eres como esta carta que le escribo al futuro de una botella. Puedes abrirla, olerla y después leerla cuando no haya nadie. Estaré comoquiera.
Lo cierto es la sed, el sudor, el pensamiento que va y viene en oleajes de mundos. Tengo prisa pero si corro no avanzo, en eso consiste el tiempo. Y te pienso. Hay gente muy callada atrás de un escritorio, pregúntenle algo al respecto. Desde ahí se puede ver, por el amplio cristal, el paso del ciudadano por las banquetas.
En el mismo sitio se baila y para el cuerpo el golpeteo de un martillo es una percusión que se baila, lo que se observa es un movimiento vibratorio. La música esta debajo de los ruidos más estrepitosos.
Hago lo que puedo, estoy buscando acomodo en tu cuerpo. El movimiento es un ensayo, una introducción al blues de la primera tarde en tus brazos. Hago la tinta, escurro, voy coloreando el fondo de la calle pues ahí veo tus ojos de nuevo .
Y hay sitios donde el ruido es música de fondo. Hay que ir a buscar a lo tenores en un silbato de árbitro. En una campana de la iglesia está Pavaroti.
Te hablo por que sé que me hablas. Te escucho sin oídos escribiéndote. La carta es el zumbido de sentimientos que se encuentran atropelladamente en un lienzo. Te hablo con los colores, formateo la memoria y veo los frutos de dos que estallan al tacto.
Ojalá sea verdad esta forma de escribir una carta y no la esté soñando a la orilla de la cama, cayendo. Porque caigo.
Aunque puedo redactar en el aire, a ojo de buen cubero. Puedo escribir de las cosas que no veo, de lo que creo, pero que nada más yo creo. Y en unas cuantas líneas escribir sin pudor lo mucho que te necesito.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara