TAMAULIPAS.- Los 12 meses que faltan para que comience formalmente el proceso electoral 2023-2024 parecen una eternidad para la alianza del PAN, PRI y PRD.
La coalición de estos tres partidos, patrocinada con orgullo por representantes de la iniciativa privada, difícilmente llegará viva al próximo año cuando tendrán que definir no sólo quién sería su mejor candidato a la Presidencia de la República sino miles de candidatos a puestos de elección popular que estarán disponibles en todo el país.
Es más, muy probablemente ni siquiera llegue con oxígeno a la contienda del 2023, cuando se disputarán las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México.
Una primer manzana envenenada puesta a disposición de los aliancistas fue la discusión por la reforma eléctrica.
No sucumbieron ante la tentación, pero como consecuencia de aquel desaire, sobrevino una sólida embestida contra el indefendible dirigente nacional del PRI, Alito Moreno, quien al parecer ya bajó las banderas y dobló las manos.
El Presidente del Comité Directivo Nacional del Revolucionario Institucional avaló en los hechos una iniciativa presentada por una diputada de su partido para extender la presencia militar en las calles del país hasta el 2028.
Un centro con la mano para que el presidente López Obrador anote su gol.
Marko Cortés, igual de impresentable que su colega tricolor, le puso un ultimátum al PRI, y Alito utilizó el mismo tono arrogante con el que había jurado que solo muerto lo iban a doblar, para responder: “El PRI no recibe ultimátum, ni acepta órdenes ni de aliados ni de adversarios. Siempre vamos a construir, en unidad y convicción, por el bien de México”.
Sobra decir que esta virtual ruptura entre priístas y panistas beneficia en términos electorales a Morena, que así acrecienta sus de por sí elevadas posibilidades de retener la Presidencia en el 2024.
¿Qué implicaciones tendría esto en Tamaulipas? Unas muy similares a las del contexto nacional: las probabilidades del PRI y el PAN de arrebatarle espacios de poder a Morena y a la nueva administración estatal tienden a reducirse si ocurre lo obvio y se atomiza el voto de la oposición.
Acaso otro efecto secundario sea que la alianza legislativa que sostienen los priístas y panistas en el Congreso de Tamaulipas pudiera fracturarse.
Por lo pronto, ayer el diputado y presidente del Comité Estatal, Edgar Melhem respaldó
la postura de su presidente, y así como el año pasado a regañadientes aceptó la alianza en Tamaulipas porque fue la línea que bajó la dirigencia nacional, ahora -quizás con más gusto- aceptará alejarse de los panistas.
Finalmente, azules y tricolores saben bien que más allá de los dislates de Alito, Marko y las presiones de Presidencia de la República, en el territorio la coalición Va por Tamaulipas nunca carburó.
Fueron públicos los reproches de los priístas que acusaron a los operadores políticos de
la alianza de arrebatarles votos, lo que a la postre derivó en la pobre votación que obtuvo el partido.
La alianza, parece, ya tiene fecha de caducidad.