Durante el día el cuerpo está de pie y suele ir por la calle así como lo conocemos. Ahí mismo imperceptible, hay que considerar, viaja el alma en algún lugar del mundo de cada uno.
El cuerpo cumple al paso las órdenes que se le dictan. En la mente, sin decirse, hay frases que el cuerpo obedece feliz o a regañadientes. Es el cuerpo el soldado frente al campo de batalla, siempre perdiendo la guerra. El alma por su parte se pierde en cualquier momento y quién sabe si vuelva. En todo caso, dicen que el alma es lo único que nos sobrevive.
El alma como no se observa a simple vista se olvida y se recuerda. Y sin embargo al sujeto, simple habitante, dicese desnudo esqueleto, al vato común como uno mismo, al menor descuido nos sobrevive el alma intacta. Nos podremos chingar la rodilla y sin embargo gozar las delicias de una alma en buenas condiciones.
El alma no tiene los adjetivos que uno quisiera para esclarecer su existencia. Hay definiciones que divagan de uno al otro lado del mar sin profundas consecuencias. Para todos los que quieran saber se le informa que el alma no se vende en una tienda. No es un producto ni una palabra, ni el nombre de una colonia.
Durante el día no ocurre nada con lo que creemos es el alma. El alma tan campante, como el amor, invisible. Por eso la crónica de una vida cotidiana contiene la contienda primitiva entre los bueno y lo malo, la falsa moral y la escasa ética.
Durante el día las imágenes que imprimimos en Ia memoria contienen el alma que nunca vimos. En la observación directa el alma se persibe con su bandera eólica. Respiramos y el alma se entretiene viéndonos. Y nosotros movemos las manos, hacemos la finta, dictamos una conferencia en la intimidad de nuestro alfabeto.
Es como el tiempo, el alma perdura y no desaparece. Dejamos de ser y el alma es el misterio. El alma sobrevive y se mese sobre las aguas. El cuerpo, desaparecido de esa manera, ya no vuelve a ser buscado en los sitios que frecuentaba. Se dejaron de escuchar los gritos de la comedia y por tanto ese espacio fue ocupado por un canto gregoriano en el fondo de esta película.
El alma es el refugio secreto de los poetas. Todos en un momento, de pronto somos poetas, somos las palabras o imágenes sin tiempo. Somos alma y es un presentimiento. El poeta vive en el alma y baja de vez en cuando al pueblo bañado en llanto. Entonces las rosas quemadas vuelven a florecer muchas veces.
El día es el vino. Con esa facilidad nos amanece. Somos almas desnudas y cuerpos rodeados de otros. Con esa confusión amanece a unos cuantos metros del sitio donde escribimos.
Sí, aparte somos la fórmula de muchas horas que no recordamos, el resultado absurdo que no resolvió la ecuación, y en el vino de la vida hacemos fina la idea de que el alma exista, mientras hacemos fila en una tortillería.
Somos pequeños Dioses, dueños del alma, del libre albedrío, resignados cantantes de opera, escribimos un constante prólogo de una vida diaria. Y la vida diaria es todo junto. Un montón de cosas que llevamos de un sitio a otro, para alimentarnos, para descansar, para protegernos de la lluvia, del sol y de la vida pecaminosa.
Por otra parte hay que lavar la ropa, tenderla, esperar que seque, planchar y salir a pasear en un día triste. En todo caso el alma suele alegrarse con las tardes tristes, con los delgados arroyos de las mejillas, con el frío que incluso haga. El alma no padece este cuerpo, por tanto no cruza este lenguaje, no pasa por los sonidos y no sabe de los silencios.
El alma reconforta los días podridos en las novelas. En un rincón del romance antes de un beso se ama con el alma. Para eso existe. Valdría la pena haber nacido sólo para ese trémulo momento de la dura existencia en el que nos toca algo bonito. Es cuanto.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara