5 diciembre, 2025

5 diciembre, 2025

La Navidad y un primo que viene de Dallas 

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Diciembre se va muy rápido, el año lo agarra de bajada en el tropel de sus últimos días. También de pronto ya es diciembre y la gente dice: ¡Qué rápido se fue el año! 

El año llega al borde imaginario, a la orilla de la raya, a la barda, a la cinta de cuerda. Habrá qué brincar. Estos días- los mismos días fríos de invierno- se preparan para ser recordados en la nostalgia del año que fue y del que pudo haber sido y no fue. 

Diciembre es el mes del Santa Close de los niños alegres, de los cacahuates y las colaciones, las piñatas que cruzan las calles con su inocente Bob esponja. En contra parte Batman- que cuelga de un mecate- es abatido a palos por un grupo de pequeños maleantes que se cubren de gloria en la ciudad gótica. 

Se espera a Santa y las impertinentes preguntas del «¿qué te va a traer Santa Close? » y de una vez respondes «nada». O por el contrario, ya el niño descubrió la bicicleta que le compraron y sabe que ya no más lo andan troleando. 

Estas son las vísperas, los días que anteceden a la navidad. En este mes muchos niños nacen y otros cumplen años, pero se recuerda con júbilo religioso en lo público y en lo privado a uno que nació el 24.

Los mayores conservan las tradiciones y no tanto los jóvenes, sin embargo siempre hay aquel, aquella, que se le da eso de hacer tamales. Las señoras se juntan y ellas tienen mucho qué contar y ahí no hay impunidad. 

Nunca el tiempo fue más de los niños que el mundo de diciembre. De grande, la navidad es un jardín en la memoria. Están ahí las cosas más maravillosas y fantásticas que el ser humano puede imaginar en los días felices sin clases. 

Las casas se exaltan y palpitan con luces de colores que forma pueblos de gnomos y ayudantes, consumidores y detractores de Santa. Grinchs, liberales y conservadores. 

En alguna parte de la fiesta está aquella esperada visita, hay un desconocido, el que baila, o la que anda a la moda. En otra parte está la ausencia austera en su lugar predilecto, con el recuerdo en un vaso, en la barba de una foto de los antepasados de los abuelos sonriendo. 

Si te asomas, afuera se han juntado los fumadores con un vaso en Ia mano, y si les preguntan, nadie se sabe un villancico; lejano quedó el jardín de niños en que hacíamos como que cantábamos, cada quien entonaba un  corrido distinto, pero con bastante entusiasmo. 

En vísperas del último tramo diciembre es una experiencia poética, profundamente religiosa y y humana. Mes de la decadencia y el renacimiento, de un año a otro, mes del pase de estafeta, de la reencarnación del número, 2023, un número extraño, cercano, cima en lo más alto viendo al 24.

Diciembre es oropel, drama sagrado, en ciertos puntos es una región de paz para el pensamiento, en otras parece una guerra entre esferas rojas y miles de regalos que no dejan ver el árbol. Se cumple la profecía y lo que fue víspera se volvió noche buena, pronto se elaboran los vestigios de la fiesta. 

Será 24 de diciembre, ya lo es, lo fue, según el día en que usted lea esto. El cuerpo, junto a otros, suelto y diluido en el espacio será otro y el mismo, según quien le haya dado un abrazo, según las cheves que se haya tomado, la cruda que se cargue cuando el destino nos alcance. 

Se pueden escribir los versos más tristes estás noches y con el  mismo móvil los más alegres. El mismo sitio las contradicciones tienen sentido mientras se entona un villancico en alguna parte de la tarde. 

Es víspera de navidad, la raza trae el aguinaldo bailando, trae la frecuencia modulada, traen asueto en las sandalias y no llevan portafolios a las reuniones, porque estás son de caché, son con Ia comadre y un primo que viene de Dallas. 

HASTA PRONTO 

Por Rigoberto Hernández Guevara 

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