El Movimiento de Regeneración Nacional fue la creación de Andrés Manuel López Obrador para enfrentar a las tribus perredistas que se dejaron conquistar por el entonces presidente Felipe Calderón y resquebrajaron al partido que hasta 2006, conservaba la suficiente fuerza para doblegar al prianismo, finalmente entronizado en el poder con el cuestionado triunfo del michoacano..
La jugada le resultó a López Obrador y su ascenso y consolidación obligó a las fuerzas de la “izquierda” a entrar de nuevo en coalición para hacer frente al ‘nuevo PRI’ de Enrique Peña Nieto, y al calderonismo que agonizaba tras los errores garrafales de su gobierno que convirtió al país en un cementerio.
La maquinaria priista, nunca dejó de funcionar durante los dos sexenios de panismo y regresó al poder, pese a todas las impugnaciones que interpuso AMLO.
Enrique Peña Nieto convocó a la unidad con el “Pacto por México” pero fracasó por todos los errores de su gobierno y los escándalos de corrupción de los neopriistas lo cual impulsó el crecimiento de Morena, que apenas había logrado su registro en 2014.
El partido que llevó al poder a la ‘izquierda’ y al obradorismo era uno muy distinto al movimiento izquierdista que formó al PRD tras el fraude electoral de 1988, muy distinto al PRD que llegó al poder en la Ciudad de México, en 1997, y muy distinto a todos los satélites que por años sumó la izquierda (PT, Convergencia, PPS, etc).
El nuevo partido era una mezcla de colores, de personajes y claro, de intereses.
Había en esta organización, de todos colores y sabores: figuras emanadas del panismo recalcitrante como Manuel Espino, del priismo jurásico como Manuel Barlett, y de otros partidos aliados, ahora inexistentes, formados en su mayoría por pastores protestantes y por la organización Pro vida fundidas ambas corrientes en una extraña organización denominada Encuentro Social
Alianza absurda porque si alguien representa al bloque totalmente opuesto a la plataforma ideológica de la izquierda mexicana es precisamente la ultraconservadora Provida
En Tamaulipas en 2016, aún en el régimen peñista, el PAN terminó con más de ochenta años de priismo y la huída en estampida de sus patrocinadores y mapaches a otras partes del país.
Sólo algunas figuras obsoletas del tricolor, de la noche a la mañana se convirtieron en militantes “apasionados” de la izquierda tamaulipeca, y le hicieron frente al aplastante cabecismo con muy pobres resultados electorales.
Tiempo después, un morenismo recargado con militantes de otras organizaciones, fue arropado por la 4T del presidente Andrés Manuel López Obrador y entonces pudieron avanzar apoyados en la figura presidencial, avalada por una larga lucha contra el sistema y con una base social construida en años de intenso activismo.
Pero la nueva militancia de Morena en el estado, al igual que a nivel nacional, tienen conceptos muy elementales sobre lo que es la izquierda, y su praxis está fincada más bien en sus ambiciones económicas. Su base es, como lo diría a López Obrador, aspiracionista y más cercana al neoliberalismo que la 4T se ha propuesto combatir ..
En el estado son muy pocos los morenistas en funciones que conocen o actúan de acuerdo con los principios del movimiento, y nada tienen que ver y entender con los conceptos más básicos del socialismo, de la social democracia o del movimiento progresista.
El morenismo tamaulipeco hasta la fecha es una amalgama de priistas en fuga, panistas resentidos y uno que otro viejo militante de la izquierda que piensa más en su retiro que en llevar a cabo una 4T en el estado.
Y esa es la verdadera amenaza para el partido, porque toda la fortaleza de sus actuales figuras políticas y hasta de sus cuadros se respalda en la fortaleza del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Una coraza de acero para un bloque de talco que al perder su protección corre el riesgo de desmoronarse al primer golpe contundente de la realidad.
Cuando Andrés Manuel López Obrador deje el poder en 2024, posiblemente regrese a su activismo como eterna figura opositora y Morena se desmoronará entre las ambiciones de las camarillas políticas escasas de principios y con deficiente formación.
Urge entonces que Morena se convierta en una verdadera organización política que se fortalezca y soporte en los principios que le dieron vida.
Solo así podrá evitar que Tamaulipas regresen al poder las fuerzas representadas por un priismo decadente y un el cabecismo de empeñado en recuperar el poder.
Utilizamos el término “cabecismo”,que así debe ser catalogado porque nunca integró a los verdaderos panistas en las cúpulas del poder.
Viviríamos de nuevo una década perdida, un concepto bien acuñado por cierto, por el principal adversario de AMLO, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
Por Alfonso García
@pedroalfonso88