La mitad del mundo es de noche, la mitad del mundo cierra los ojos en lo que otros los abren. Una parte oscura y otra brillante, la tierra es como nosotros.
Es para todos esta noche y todas, aunque hay quienes se apropian, quienes, trabajan, quienes no pueden dormir, quienes se divierten bajo la inmensa sombra de la mesa.
La noche es una camisa brava, rota en la espalda subiendo una escalera. Camisa mohosa, luida, desgastada por el viento. La noche se parece al dejo de los labios, insinúa la nostalgia en el espacio trisado de un sueño.
No hay un plan de vuelo en un oleaje nocturno, cerrando los ojos de aire en la plaza cercana, dormimos.
Tal vez más allá de las palabras, donde no queda nada, haya, como no queriendo la cosa, el alguna parte del cuerpo, el silencio y las últimas palabras que se han dicho antes de las 12.
Se hace noche pronto, quedamos bajo el agua oscura, comienzan a hacer falta las cosas que se esfuman, que desaparecen con la luz. Las ciudades cambian en los ojos y la voz de los libros es extraña. En la noche el artista en alerta canta mientras dibuja el contorno de su figura.
En la comisura de la puerta, rumbo a una estación de trenes, queda el alba. Se ignora la suerte del último naufragio de la noche. Esta es la noche, adentro te acechan las palabras como mariposas quebradas.
Acerco mi palabra al oído y es una mar en calma, una isla chica es el alma. Calma chicha es la calle callada. La calle es polvo de nubes en cualquiera de los callejones. Veo a través de las casonas antiguas los vestigios de otros tiempos como quien sabe leer el recuerdo.
La noche es un estuario de barrios y estanterías, un pequeño café circundando la plaza. Por fortuna carezco de importancia deambulando el silencio. La lucha ha sido cuerpo a cuerpo en el pensamiento con los ojos abiertos para decir lo que quiero. La noche se va apoderando de la gente, y un viento muy ligero se quedó en Ia luz de un viejo faro.
En las calles de este municipio hallaron el rastro en estos fríos amaneceres de febrero. Noche, voy por fe a dónde estás pasada en agua. Beberé el jugo de estrellas, me recostaré en la sombra de los árboles.
No me quedan más refugios que el sueño y guardé este limpio cariño como un templo cuya feligresía sabrá querer de todas maneras una vez que amanezca, una vez que salga el sol, para vernos a los ojos.
Ahí en alguna parte de la galaxia hay gente dormida. La noche se hizo para descansar y para abrazar a la mujer que se ama.
Es de noche . Y yo aquí clavando señas, haciendo señales de humo, dejando huellas. Que alguien me encuentre. Estaré a la vuelta de esta noche. Y no hagan ruido, por si me encuentran dormido, dejen que me despierte con el silencio, con alguna pesadilla.
Estoy aquí en una ventana única que da en mi cara, donde pueden ver que soy un árbol. Con el viento recurrente, muevo mi mano de hojas calladas, yo soy el lado de la calle y, tú amor, eres el adentro, el todo, el frío y el fuego.
Llevo un poco de agua en un hueco, seguramente te amo noche como a mi amor infinito, soy el sol que llueve sobre el planeta profético. Varias veces nace uno cuando ama, varias veces muere. El día muere después de las tardes. Hay un breve apocalípsis y una restauración en el imperio del beso en los labios. En un instante el día y la noche se juntan ¿De dónde salen?
Vivir es recoger las hojas desarmado, solo para asomarse y ver el otro dìa en la voz misma, vivir es estar del otro lado de los lados.
Amanece con el sol despacio y resplandeciendo sobre el tejado mojado. En las ruinas de la noche las sombras cobijan todavía los rincones. Se enciende la mañana como una hoguera y las manos se juntan, beben café y sueñan… Entonces, sólo entonces, despertamos.
HASTA PRONTO
Por Rigoberto Hernández Guevara