Este Doctor, militar, periodista y escritor, nació en la villa de San Carlos, Tamaulipas, en el año de 1844, sus padres fueron don Ignacio Martínez y doña Guadalupe Elizondo.
Por archivos parroquiales de la Catedral de Monterrey, se sabe que sus padres contrajeron nupcias el 24 de julio de 1836 y que sus abuelos paternos fueron don Ignacio Martínez y doña Ma. Anta. Serna; mientras que los maternos fueron don Alejandro Elizondo y doña Rita Carasos.
Tuvo por hermanos a Ma. de la Luz Martínez, nacida en Monterrey en 1837; José María de Jesús, nacido en 1838; María Adelaida Martínez, nacida en 1847; Franco. del Pilar, nacido en 1850; y otra llamada Dolores Martínez Elizondo, casada el 24 de abril de 1863 en Monterrey, con don Hilario Rodríguez, nativo de esa ciudad regiomontana.
FUE UN HOMBRE LETRADO
Ignacio Martínez Elizondo recibió en Monterrey las primeras enseñanzas y la educación media en el tradicional Colegio Civil de la misma ciudad.
En 1859 ingresó al Colegio Civil de Nuevo León, donde estudió la carrera de medicina. Presentó su examen profesional el 8 de agosto de 1865, con la tesis ¿Hay o no fiebres esenciales?, siendo el primer alumno egresado de esa Facultad.
Cultivó desde joven la poesía; fue muy aplaudido su poema juvenil titulado “Una Edad”, pronunciado en homenaje de aniversario a su maestro, el doctor e historiador José Eleuterio González; leyó otra poesía ante el general Mariano Escobedo en su entrada triunfal a la capital de Nuevo León en 1865, compuesto en octavas reales.
Editó en Monterrey en 1866 el periódico científico literario llamado Guirnalda, donde publicó poemas de su inspiración. Fue distinguido profesor de su alma mater: la Escuela de Medicina de Monterrey.
Ejerció su profesión en San Luis Potosí, Tula, Nuevo Laredo y Matamoros y radicó en Brownsville y Laredo, Texas. Fue muy estimado por su carácter afable y bondadoso.
APOYÓ EN ARMAS A DON PORFIRIO
Se había adherido al plan de la Noria en noviembre de 1871, encabezado por Porfirio Díaz, siendo jefe de una brigada. El 5 de marzo de 1876, en la hacienda de Buenavista, cerca de Tula, el doctor Ignacio Martínez Elizondo, se levantó en armas en apoyo al Plan de Tuxtepec. Su proclama fue: “Vuelve en ti, ¡Ultrajado pueblo! y no permitas más que exista el que te abofeteó, cobarde; ese era Lerdo…”.
Días más tarde toma la ciudad tamaulipeca de Magiscatzin y el 24 de abril de 1876, “al mando de ochenta hombres sublevados contra las autoridades legítimas de la república” entró a la villa de Antiguo Morelos, para posteriormente continuar su campaña en otros puntos de Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí y Guanajuato.
OCUPÓ CARGOS EN EL PRIMER GOBIERNO DE DÍAZ
Durante la rebelión de Tuxtepec en 1876, el general Ignacio Martínez Elizondo fue uno de los personajes que más ayudó en el norte del país al general Porfirio Díaz, por eso fue nombrado comandante militar del Distrito Federal; por lo que tuvo a su mando la Cuarta División del Ejército Nacional de 1876 a 1878, ascendiendo al grado de general de División. Fue fundador de la Logia Masónica “Aurora Boreal Número 14” en 1881.
FUE PRESIDENTE MUNICIPAL DE CIUDAD VICTORIA
EN 1885 El historiador tamaulipeco Juan Manuel Torrea, atribuye al Dr. Martínez haber dominado la situación derivada de la sublevación de un batallón en Ciudad Victoria, interviniendo personalmente al matar al oficial que jefaturó la asonada, al sargento de la guardia y al corneta de órdenes.
En ese tiempo, se le conocía al Doctor Martínez con el apodo de “el pinto”. VIAJO POR EL MUNDO Viajó por diversos países, dando cuenta de sus recorridos, en dos obras tituladas “Recuerdos de un viaje por América, Europa y África y Alrededor del Mundo”, el primero editado en 1884 en la librería de P. Bregi de París, con pulcritud y elegancia en 512 páginas con cantos dorados y magníficas láminas, entre ellas una notable de la Catedral de México y el segundo, editado en su primer tomo en 1888.
En su primer libro llamó tirano a Benito Juárez y lo dedicó a sus padres y a su maestro el célebre Doctor José Eleuterio González. ROMPE CON PORFIRIO DÍAZ Tras el gobierno del general tamaulipeco Manuel retornó al poder, legitimando la reelección presidencial; siendo eso el punto de quiebre de la lealtad del doctor Martínez al antiguo caudillo ahora encumbrado.
Como en sus tiempos de estudiante se le apodaba con el nombre de “El Buscapiés”, editó en dos épocas una publicación semanaria con ese título en la ciudad de Monterrey, en la que se expresaron ataques al gobierno en relación al restablecimiento del orden constitucional en los Estados de la federación y la libertad de prensa.
En telegrama fechado en la Ciudad de México, el 10 de julio de 1885, Porfirio Díaz ordenó al coronel Sebastián Villarreal, quien se encontraba en Matamoros, vigilar al general Ignacio Martínez y textualmente le indicó: “si da motivo échale el guante.
Ante eso, se fue a radicar a la frontera sur de Texas, donde fundó en Brownsville el periódico anti-porfirista El Mundo. Se le atribuye el “Plan Restaurador del Orden Constitucional” aparecido el 19 de agosto de 1886.
Después de ser asesinado en 1886 el general Trinidad García de la Cadena, a quien se le acusaba de conspirar contra el gobierno de Porfirio Díaz, se estrechó la vigilancia sobre el doctor Martínez, quien no obstante prosiguió su labor periodística de oposición.
Estando a punto de perecer con el valiente periodista tamaulipeco Catarina E. Garza, se asiló en 1890 en Laredo, Texas, publicando en su periódico El Mundo las “Memorias de Sebastián Lerdo de Tejada”, escritas por Adolfo Carrillo, en cuyas prensas probablemente se imprimió El Chinaco, furibundo libelo del periodista Paulino Martínez. En Laredo, Texas, junto al periodista Catarino E. Garza, publica también “El Libre pensador”. Fue víctima de varios atentados y a su propio decir, en uno de ellos mató al agresor.
SU CRIMEN
El domingo 1 de febrero de 1891, en la tarde, pasando a pie el conocido comerciante don Rómulo Zardeneta con dos comerciantes americanos, fue agredido por el general Martínez, quien desde arriba del buggy en que se paseaba, quiso darle un latigazo, el cual recibió uno de sus acompañantes.
El general Martínez fue arrestado por el diputado scheriff Víctor Morell. La prensa de aquellos años, relató que después de ser liberado, pasó en el mismo buggy por la casa de don Paulino Martínez, con el fin de provocarlo, sin resultado, gracias a la energía de don Paulino.
Toda la población del viejo Laredo supo de este altercado, y el resto del día no se habló otra cosa en esa ciudad tejana. El lunes por la mañana, Ignacio Martínez se presentó a la Corte ante el Sr. Morell, diciéndole que la víspera había quebrantado la paz e iba a pagar la multa que le correspondiese.
El empleado le manifestó que el juez de paz Sr. Foster, estaba ocupado en esos momentos y que al desocuparse se lo haría saber y le mandaría avisar a su casa el resultado.
El martes 3 de febrero, por la mañana, el caso de la agresión a Rómulo Zardeneta se siguió llevando en la corte laredense, teniendo como abogado el general Ignacio Martínez al Sr. Ereest, quien le consiguió una fianza de 700 pesos.
Ese mismo día, Rómulo Peña, saludó al general Martínez, y dijo que el doctor detuvo su buggy para hablarle, cuando antes de que llegase a donde estaba aquel, oyó un disparo. El caballo rompió a galope y el general cayó de cabeza al suelo.
Peña corrió tras el caballo, pero no logró alcanzarlo, volviendo al general, a quien encontró exhalando el último suspiro, con la mano en la pistola y tratando de sacarla, pero demasiado débil para poder hacerlo.
El testigo añadió en su declaración, que no vio hombres a caballo, pero que muy bien pudieron estar escondidos sin que él los viese. El general Ignacio Martínez Elizondo fue inhumado la mañana del miércoles 4 de febrero de 1891, en el cementerio de Laredo, Texas, con su uniforme de general del ejército mexicano.
El cónsul mexicano Sr. Barrios, dijo a la prensa que las autoridades de Nuevo Laredo estaban ansiosas de poder ayudar en la aprehensión de los asesinos
SE DIJO QUE LA POLICÍA HABÍA seguido las huellas de don hombres a caballo, a quien suponían como autores materiales del crimen, perdiéndolas en El Paso de los Indios.
La noche de ese miércoles, como a las nueve y media, al asomarse a la puerta de su habitación la niña Estela Martínez, para ver si llegaba su hermano Tomás, empleado como cajero en la estación ferroviaria del Nacional Mexicano, se encontró con un individuo disfrazado de pelado, apuntándole en la cara a distancia de media vara con una pistola.
El grito de terror de la niña, hizo que su madre se presentara, y el sujeto bajo el arma y a pasos precipitados se fue al centro de la ciudad.
El joven Tomás Martínez, era considerado hermano político del general Ignacio Martínez, por lo que se presumía, también lo querían matar los asesinos del general.
POR MARVIN HUERTA MÁRQUEZ