Goyita nació en la zona rural, en un ejido de Ocampo, Tamaulipas.
Desde pequeña le encantaba observar la gran cantidad de regalos y arreglos alusivos al día de San Valentín que cada mes de febrero se ofertaban en el pequeño tianguis que se instala cada miércoles en ese municipio.
Rosas, corazones rojos, muñecos de peluche, flores, chocolates y un sinfín de coloridos objetos robaban su atención al caminar esos 400 metros de mercado sobre ruedas.
Juana Gregoria, fue el nombre que le impusieron y que nunca fue de su agrado. En la primaria sufrió mucho bullying por parte de sus compañeros.
“¡Goyita la gordita!” le gritaban los niños durante el recreo, haciendo burla de su sobrepeso. Cuando goyita cumplió 12 años sus padres la llevaron a vivir a Ciudad Mante para que cursara ahí en la secundaria.
Lejos de escapar de las burlas de sus compañeros, la adolescente ahora vivía un doble acoso, pues aparte de llamarla gordita, ahora también le llamaban ‘india’.
Sin embargo, Goyita vivía su adolescencia como muchas otras jovencitas, más de una vez sintió mariposas en el estómago al ver algún muchachito sonreírle.
Y cada mes de febrero renacía en ella ese espíritu romántico que envuelve ‘el día del amor y la amistad’. Tras graduarse de secundaria ingresó al cbtis a estudiar el bachillerato en contabilidad.
Todos en el plantel conocían a Goyita, pues sus calificaciones se destacaban por encima de toda su generación. A los 18 años, y ya cursando la carrera de contador público, Goyita se enamoró por primera vez. Sus ojos delataban sus intensos sentimientos hacia Raúl, un flacucho estudiante que también provenía de un ejido.
Día a día la joven no podía evitar seguirlo con la mirada, cada que atravesaba el pasillo central. Una ocasión, en una fiesta de Halloween, hubo un acercamiento entre ambos, pero Raúl estaba enamorado de otra chica y solo se dedicó a ignorar a Juana Gregoria. Poco después ella se enteró de que el flacucho muchacho solía burlarse de ella diciendo “Yo jamás andaría con una gorda como esa”.
A partir de ahí Goyita se volvió muy callada y de semblante triste. Ocasionalmente decidia emprender una nueva dieta para bajar de peso, y se le veía trotando en algún parque por las tardes.
Su lucha contra el sobrepeso consumió gran parte de su juventud. “Estaba obsesionada con mis lonjas, realmente me importaba mucho mi aspecto” comenta Goyita a su viejo amigo El Caminante.
Pero la vida sucede en un instante y de pronto bonita ya cumplía sus 30 años. Sus padres y hermanos estaban seguros de que la mujer se quedaría solterona. Pasaban los años y la ahora profesionista, veía como todas sus amigas se casaban y llegaban a disfrutar de la maternidad.
Cada 14 de febrero sentía que un pedazo de su alma se iba resignando a no encontrar el amor. Una depresión llegó para golpear su ser.
Aunado a esto, la ansiedad que experimentaba, la motivaba a comer en exceso. Su peso aumentaba mas y mas, y con ello la amenaza de posibles enfermedades crónicas, cómo la diabetes y la presión alta.
Goyita empezó a trabajar para una compañía de transportes de carga, cuya matriz se encontraba en el estado de Texas. Fue entonces cuando debido a su trabajo, tuvo que emigrar a los Estados Unidos.
En el punto máximo de su depresión, una paisana que trabajaba en la misma empresa la recomendó acudir a terapia. Goyita siguió ese consejo y descubrió, qué la raíz de su inseguridad respecto a su apariencia residía en aquella frustrada ilusión, qué depositaba en la romántica esfera qué provoca el festejo del día del amor y la amistad del 14 de febrero.
“Tardé mucho en comprender que aunque no es malo festejar esta fecha, si nos crea una expectativa y una falsa idea de lo que es el amor, nos convence de qué romanticismo es amor, Y esta es una gran mentira, porque para empezar uno debe amarse a sí mismo tal cómo es, y de ahí construir una autoestima sana para poder relacionarse con otras personas” cuenta Goyita.
Tras aceptarse como era, Goyita siguió cuidando de su salud mental y emocional además de la física. Meses después conoció a Steven, un ex marine, afroamericano de 2 metros de alto, que quedó profundamente enamorado de la mexicana. “Lo que más me gusta de ella es su seguridad, su capacidad de amarse y de aceptarse cómo es” dice Steven, y orgulloso presume qué están haciendo planes para casarse próximamente.
“Muchas veces me dijeron que encontraría alguien qué me querría por como soy y no como luzco, te confieso que muchas veces dudé de eso, pero hoy me doy cuenta que el amor verdadero empieza amándose a uno mismo” Asegura la oriunda de Ocampo, Tamaulipas.
Si bien el 14 de febrero nos recuerda qué debemos celebrar el amor y la amistad, también debería hacernos pensar qué la primera persona a quien uno debe amar y procurar es a uno mismo, ojalá aprendiéramos algo de Goyita. Demasiada pata de perro por esta semana.
Por Jorge Zamora