LO CLARO. Si partimos de la rigidez que aún controla al mundo, donde la religión de mayor apostolado en nuestro país se sustenta en escrituras (Biblia) dictadas, escritas y generadas desde la mente de un varón al igual que muchos otros aspectos culturales que continúan marcando el camino a seguir, la resultante es una sola: se debe prevalecer y reforzar con mayor ímpetu la búsqueda inacabada del ‘piso parejo’. La igualdad de género con enfoque en la salvaguarda de los derechos de la mujer.
Cada aspecto de la vida; la política, el ambiente laboral, la familia, cultura, deporte y por ende la educación deben contar con la inclusión femenina, el empoderamiento y los espacios libres de violencia que le permitan la trascendencia y oportunidades iguales a los hombres.
La Universidad Autónoma de Tamaulipas les conmemora en el marco del Día Internacional de la Mujer (6 al 10 de marzo) con programas de alto impacto a la comunidad en general.
“Mujeres UAT emprendedoras”, donde compartirán sus talentos para generar riqueza y desarrollo en la comunidad; círculo de lectura “Mujeres Magníficas”, espacios para escuchar los casos inspiradores de éxito; “Hombres contra la violencia hacia las mujeres, niñas y niños”, estudios que hacen conciencia en la comunidad; “Una historia rarámuri” que participa la difícil inclusión femenina desde una comunidad indígena, así como muchas otras grandes vivencias que la academia comparte con la sociedad estudiantil y tamaulipeca en general.
LO OSCURO. Entre crudeza, realidad y entretenimiento, la humanidad ha buscado desde siempre la manera de darse ‘relajación’ haciendo del humor una fase trascendente para obtener esa momentánea paz.
Así se conoce que los ‘chistes’ existen para aliviar y causar gracia al hombre desde tiempos inmemoriales.
El mejor registro se observa 2,500 años antes de Cristo. En el reinado egipcio del faraón Snefru, con tablillas de arcilla que redactaban los escribanos las notas que debían preservar su memoria para instruir a la humanidad.
Uno de esos ‘chistes’ apuntaba (sic) “¿Por qué un cocodrilo no puede contar hasta tres? Porque al llegar a dos, se ha tragado la lengua”…
A esos tiempos corresponde una frase que más adelante en el tiempo se encuentra en forma de versículo dentro del libro más grande, la Biblia.
“Antes de ver la paja en el ojo ajeno, deberías observar la viga en el propio”.
Hasta aquí la historia.
La tauromaquia –el arte de lidiar con toros bravos- es una lucha campal que tiene registro desde el año 1455. La Edad de Bronce de la historia del mundo.
Sus primeras manifestaciones tuvieron lugar en sitios como Ávila y en Zamora de aquella España del medioevo.
Su esencia era el enfrentamiento de hombres que tendrían una ascendencia de nobleza en la Real Corte y sólo teniendo título nobiliario podían acceder a confrontar la furia del noble y fiero animal.
Para esas acrobacias, una estirpe de toros ha sido adaptada su genética al combate en contra del hombre y acaso en el ruedo lleve aquél bruto la mínima posibilidad de lograr el cometido para el que ha sido criado. Dar muerte a su rival. Un tete a tete.
Sin embargo las facciones modernas adversas encontraron también en éste oficio una forma divertida y acuciosa de hacer valer la defensa de los derechos de las reses.
Tal actividad inventada por hispanos, se encuentra en el total descrédito global.
Muy bien, desde el punto de vista del toro y de los defensores de los derechos de los seres vivos, por lo que a la brutalidad del llamado ‘arte’ se refiere.
Sólo que los defensores –que de haber sido inglés el origen de la justa toril, jamás habría estado en tela de juicio- apenas alcanzan a ver una parte de ésta defensa airada vacuna.
El boxeo –ese sí de origen africano y ascendencia británica-, la lucha libre y entre otras las peleas de gallos, esencialmente llevan los mismos contenidos a la justa de faenas. Los combatientes y los resultados esperados en la coleada o corrida de toros son muy semejantes.
Y más allá del señalamiento respecto de la crianza del toro bravo para exclusivamente ser usado en la cruel batalla y su linchamiento, vemos la práctica humana por la cría y ejecución masiva de otras especies donde la piedad no es parte de la conciencia racial del criador.
La página oficial gubernamental establece los criterios para ‘atender’ en sus rastros TIF la matanza de ovejas, cerdos, cabras, chivos y todos los suculentos manjares que llevamos a la mesa, tras ser alimentados en cautiverio con la obligatoriedad que no se muevan y coman mucho… para que no pierdan peso.
Así, “degollados, remoción de cabeza, desprendimiento de esófago, desollado de canal, corte de pecho” son algunas de las circunstancias que ‘viven’ todos los días en carne propia -vaya de paso el chiste-, aquellos que son alimentados y engordados exactamente bajo los mismos criterios que los toros de lidia.
¿Alguna diferencia? ¡Por supuesto! Los toros de lidia jamás vivieron hacinados.
¡Ni pollito alcanzaríamos, bajo las prácticas brutales de crianza y matanza!
Ya no decir respecto de una de las actividades de mayor atracción entre quienes tienen el recurso para pagar el ejercicio deportivo de la cacería cinegética en cualquier parte del planeta. Incluso el rey de España y el inglés, asiduos y renombrados representantes de tales lides.
Somos, los humanos, una raza particularmente atenta a señalar acciones de los semejantes… a pesar de ser propensos a lo mismo, o aún peor.
Es chiste. Así estaba escrito en los textos egipcios.
COLOFÓN: Bueno, ya ni mencionar lo que hacen los políticos en el ‘ojo ajeno’… sobre todo, los mexicanos ¡Nunca acabaríamos!
Por Alejandro de Anda
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