19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

La calle es un perro que ladra

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

La calle es un perro que ladra. Ladra a la luna, ladra porque ladra. Es un perro que pasa al finalizar el pavimento, es un sueño de hace días con mordida y todo. Es un perro que muerde la nalga, es el perro que sale por donde vive el cronista.

La calle es un perro suelto, un perro sin dueño, atrapado en su ego, es un perro manso disfrazado de arriero. Es un garrafón, es un tendedero sin ropa, es una corretiza silenciosa a dos llantas, es el firulais, el solovino, el boby, el que cuida la calle cuando nadie lo mira.

La calle es el perro, el único, el faldero de la muchacha, el que duerme en Ia cama y se asoma por la ventana y la calle, su calle, ahí sigue. Es un lomito, pocas pulgas o muchas. 

El perro a su vez es calle silenciosa atropellada por los cafres y por los vendedores ambulantes. Atropellada, la calle cuando nadie la ve, cruza la calle. Donde está un coche estacionado y otro pasando, hay una moneda tirada, un bote vacío de agua, un poste deteniendo sin árbol. La calle es la lluvia ligera y nadie sabe dónde se escondió el perro. 

La calle es un perro circular buscando su cola, mordiéndola, viendo la calle, porque calle es también lo que hay y las largas ausencias, lo que quedó y lo que se llevaron. 

Se puede hacer una calle en la mano, en una hoja de maple, en un saludo simple sin respuesta, en el resume de las veces que pasamos sin darnos cuenta. Hay que ir a verla, ponerse las mejores galas, hacer una fiesta con piñata en todo lo alto donde todos la vean cuando cumpla años. 

Detenida en aire ahí existe la calle, en la intemperie es un ave, un pasajero único la tiene, un breve soplido, el aliento desconocido de la motocicleta lanzada, un corazón saltando, un beso repentinamente vivo. 

Es un pequeño río, es el frío pasando, el verano sonriente a 40 grados, la luz de un poste. Es calle prendida incendiada, calle que se apaga entre las casas vacías y otras donde ya no cabe una palabra. 

Calle es a dos cuadras, a media cuadra, de esta a la otra , todo mundo lo sabe. Es un número, es la nomenclatura y el apodo que le pusieron. La calle, lleva esos pájaros a los árboles. El mundo de las calles lleva un municipio, dos pesos en la  banqueta, un chico jugando con su raqueta. 

El tianguis consiste en calles. La ciudad son calles llevando a casa. En un anuncio alto y luminoso, la calle define a un candidato y oculta otro. Ahí  sucede lo inesperado, los errores de uno y de todos, la sonrisa eterna en el grafito, en el muchacho manchando la pared con tiza, con carbón, con un botecillo de pintura. 

Alguien, se ignora quién, pasó persiguiendo un papalote. Un conductor bajó de un automóvil, se cayó un lápiz con el que se escriben los nombres y un autobús de silencio le pasó por encima al lápiz y también al hombre que nadie recuerda. 

Sin embargo la calle ocurre, de lo contrario nadie se entera, cruzan sin embargo los cables donde alguien colgó los tenis. 

Durante el concreto la calle contiene papeles, recados viejos, angustiados caballos que desaparecieron, exterior de casas, bardas limítrofes, rejas, portones viéndose unos a otros. 

La noticia es calle y en las puertas hay presentimientos, sospechas ocultas hacen cien años o cuatro. De esa forma la calle es como es y el perro desnudo no tiene prejuicios. Puede salir a la calle, puede que no pueda y sale. La luna lo sabe. La luna lo saca, lo escribe, lo dibuja en la soberana sombra de la sombra. 

De cualquier manera es calle, calle perfecta, de cualquier forma es carne inmóvil, ser humano que es, algo más que un espacio, es tiempo para correr y jugar en los despiadados alrededores donde nacen y mueren los seres humanos. Eso es. 

HASTA LA PRÓXIMA. 

Por Rigoberto Hernández Guevara

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS