La primavera es un tapiz de árboles vista desde el cielo, con su moda de flores amarillas , rosas rojas y suaves amaneceres. Niña de ojos verdes. Voy por tus caminos que coinciden en los parques y en los juegos infantiles.
Abro los ojos y me abraza el paraíso, la certeza de una sonrisa en la puerta de quienes llegan. No hay tregua en la mirada, todo indica que es primavera, las aves estilizan su baile alrededor de su amada.
La primavera es la tienda a donde nos llevaron, el patio rústico de casa con plaza, el monte Ararat de un hormiguero donde sobrevivieron las hormigas que nos picaron, el viento de los bulevares con alas.
Hay algo de primavera en el plato con flores de calabaza y chochas picadas, doradas al gusto de los muchachos. Un río que se escucha cerca y está muy lejos, un cielo y una montaña mil veces fotografiada.
Todo el día ha sido primavera. Mi ahora y mi manera de hacer las cosas, mi alegría en las horas inciertas, sin falsas miradas. Mi primavera es la piel de una tigreza abajo de Ia cobija. Un sol que sale de noche que lo ilumina todo y apenas empieza. Es una promesa.
Hay frutas de temporada, lleve usted los mangos con chile, las naranjas de Santa Engracia, las jícamas desde los ojos negros o desde los años por donde pasamos recolectando en el patio.
En el mapa del tiempo, en la geografía, la primavera es un acto reflejo, paloma en vuelo, vienes del techo, del agua al apagar la luz encerrados en la luna.
Hay primavera el 21 de marzo en mi modesta poesía, copa de vino a la luz del inmenso cielo, te tengo a un costado, en mis lados, por donde quiera que te hable. Bajo la solera se escucha el paso de tus manos, en brazadas de agua, me acerco, estoy ahí contigo, viendo tu cara.
Afuera la luz es fresca y en el verde de los campos brota la vida por dondequiera. El sueño como un gran árbol despliega sus hojas. Son lúpulos del aire, símbolos de heliotropos y ciudades de bonitos ojos.
Cada poema es tierra hallada. Sus alas vuelan hacia adentro de mí, sus manos son dos ángeles caídos en mis llamas. Primavera es una palabra única, como un clavel que se filtra por debajo de la puerta.
Tengo ganas de vivir en la lluvia, con mis tardes de tierra mojada. Primavera también son aguaceros en la tarde que empareja las cosas con su polvo de agua.
Te dibujo en el lápiz de un templo de hojas, en mi casa de plata, con terraza de nubes, en mi corazón que te quiere es un montón de llamas y hojas temblorosas. En el borde de mi taza de cafè, te quiero ciudad en el taller de sueños viendo el paisaje diario de la pequeña ciudad.
Cuando escribo, recorres mi mano, trasferido a tus secretos, me hago invisible. Cruzo bailando, descanso en la sombra de una sílaba, me acostumbro a la luz incandescente de tus flores amarillas.
Tu música es así el fruto que se escucha; en el principio es luz despacio, circunferencia que se asombra. En la algazara de la mañana, las ramas cantan desde su lecho de pájaro, y la voz muy sencilla del mundo que me habla, son los ojos que amo.
En la luz de una luciérnaga te dejo un ancla, para que de luz me hagas. Yo, de tierra descalzo en mi llano, con una mano atrapo tus palabras. Me llevas por las calles solitarias con sus parques y sus aves juguetonas. Y sabes muy bien que en las parcelas, en las fuentes de la arena, entre mis ropas de sol te quedas.
Así es como te quiero viajera primavera de mi fuga inédita, tu beso es un rincón sellado de carmín en una rosa blanca. Te quiero desde mi raíz imperfecta, sembrada en mi sombra, en mi luz al mismo tiempo, en mi cuerpo de ruidos y silencios.
Tu imagen bonita, son las flores que empiezan en marzo, las aguas y los barcos, la diadema de una mañana que se pinta los labios.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA