Silenciosamente, se va concretando el proyecto de militarizar cada vez más áreas de la administración pública y de actividades que corresponden a los civiles, en un país en el que el discurso oficial siempre marcha a contracorriente de la realidad.
Hace unas semanas, el presidente López Obrador designó a Luis Rodríguez Bucio, un general retirado, como nuevo Subsecretario de Seguridad federal.
Ahora se encargará de la estrategia oficial que -se supone- es para prevenir y combatir los delitos de alto impacto que afectan la tranquilidad, la integridad física y el patrimonio de millones de mexicanos.
Antes de esto, Rodríguez Bucio era Comandante de la Guardia Nacional, un grupo militar que opera como una institución civil a la que se ha encargado lo mismo repartir gasolina en pipas que medicamentos, manejar aeropuertos que construir un aeropuerto o tramos del tren Maya. Todo, con un claro costo que paga con la imagen y la percepción que tiene la población.
El avance silencioso de los hombres de uniforme verde olivo se sustenta en el poder que Andrés Manuel les ha otorgado en estos años, a la par con los enormes ingresos que obtendrán con la operación de empresas en el tren Maya y en algunos aeropuertos.
La militarización silenciosa de actividades que corresponden a un gobierno civil no es buena, sea de un régimen de derecha o de izquierda, Las experiencias históricas nos dicen que el camino no es el correcto antes ni ahora.
Lo he dicho en otras ocasiones y lo reitero: Siento un profundo respeto y admiración por las fuerzas armadas, desde mis lejanos años del Servicio Militar, cuando nos dieron las primeras nociones e la legislación militar y nos enseñaron el valor de la lealtad a la Patria. La disciplina, la lealtad y la entrega de los elementos del Ejército es admirable.
Por lo mismo, creo que es injusto para la institución y para quienes la integran, que se les exponga así, tan irresponsablemente, tan claramente al descrédito, sin que lo merezcan.
¿Por qué el descrédito? Porque aunque no tengan intenciones de tomar por asalto el poder, inevitablemente las fuerzas amadas quedan en medio de las discusiones oficiales, las oficiosas y de quienes no están de acuerdo con la presencia de sus elementos en cada vez más tareas que corresponden a los civiles.
Son numerosas las voces que han advertido desde hace tiempo sobre los riesgos de esta silenciosa militarización y su impacto en la vida civil, pues el gobierno de Andrés Manuel le ha ido dando cada vez más un mayor margen de acción, limitando a su vz el papel de las instituciones civiles.
Aunque las condiciones de seguridad -o inseguridad, mejor dicho- han empeorado en México en los últimos años, el trabajo que la Federación ha encargado a las fuerzas armadas a través de la Guardia Nacional y de sus propios elementos no se ha traducido en resultados tangibles.
Me parece un buen momento para que se escuchen las voces lo mismo de la sociedad civil que de diputados, senadores, organizaciones no gubernamentales, sectores productivos y actores políticos para, en un afán de analizar todas las opiniones y propuestas, la Federación replantee el papel que ha dado en este sexenio a las fuerzas armadas. Está a tiempo de parar esta silenciosa militarización y de seguir poniendo en riesgo la imagen, la reputación y la integridad de los militares.
POR TOMÁS BRIONES
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