Segunda parte
Al cumplir en 1923 Tampico 100 años, los festejos oficiales son por el “Primer centenario de la fundación”. En forma unívoca el municipio asume su verdadera ascendencia. Encapotándola, de improviso se exhuma lo del repoblamiento, incubándose confusiones aún pendientes de subsanar.
VIRREINATO
Blas E. Rodríguez en 1932 postula que Tampico, Tamaulipas, nace poco “después de la conquista […] más o menos donde hoy existe”, abandonándose hasta “su restablecimiento en 1823”. Esto intenta respaldarse con documentos concernientes a Pueblo Viejo, que en la parte veracruzana de la desembocadura del río Pánuco se autoriza formar durante el siglo XVI. Pero respecto de los antiguos textos exhibidos, lo aseverado en 1932 adolece de contradicciones. Una de tantas reluce al citarse informes que hacia 1603 sitúan el único asentamiento novohispano de la zona “a orillas de una laguna salada”, mientras Rodríguez acepta que el Tampico tamaulipeco se halla inmediato “a la margen izquierda” del aludido río, sin interponerse ningún vaso lacustre.
Joaquín Meade allega en 1939 refuerzos: Tampico estuvo “al norte del río Pánuco […] aproximadamente en donde [ahora] se levanta la ciudad y puerto”. A posteriori ofrece pruebas. “Con el tiempo, no creo difícil poder encontrar [del lado de Tamaulipas] restos” arquitectónicos de ello, conjetura en 1950. De los vestigios que promete, nada aparece.
“Tampico siempre estuvo […] al norte del río Pánuco”, secunda en 1942 Ignacio Fuentes, aun cuando explicita que “no podría decirse […] cuál fue la ubicación”. Luis Velasco y Mendoza también en 1942 aporta lo suyo. Tampico se vuelve “a fundar […] en el mismo lugar en que […] existía” bajo el virreinato, manifiesta. Pero líneas adelante consigna que el 12 de abril de 1823, en vez de refundación, acontece “la fundación del nuevo poblado” tampiqueño.
SERVICIOS
Con el ficticio repoblamiento sus promotores originales persiguen en 1823 metas concretas. Una es que les permitan ocupar la ribera septentrional del Pánuco; la otra, poner ahí un puerto. Satisfechas ambas miras, pierde sentido perseverar en los orígenes inventados.
A la postre, el municipio despliega posiciones de vanguardia. Hacia principios del siglo XX Adolfo Dollero visita la urbe y todavía algo percibe. En suelo tamaulipeco –anota el nativo de Italia—“no hay […] fanatismo religioso”.
Desempolvada en 1932 la falsa repoblación, los objetivos cambian. El pasado virreinal que busca endosarse a Tampico ahora es para impostarle una identidad tradicionalista. Estratagema central es que dizque a fray Andrés de Olmos debe el puerto sus orígenes. Confundido así con Pueblo Viejo, como fundador postizo carga luego Tampico al franciscano, aduciéndose la inexactitud de que en 1554 él promueve “al norte del río Pánuco” una “villa de españoles”, cuando lo cierto es que se trata de la ribera sur o veracruzana. El disimulo envuelve de paso los servicios de Olmos a la temible Inquisición.
CASO
El cabildo adopta tales postulados. La refundación es festejada en lo sucesivo. A tono, céntrica arteria y la presea del municipio se denominan fray Andrés de Olmos, levantándole una estatua que sin querer exalta su papel de conquistador espiritual.
El historiador Gabriel Saldívar toma distancia y en clásica obra de 1945 Tampico figura entre “las fundaciones posteriores a la independencia”. Antonio Martínez Leal, primer cronista del puerto, rebate en 1975 las supuestas raíces virreinales. Lo propio hace en 1985 el autor de estas notas.
Los equívocos de marras por fin se corrigen. En 2005, torna a conmemorarse la fundación porteña. No obstante, por despistes o empecinamientos, ante el segundo centenario de Tampico pareciera insistirse en la entelequia del repoblamiento. El deslinde oficial, que el caso aconseja, continúa pendiente.
POR RAÚL SINENCIO CHÁVEZ