Todo lo grave regresa, dicen. En particular cuando se trata de casos jamás resueltos que truncaron vidas inocentes a la vista de todos y sin coartada que encubra a los responsables del más alto círculo gubernamental.
Esto pasó en Camargo el 22 de enero de 2021, quinto año del entonces gobernador CABEZA DE VACA. La masacre le sigue pesando, como la carga que acompaña a ENRIQUE PEÑA NIETO por las matanzas de Ayotzinapa y Tlatlaya. En los tres casos participaron uniformados.
Particularmente delicado el tema de Camargo por tratarse de personas indefensas, pasajeros muy pobres en ruta al sueño americano, ejecutados nada menos que por las fuerzas especiales del gobierno tamaulipeco.
Es decir, no eran estudiantes secuestrando autobuses (Ayotzinapa, 43 víctimas, septiembre de 2015) ni presuntos sicarios de cárteles locales (Tlatlaya, 22 civiles, junio de 2014).
Acá fue distinto y más artero. En Camargo murieron 17 migrantes a los que una autoridad con placa, patrullas y uniforme interceptó poco antes de cruzar el río Bravo y los aparto para ejecutarlos a mansalva, en montón, para luego rociarlos con gasolina y calcinarlos.
Modus operandi propio de los cárteles que causó extrañeza en todo el país, al ser observado en una corporación policial. La explicación apuntaría hacia el grado de integración que privó entre la policía estatal y la delincuencia organizada en dicho gobierno.
Los agentes del llamado Grupo de Operaciones Especiales (GOPES) sencillamente acataron la orden de liquidar y desaparecer a gente pacífica que no tenía para pagar la cuota de peaje impuesta por las organizaciones criminales.
Todo un cartel policial, con ramificaciones mafiosas, denominado GOPES, por las siglas de la dependencia, aunque también era el nombre empleado en los medios para referirse a sus miembros (gopes), cuya relatoría de terror se escribió y caducó demasiado pronto.
RAMBOS AZULES
La historia empieza al llegar CABEZA DE VACA al cargo en octubre de 2016, cuando dispone la creación de una unidad de fuerzas especiales que funcionaría al margen de la Secretaría de Seguridad y dependería de manera directa del gobernador.
Los “rambos” panistas nacen originalmente en el denominado Centro de Análisis, Información y Estudios de Tamaulipas (CAIET) que había venido cumpliendo tareas de monitoreo informativo en gobiernos previos, siguiendo pautas similares al CISÉN (hoy CNI).
Poco interesado en información estratégica y ajeno a temas del conocimiento, CABEZA habría de darle un sesgo paramilitar desde los primeros días, poniendo el asunto en manos de FELIX ARTURO RODRÍGUEZ.
Contador público de profesión, FELIX ARTURO ha acompañado a CABEZA desde sus días como alcalde de Reynosa y luego en la administración estatal.
Amigo y compañero de andanzas por muchos años, colaborador de todas sus confianzas, el hombre se convirtió en el brazo armado del gobernador. Algo parecido a lo que fue GENARO GARCÍA LUNA con el presidente FELIPE CALDERÓN HINOJOSA.
Renunció ARTURO a la titularidad de las fuerzas especiales un mes antes de terminar el sexenio, el 30 de agosto del 2022 y hoy en día funge como jefe de seguridad del exgobernador en la ciudad de Dallas, Texas.
Tiene, por cierto, expediente abierto y fechado el 20 de Agosto de 2012 en la municipalidad de Izúcar de Matamoros, Puebla, con orden de aprehensión por delitos que no prescriben, como privación ilegal de la libertad (secuestro) y también por extorsión. En medios policiales se le conoce también como torturador.
LA FIESTA DURÓ POCO
Coincidencia en el calendario, acaso significativa, los gopes fueron presentados en sociedad un 21 de enero de 2020. En plan exhibicionista, triunfal, el gobernador eligió a su queridísima ciudad de Reynosa como escenario natural para hacer tal desplante de fuerza y lanzar las campanas al vuelo.
Y también para presumir el gigantesco gasto (5 mil millones de pesos) en capacidad táctica, con sus tanquetas azules modelo SANDCAT, blindadas y artilladas, dotadas con circuito cerrado, cámara de visión térmica y nocturna, provistas de fusiles Barrett 50 milímetros.
Ojo con las fechas, un año después, el 22 de enero pero de 2021, ocurría la masacre de Camargo. Le duró poco el encanto. Sin un propósito ético, el inmenso gasto se puso al servicio de operativos mortíferos contra gente inerme. Se fue a la basura.
No tardó mucho en brotar la mala entraña, el propósito oscuro de quienes crearon dicha corporación que en la práctica habría de comportarse como un cuerpo “para-delictivo”.
Tras la matanza de Camargo, el gobierno de CABEZA se vio obligado a emprender un rápido recuento de daños, ordenando acciones de presunta justicia y disponiendo el arresto de 12 agentes, del total de 24 que habrían participado.
La procuraduría estatal ya entonces en manos de IRVING BARRIOS, fue muy discreta en los interrogatorios, sabedora de que no era castigo lo que se buscaba.
Solo cubrir el requisito de la presunta investigación, dado el impacto internacional del caso y (sobre todo) la imposibilidad de exculpar a los gopes. Estaba todo muy visible.
CÓDIGO DEL SILENCIO
De inmediato se supo en medios nacionales que fueron ellos, los rambos de CABEZA DE VACA, quienes cometieron esa cadena de ilícitos que empieza con la privación ilegal de la libertad, se sigue con el asesinato y concluye con la quema de cadáveres.
Caso llamativo y demasiado aparatoso para ocultarlo, se le aplicó un manejo parecido al de la “omertá siciliana”. Encarcelar a un número menor entre los responsables, con la promesa de pronta liberación, a cambio de su silencio.
Pero luego se olvidaron de ellos. El caso se abandonó y a la fecha los acusados llevan 28 meses en confinamiento y sin juicio, hasta que este lunes por fin empezaron las audiencias para el pospuesto deslinde de responsabilidades.
Sobresale al respecto el testimonio ya conocido de un exgafe de nombre ISMAEL VÁZQUEZ. Desde agosto del 2021, el interrogado ha admitido que fueron policías especiales quienes orquestaron todo, desmintiendo con ello la coartada inicial de que cuando llegaron ya estaban los cadáveres ardiendo.
La orden vino (dice VÁZQUEZ) del comandante a cargo HORACIO ROCHA NAMBO, quien también dispuso alterar la escena del crimen. Entre otras maniobras, recuperar los casquillos percutidos. Bastantes, por cierto.
Y también la elaboración de informes cuestionables como el que firmó la coordinadora policial en Mier, MAYRA ELIZABETH VÁZQUEZ SANTILLANA, ocultando el número de patrullas presentes en el evento (tres, en lugar de seis) y diluyendo los hechos en un relato confuso.
El verdadero rostro de FRANCISCO JAVIER GARCÍA CABEZA DE VACA asoma en este episodio cuya noticia dio vuelta al mundo, la masacre de Camargo, Tamaulipas.
Quedó además expuesta su corporación de matones que en tan solo un año (entre enero de 2020 y enero del 2021) transitó de la expectativa feliz a una realidad criminógena cuyos principales responsables, los autores intelectuales, siguen libres.
POR CARLOS LÓPEZ ARRIAGA
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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