8 diciembre, 2025

8 diciembre, 2025

Veinte dedos

COLUMNA/ SOLEDAD LOAEZA

El presidente ha llegado al colmo del confusionismo. Dice que él no intervendrá en el proceso de selección del candidato de su partido a la Presidencia de la República en 2024. Al mismo tiempo, se reúne a cenar en un lugar público con los cuatro precandidatos —suyos de él— con los que ha estado jugando desde hace más de un año.

Después da a conocer unas reglas que se inventó, aparentemente con el apoyo de Marcelo Ebrard; pero sin intervención de la dirigencia de Morena, su movimiento. Sin embargo, insiste en que no participará en el proceso sucesorio.

¿Cómo?, no entiendo. ¿Él fija las reglas, pero no interviene en el proceso? Entonces, ¿de qué reglas estamos hablando?, ¿el proceso que diseñó para qué es?

Para quien dude de las actitudes autoritarias del presidente López Obrador basta que haya hecho esos anuncios antes de la reunión del Consejo Nacional de Morena, al que no le queda más que aceptar con mansedumbre perruna las decisiones de su jefe.

Ha quedado claro que la organización —a la que nadie le pide su opinión— es del todo ajena a los métodos democráticos; que las decisiones no van de abajo hacia arriba, sino de arriba hacia abajo en forma de instrucciones que no se discuten.

Según hemos visto, lo que el presidente ha hecho hasta ahora es peor que lo que se hacía antes. Primero, porque cree que ya no hablamos español y dice que el dedazo que hoy utiliza no es dedazo, sino otra cosa muy buena porque detrás de ese dedo está él.

Ah sí. También están Morena y la dizque encuesta, pero no explica cuáles son las diferencias entre el método que empleó el presidente Ruiz Cortines en 1958 y el suyo. Luego se va muy contento, convencido de que somos un hato de bobos que aceptamos todo lo que nos dice.

Tal vez su intención hubiera sido mejor entendida si se hubiera referido a la pasarela televisada que organizó Miguel de la Madrid en 1988, en la que participaron los aspirantes a la candidatura del PRI y leyeron un documento que contenía ideas generales y objetivos. Así que la originalidad de López Obrador en este respecto es relativa. No olvidemos: el presidente tiene veinte dedos.

Así nos lo recordó cuando prometió a los tres perdedores en la encuesta morenista una diputación, una senaduría y un puesto en el gabinete, sin tomar en consideración el hecho de que los cargos de los legisladores se ganan o se pierden, sin importar lo que diga el presidente.

Hasta ahora ha comprometido cuatro deditos, pero, cuidado, le quedan dieciséis. La dirigencia morenista y sus legisladores tienen la mirada clavada en esos dieciséis deditos restantes. Así, distraídos, ¿se van a dejar imponer el candidato que López Obrador quiere? ¿Nosotros nos vamos a dejar?

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